Educación ambiental: ¿Para qué? ¿Para quién? ¿Para cuándo?
La mayoría de colegios adoptaron el Proyecto Ambiental Escolar (Prae), con una variedad grande de aproximaciones: desde muy básicas, como incentivar la separación en la fuente, el reciclaje y el ahorro de agua, hasta algunas más sofisticadas, como los cultivos orgánicos para consumir en los hogares y la instalación de energías renovables como ejemplo en los colegios.
No cabe duda de que las instituciones educativas son sensibles a la preocupación ambiental creciente y tienen una buena intención en todas estas actividades. Sin embargo, el reto ha crecido exponencialmente en los últimos 30 años, pues el aumento poblacional, la globalización acelerada y los adelantos tecnológicos vertiginosos nos han acercado a la insuficiencia del planeta.
Ahora nos cuestionamos si la economía actual, que está basada en lograr que se consuma más para que se compre más, y que se desperdicie más para que se consuma más, como sinónimo de progreso, es realmente un círculo vicioso de destrucción de nuestra base de la vida, que presupone equivocadamente que el planeta es infinito.
El caso del buque Exxon Valdez, que derramó en 1989 gran cantidad de petróleo en Alaska por la irresponsabilidad del capitán y uno de sus pilotos, contaminando más de 2.000 kilómetros de playa, es un buen ejemplo de lo que debemos hacer. La mayoría de ciudadanos reaccionaron no comprando gasolina en las estaciones de servicio de esa compañía hasta que pagó los perjuicios, tasados en 5.000 millones de dólares, y recogió la mancha de aceite lo más completo posible. La gente obligó tanto a las autoridades como a los infractores a reparar el daño de la forma más cercana a restituir las condiciones anteriores al derrame. La educación ambiental que se requiere hoy debe ser de ese orden si queremos cambiar el curso del mundo.
El problema requiere un redimensionamiento mucho mayor. Los investigadores del Stockholm Institute of Environment nos alertaron acerca de que ya sobrepasamos la capacidad de asimilación planetaria en cuatro grandes temas: el cambio climático; la pérdida de biodiversidad, que atenta contra la seguridad alimentaria por la desaparición de los insectos principalmente; la desproporción exorbitante del fósforo y del nitrógeno en los ciclos biogeoquímicos por la exagerada agricultura química; y la contaminación del agua y el aire, que anualmente significa el 16 por ciento de las muertes totales del planeta.
El ejemplo más claro es el del cambio climático. Una de las investigadoras, Spaiser, analizó los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en un ejercicio estadístico sofisticado para demostrar que el “desarrollo sostenible”, tal como está planteado hoy, da como resultado un oxímoron, es decir, una contradicción en sí mismo: para avanzar y alcanzar 13 de los 17 objetivos hay que sacrificar, por lo menos, tres, que son nada menos que la protección de los mares, la protección de la tierra y la disminución de las emisiones de CO2, bajo el modelo económico actual.
En el caso de Colombia, con mi tesis doctoral planteé un ejercicio para todos los municipios y departamentos que mide 60 variables y cinco riquezas (la riqueza humana, intelectual, natural/ambiental, pública/institucional y la privada), que demostró que estamos creciendo a costa de acabar con la riqueza natural/ambiental y, por lo tanto, no estamos logrando el desarrollo territorial sustentable.
Debemos preocuparnos por cambiar el modelo de “desarrollo” actual, que ha sido antropocéntrico, acaparador, acumulador, derrochador, egoísta, consumidor compulsivo, machista, por uno ecocéntrico, solidario, de sobriedad y mesura en la tenencia de las cosas; que disfrute placeres diferentes al hedonismo egoísta, con el altruismo que se goza en ver que los demás también disfrutan de una vida digna, más allá del salario de cuasisubsistencia, hoy amenazado por la precarización e incertidumbre del empleo, por la misma razón del progreso tecnológico y de la globalización de la producción. Esto trasciende la discusión de izquierda y derecha, y se convierte en el reto civilizatorio que nos afecta y beneficia a todos porque es de orden planetario.