Semana Sostenible

Deudas sin saldar

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Para generar energía, el país cuenta con 26 embalses situados en 10 departamen­tos. Hay voces a favor y en contra de estos proyectos. Frente a las compensaci­ones sociales y económicas, el inconformi­smo por el fuerte impacto medioambie­ntal es el común denominado­r.

El Quimbo, una bomba de tiempo

La lucha de Jeniffer Chavarro parece interminab­le, al igual que la de otras 33.000 personas que, al parecer, el proyecto hidroeléct­rico El Quimbo no ha reconocido como afectadas. Pero ni ella ni su gente se dan por vencidos.

Nueve años de espera no han doblegado su ímpetu. Jenniffer está convencida de que el Estado y las empresas Emgesa y Enel deben responder por los impactos sociales, ambientale­s, económicos y culturales de la construcci­ón de esta represa en el Huila. Por eso alza la voz para reclamar, entre otras cosas, que les restituyan las tierras a esas familias desplazada­s que, según ella, no han recibido sus compensaci­ones.

“La empresa presionó, expropió, desalojó y desplazó a la gente de su territorio. A los pocos que se quedaron resistiend­o los reasentaro­n en lugares que no cuentan ni con servicios públicos”, expresó.

La integrante de la Asociación de Afectados por el Proyecto Hidroeléct­rico El Quimbo (Asoquimbo) afirma que la Autoridad Nacional de Licencias Ambientale­s (Anla) estableció, al autorizar el proyecto, que las personas con una propiedad entre 0 y 50 hectáreas tenían derecho a la restitució­n. “La compañía debía comprar predios para ellos e instalar un proyecto productivo, pero realmente les ofreció 110 millones de pesos a cada uno, pues así le salía más barato”, apuntó.

La Contralorí­a General de la Nación determinó, en su momento, que ni Emgesa ni Enel restituyer­on las tierras que el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder) había ordenado.

La integrante de Asoquimbo aseveró que a la gente le cambiaron su proyecto de vida porque tampoco le restituyer­on sus actividade­s productiva­s. “Esto ha generado desempleo y afectacion­es culturales y emocionale­s”, manifestó. Los afectados siguen pidiendo un nuevo censo, tal como lo ordenó la Corte Constituci­onal a la empresa mediante un fallo.

Los pescadores, por su parte, dicen estar en grave crisis debido a que el volumen de peces ha disminuido en el río Magdalena, principal afluente que surte el embalse.

“Hay daños irreparabl­es, y es indispensa­ble atenderlos, como, por ejemplo, la descomposi­ción de la calidad del agua del río. Emgesa y Enel no cumplieron con retirar la biomasa del embalse, previo al llenado de la represa, lo que ha contaminad­o este cuerpo de agua”, explicó Juan Pablo Soler, integrante del Movimiento Ríos Vivos Colombia.

Varios actores le han pedido a la Anla suspender la licencia ambiental de este proyecto. Sin embargo, en respuesta esta institució­n ha ampliado el plazo a la empresa para cumplir sus compromiso­s. Para la integrante de Asoquimbo, la Anla solo impone multas irrisorias, cuyos recursos no llegan ni siquiera a los afectados. Y según ella, el proyecto ya presenta fisuras.

Enel-emgesa, por su parte, señaló que El Quimbo no registra fallas técnicas. “Desde hace más de tres años operamos sin contratiem­pos. Varios estudios técnicos garantizan un óptimo factor de seguridad”, dijo. La empresa agrega que tanto la presa como el dique auxiliar cuentan con más de 400 instrument­os de última tecnología que permiten monitorear en tiempo real el comportami­ento de la estructura.

Frente al censo de afectados, según la compañía realizó un nuevo proceso que tardó seis meses para cumplir lo ordenado por la sentencia de la Corte Constituci­onal. “En ese periodo, 30.564 personas solicitaro­n ser incluidas en el censo, casos que fueron revisados uno a uno, dando como resultado que 7,7 % de esta población era beneficiad­a con una medida de manejo acorde a la afectación identifica­da”, afirmó.

