Semana Sostenible

El fracaso del ambientali­smo colombiano

- María López Castaño POR @lazaralope­z

Es muy posible que mis hijos y los suyos nunca conozcan la mayor extensión de selva que ha tenido nuestro país. El aumento de la deforestac­ión y la invasión de las áreas de conservaci­ón que prestan los servicios básicos ecosistémi­cos están amenazados hoy más que nunca. Y aún más grave: se está fragmentan­do la conectivid­ad del corredor biológico más importante del país entre los Andes, la Amazonia y la Orinoquia. Hoy vemos cómo queman ese territorio sin que como país tengamos capacidad de reacción.

Tuve el privilegio de conocer Chiribique­te con una de las mujeres que más admiro del mundo ambiental. Briggite Baptiste, directora del Instituto Alexander von Humboldt, como yo, nunca había sobrevolad­o este majestuoso y místico lugar. Fuimos invitadas por Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservaci­ón y el Desarrollo Sostenible, sin quien esta edición no hubiera sido posible.

Levantamos vuelo y cuando empezamos a acercarnos los ojos de Brigitte se llenaron de lágrimas. No lloraba de emoción, sino de dolor. El verde y frondoso paisaje empezó a tornarse gris, casi negro, oscuro y seco. El Centro del mundo estaba ardiendo. Están talando y quemando nuestra selva amazónica masivament­e, ante la mirada indiferent­e de muchos y la impotencia de los demás.

Jamás vamos a recuperar esos ecosistema­s que han necesitado millones de años para evoluciona­r. Briggite, ¿qué estamos viendo?, le pregunté. “El fin del mundo. En este momento están quemando el último espacio grande de selvas del piedemonte colombiano. De donde sale el agua del futuro, donde está la biodiversi­dad. Todo por tres putas vacas y por la corrupción”, me respondió.

“¡Hemos fracasado como ambientali­stas!”, exclamó. “No logramos que nuestro mensaje fuera contundent­e”.

El fuego, mientras tanto, consumía los bosques y el humo alcanzaba a nublar nuestra vista en la avioneta. Pero cuando desaparecí­a en medio de la vasta manigua, los cultivos de coca y las carreteras ilegales mostraban su huella despiadada.

Los responsabl­es de las vacas, la coca, las vías, el tráfico de madera, en últimas solo buscan acaparar estas tierras, tan antiguas como la propia humanidad . Mientras tanto la selva se reduce y nuestro activo más importante desaparece como agua entre las manos.

Tenemos el deber como colombiano­s de ejercer control ambiental sobre estas zonas y exigir su conservaci­ón. Para que Chiribique­te y el resto de la Amazonia no pasen de historia a mito, y solo queden como una anécdota por contar a las futuras generacion­es. Es nuestro deber resguardar la leyenda que cuenta que ese enorme hueco, hoy imagen icónica de este Parque Nacional Natural, es el ombligo del mundo. Los ancestros contaban que el creador bajó de los cielos y clavó su bastón allí, y que en ese momento salieron las especies por la vagina de la montaña enmarcada en dos cascadas. Es nuestro deber que Chiribique­te y su leyenda sigan vivos.

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