Recorriendo las huellas del jaguar
La película Jaguar, voz de un territorio exalta la importancia de este felino, el más grande de América. Un animal clave por su presencia en las culturas ancestrales y por el papel que desempeña en mantener el equilibrio natural en las zonas por donde se moviliza.
Un ser supremo. Eso significa el jaguar para muchas culturas ancestrales que habitan en el corredor biológico desde México hasta la Patagonia. Es el mayor depredador porque plantas y animales de varias especies forman parte de su dieta. Y, desde una perspectiva cultural, para las comunidades indígenas, sabedores y baquianos este es un ser clave no solo para el medioambiente, sino para la humanidad.
De ahí la necesidad de mantener vivo el conocimiento heredado por las culturas ancestrales de América en torno a su relación con esta especie. Con esa idea, las productoras Canoa Films y Ruge Films decidieron realizar la película Jaguar, voz de un territorio.
Primero hicieron un recorrido por las montañas, selvas y llanuras donde este animal ha tenido una relación directa con el ser humano en Colombia. Y luego comenzaron un viaje fílmico milenario de cantos, mitos y tradiciones culturales que narran la historia de la relación hombre-jaguar y la importancia de preservar esta especie, hoy gravemente amenazada.
Simón González, realizador de proyectos documentales de Canoa Films, y Carlos Enrique Londoño, productor general, dicen que Jaguar, voz de un territorio “habla de amor, cariño, respeto, humildad, templanza, valentía y de equilibrio con uno y con el otro; es la voz de un territorio y de una tradición donde el jaguar habita y busca ser escuchado”.
Diez años duró el proceso de investigación que los llevó a entender quién es en realidad este animal, en dónde habita, y lo que representa para las culturas en América desde tiempos antiguos.
El recorrido comienza en la Sierra Nevada de Santa Marta, pasa por Antioquia –una de las zonas donde estos animales son más vulnerables– para luego llegar a los Llanos Orientales y, posteriormente, a la Amazonia. En esa ruta los productores pudieron, mediante sus propias vivencias, incluso el miedo, experimentar el valor de este felino, el más grande de América y el tercero del mundo después del tigre y el león.
Los indígenas y baquianos jugaron un papel clave. Para la mayoría de las comunidades –dicen los productores de esta película–, el jaguar es un ser mayor, que llegó para enseñar; un ser que apareció primero y del cual partieron muchos linajes y culturas. Lo ven como un ser supremo y de mucho conocimiento, “algo así como un abuelo”, dijeron.
Kogi, por ejemplo, quiere decir tigre. Para los sikuanis, explican Simón y Carlos Enrique, las garras y los colmillos
representan sus flechas y su arco. Los chamanes jaguares, una comunidad de Yuruparí, tienen una relación tan fuerte con este animal que asumieron su nombre. Todos, como los sionas, cofanes, kamsás e ingas, lo ven como un ser muy valioso dentro del chamanismo.