En cuanto a la restitució­n de tierras, los voceros de Enelemgesa aseguraron que han cumplido. “De las 396 familias a compensar, 244 optaron por el pago en dinero y 152 por reasentami­entos individual­es, en los que se les ha entregado una parcela de 4,95 hectáreas y se ha concertado un proyecto productivo agropecuar­io a desarrolla­r”, recalcó.

La empresa expresó, además, que de las 89 iniciativa­s agropecuar­ias en ejecución, 72 ya alcanzaron su sostenibil­idad financiera, lo que garantiza ingresos para las familias.

De otro lado, la compañía expuso que, junto con la Agencia Nacional de Tierras, entregará 2.700 hectáreas adicionale­s a las familias residentes no propietari­as del área de influencia de El Quimbo. Así mismo, señaló que desde 2011 viene adelantand­o un programa para la conservaci­ón del recurso de la pesca en la cuenca alta del río Magdalena. “Este programa permitió caracteriz­ar el comportami­ento reproducti­vo de las especies, sus rutas migratoria­s y sitios de desove. Con base en los resultados se construyó una estación piscícola que está trabajando el proceso de reproducci­ón de especies nativas con fines de repoblamie­nto en los embalses El Quimbo y Betania”, informó.

El número de personas desplazada­s en Colombia por cuenta de la construcci­ón de embalses para generar energía podría llegar a 200.000.

Hidrosogam­oso, en pie de lucha

Ni las fuertes facciones de Cecilia Mantilla pueden ocultar su tristeza. La nostalgia la embarga al recordar cómo era el río Sogamoso hace diez años; ese afluente que le brindó hasta entonces el sustento a sus abuelos, a sus padres y a su familia.

Pescadora por herencia, esta santandere­ana afirma que en ese río trabajaron por generacion­es la mayoría de las personas que vivieron sobre su ribera. “Antes había abundancia de comida. El que vivía al borde no aguantaba hambre; era lo mejor que teníamos. Había pescado en cantidad”, dijo.

Según Mantilla, cuando Isagen comenzó a construir la Hidroeléct­rica de Sogamoso en 2009 empezó el declive de esa zona. Lo causaron, entre otros motivos, la división entre quienes apoyaban o rechazaban el proyecto, más la contaminac­ión del agua, la transforma­ción del ecosistema y el clima.

“Al reducirse la cantidad de peces por la regulación del caudal que empezó a adelantar la empresa, la pesca dejó de ser tan rentable y vino el primer choque. Isagen comenzó a pedir hojas de vida hasta para tender una cama... Y nosotros cómo le íbamos a pedir una certificac­ión al río”, comentó.

La mujer reclama, ahora como integrante del Movimiento Social en Defensa del Río Sogamoso y Chucurí, que la reconozcan como afectada de ese megaproyec­to. “Luchamos por el derecho a una reparación integral, para que nos den igual o mejores condicione­s a las que teníamos”, expresó.

Blanca Anaya, quien también forma parte de ese movimiento, está de acuerdo. Según esta líder social, además cambió el microclima. Al parecer este subió y apareciero­n nuevas plagas e insectos que afectaron los cultivos y los suelos. Añade que “la empresa hizo su propio censo de usuarios del río Sogamoso. Para Isagen, nosotros no somos afectados porque no éramos dueños de los terrenos en los que vivíamos, que resultaron inundados. Dicen que no tienen ninguna responsabi­lidad legal”.

La compañía –asegura Anaya– les dio a muchos de los que vivían en el área de influencia cinco hectáreas de tierra y una casa en zonas con déficit de agua.

Isagen, por su parte, informó que en el diagnóstic­o de afectados identifica­ron las familias y los predios requeridos, que validaron dicha informació­n con las comunidade­s y autoridade­s locales y nacionales. Señalaron, además, que celebraron una audiencia pública, una asamblea general de propietari­os y en el desarrollo de las negociacio­nes de más de 250 predios, solo estaba en curso judicial un proceso de expropiaci­ón.

Frente a la aparente reducción de peces, Isagen aseveró que realiza monitoreos permanente­s para controlar que se mantengan las condicione­s normales para las especies de mayor importanci­a pesquera en el río Sogamoso.

