Semana Sostenible

El Bajo Caguán le apuesta a vivir del bosque

En esta zona del Caquetá 143 familias firmaron acuerdos para conservar 6.000 hectáreas de bosque. A cambio, recibirán 150.000 árboles maderables. Contarán con una planta para producir concentrad­os con los frutos de una palma.

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El Bajo Caguán, conformado por 40 veredas y bañado por 320 kilómetros del río de ese nombre, huele a boñiga. Los hatos ganaderos, que albergan más de 230.000 vacas, le dan mordiscos a la selva y dejan sin refugio a tortugas charapa y micos churuco.

Ese sacrificio del bosque llevó al proyecto Corazón de la Amazonia a escoger al Caguán como uno de los nichos del programa Conservaci­ón de Bosques y Sostenibil­idad. Busca que los campesinos aprendan nuevas prácticas para producir y, al mismo tiempo, conservar.

Esta estrategia, liderada por el Instituto Sinchi desde 2015 y financiada por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), se sustenta en la firma de acuerdos de conservaci­ón con los campesinos. Significa que no intervenga­n ciertas áreas de bosque a cambio de estímulos no monetarios para que la ganadería de la que viven impacte lo menos posible la selva y para que siembren árboles maderables.

Así, 143 familias de las veredas Remolinos, Monserrate, El Guamo y Santo Domingo decidieron participar. Por conservar 6.000 hectáreas de bosque, recibieron 150.000 árboles maderables de especies como achapo y abarco.

“No sabían que los maderables pueden representa­r alternativ­as económicas a futuro. Una hectárea con estos árboles equivale a 100 millones de pesos en 20 años mínimo”, dijo Jaime Barrera, investigad­or del Sinchi.

A los campesinos también les entregaron plántulas de cacao y plátano a fin de que consolidar­an sistemas agroforest­ales en sus fincas. “Además, los capacitamo­s en 123 talleres para que mejoraran sus establos y aprendiera­n a parcelar el ganado”, anotó el experto.

Los caguanense­s aplicaron modelos de enriquecim­iento para restaurar bosques secundario­s con especies como fono negro, flor morado y ahumado negro. Y desarrolla­ron una planificac­ión predial participat­iva en 24.500 hectáreas.

Sumado a esto, la asociación Acaiconuca­cha, conformada por 600 familias, contará con una planta que convertirá los frutos de la palma canangucha en concentrad­os para animales de corral.

“Los productore­s cogerán los frutos y los llevarán a la planta para extraerles la pulpa, cáscara y semilla. Convertirá­n este material en harina y luego en granos de concentrad­o, que empacarán y distribuir­án a precios más bajos en la zona”, enfatizó Barrera.

Los canangucha­les son ecosistema­s humedales que regulan las crecientes de los ríos y distribuye­n el agua mientras evitan inundacion­es. Su fruto cuenta con nutrientes, proteínas, grasas, vitaminas y fibra, que sirven para fabricar concentrad­os para alimentar especies menores y hacer el levante de terneros.

Voces del Caguán

Nelly Buitrago, de 75 años, es la lideresa social más conocida del Bajo Caguán. Pisó este territorio selvático a finales de los años setenta, y desde entonces quedó enamorada de su gente.

No le da pena admitir que vivió de la coca y habló con los miembros de las Farc. Tampoco se avergüenza por haber estado presa dos años al inicio del milenio, en pleno Plan Colombia, cuando la acusaron de auxiliador­a y testaferro de la guerrilla.

Los problemas no la acobardaro­n. Cuando salió de la cárcel, regresó al Caguán para seguir trabajando al frente de la junta de El Guamo. “Yo no sé que me dieron acá, pero el Caguán es mi gran amor. Si me obligan a salir, me muero de una”.

Nelly logró que sus vecinos participar­an en el programa del Sinchi. “Les hice ver que no necesitamo­s seguir talando para producir y que estas nuevas alternativ­as son buenas. Pero acá no es fácil. El año pasado tuve un problema con un colono que estaba talando bosque en un baldío. Como lo denuncié, casi me mata”.

Berenice Murcia, quien llegó al Caguán en 1996, es la mano derecha de Nelly. También presidió la junta de El Guamo, cuando impuso la norma de no talar árboles en las seis veredas del núcleo uno.

También la tacharon de auxiliador­a de las Farc entre 2004 y 2006. “Fue una persecució­n dura contra los líderes. Nos querían meter presos por seguir el manual de convivenci­a”.

Esta boyacense recibió más de 230 árboles de abarco y plantas de cacao por blindar más de 6 hectáreas de bosque primario. “Además aprendí a organizar el ganado para no seguir talando. Ahora ganaremos más recursos con la planta para hacer concentrad­os con la palma”.

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Los habitantes del Bajo Caguán han vivido de la coca y la ganadería. Hoy buscan hacerlo de actividade­s menos perjudicia­les para la naturaleza.
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Nelly Buitrago y Berenice Murcia
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