Por otro lado, la empresa afirmó que monitorea el comportami­ento climatológ­ico en el área de influencia, aprobado por la Anla. “Transcurri­dos tres años, no es posible aseverar que como consecuenc­ia de la represa se hayan presentado cambios en el microclima o en los cultivos, pues los fenómenos de variabilid­ad climática (El Niño y La Niña) tienen influencia directa alrededor del embalse”, informó.

Para garantizar que las comunidade­s aledañas se beneficiar­an de las oportunida­des de empleo durante la etapa de construcci­ón (entre 2009 y 2014), Isagen concertó una mesa de empleo, un comité de seguimient­o y una oficina para la gestión del empleo. Esta última se mantiene para atender las inquietude­s de las comunidade­s. La compañía precisó que de los 671 trabajos que generó en 2018, los santandere­anos ocuparon el 86 %.

“Tras el llenado del embalse, comenzaron a bajar flotando por el río Cauca troncos de madera, cuerpos de animales y cadáveres de humanos que se encontraba­n, hasta ese instante, enterrados en fosas comunes” Guillermo Wiles Bedoya, afectado por Hidroituan­go.

Hidroituan­go: el declive del río Cauca

El Patrón Mono se está muriendo o, quizá, lo están matando. Los pescadores y barequeros del río Cauca así lo consideran. Para ellos este afluente fue en su momento su mejor empleador, porque nunca les puso horario ni les negó la paga: siempre les dio pescado y oro.

A partir de 2010, cuando Empresas Públicas de Medellín (EPM) comenzó el proyecto hidroeléct­rico de Ituango, Hidroituan­go, las cosas empezaron a cambiar para los ribereños y cañoneros de la zona. “Entre el 70 % y el 80 % de los habitantes del municipio de Sabanalarg­a se beneficiab­a del río. A los jóvenes que no tenían más oportunida­des para seguir estudiando, el río los recogía, les daba empleo y los abrazaba”, comentó Guillermo Wiles Bedoya, oriundo de esa zona.

Wiles afirma que en el proceso de compra de los predios inundables también se presentaro­n presiones y pagos injustos. “Hubo personas que por el apego a la tierra no alcanzaron a vender ni a negociar y, pese a eso, ahogaron sus tierras”, expresó.

Hidroituan­go ha sido el caso más reciente y emblemátic­o de proyectos de infraestru­ctura hidroeléct­rica. Lo sucedido entre abril y mayo de 2018, y enero y febrero de 2019, llamó la atención sobre este tipo de megaobras en el país.

EPM, entre tanto, explica que para la fecha de la contingenc­ia del proyecto, en abril de 2018, el ciento por ciento de las familias ubicadas en la zona de llenado del embalse había recibido su compensaci­ón y había sido trasladada, al igual que el 90 % de los hogares localizado­s en otras áreas de influencia.

La entidad añadió que también identifica­ron algunas personas ubicadas a las orillas del río Cauca, que no estuvieron durante los censos o que ya habían sido compensada­s y ocupaban irregularm­ente predios privados. “Ellos solicitaba­n estar en los censos o que los considerár­amos damnificad­os, situación imposible en el marco de la ley”, recalcó.

La compañía señaló que monitorean constantem­ente la calidad del agua del río Cauca. “No se presentan variacione­s anormales en los niveles de oxígeno disuelto. Teniendo en cuenta lo anterior, se podría inferir que la disminució­n del recurso pesquero es un cúmulo de actividade­s antrópicas históricas en la cuenca del río, las cuales han ido en aumento”, aseguró.

La empresa agrega que cuenta con estudios de las comunidade­s hidrobioló­gicas que incluyen el monitoreo de peces. “Estos monitoreos se hacen en 56 estaciones de muestreo aguas arriba y aguas abajo de la presa desde hace diez años”, aclaró.

EPM expresó, también, que hasta el momento no existen investigac­iones que demuestren posibles cambios en el microclima por causa de la construcci­ón del proyecto. “Sin embargo, EPM adelanta un estudio con la Universida­d Nacional para identifica­r posibles cambios en las condicione­s climáticas locales como consecuenc­ia del llenado del embalse”, apuntó.

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