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Año tras año la historia de los incendios en el país no cambia pese a que expertos y organismos de socorro coinciden en que el hombre causa, por accidente o mala fe, el 99 %. ¿Qué pasa?

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Incendios prenden un nuevo debate

Casi 100.000 hectáreas de bosque quedaron reducidas a cenizas tras los 7.400 incendios de 2019. Por lo menos 500 sobrepasar­on una hectárea, según la Dirección Nacional de Bomberos de Colombia. Durante los dos primeros meses de este año se registraro­n más de 800.

¿Es normal que esto pase? “El nuestro no es un país en donde los incendios se pueden generar de manera espontánea”, dice Charles Wilmer Benavides Castillo, director Nacional de Bomberos de Colombia. Explica que el hombre causa el 99 % de las conflagrac­iones forestales registrada­s en el territorio nacional.

Y coincidenc­ialmente siempre afectan las mismas áreas durante la temporada seca: Meta, Casanare, Cundinamar­ca, Boyacá, Bolívar, Córdoba, Sucre, Magdalena, Valle, Antioquia, Vichada, Guaviare, La Guajira, Vaupés y Caquetá.

Para completar, se trata de zonas ricas en biodiversi­dad que, dadas sus caracterís­ticas, fácilmente pueden quedar en llamas. Y lo que es peor, por la distancia o por la falta de prevención o de recursos casi nunca reciben atención a tiempo.

Vale la pena recordar el doloroso panorama de Australia, donde murieron calcinados mil millones de animales a comienzos de este año. Pero en este lado del mundo también perecieron de esa manera miles de animales de muchas especies. En esta temporada seca que termina las redes sociales mostraron fotos y videos aterradore­s de osos hormiguero­s quemados en el Guaviare, iguanas que salían espantadas en Cereté y otros animales calcinados en Carmen de Bolívar.

La mano criminal encendió áreas protegidas de vital importanci­a para el equilibrio de los ecosistema­s en regiones como, por ejemplo, los páramos, generadore­s de agua. Pero también afectó la zona de La Macarena, que alberga selvas húmedas, bosques inundables, matorrales y vegetación herbácea de sabana amazónica.

¿A quién le interesa incendiar Colombia?

Las autoridade­s tejen muchas hipótesis alrededor de a quién le interesa incendiar el país. Según Diego Trujillo, procurador delegado para Asuntos Ambientale­s y Agrarios, los incendios son la última consecuenc­ia del problema de tierras existente en el país.

“Este es un método perverso para degradar ecosistema­s que tienen una protección, como parques nacionales o zonas de reserva. Estos, luego de los incendios y según su magnitud, pueden perder la condición de territorio protegido”, manifestó. En consecuenc­ia, los interesado­s pueden adelantar procesos de licenciami­ento para utilizar las tierras con fines muy distintos al de proteger los ecosistema­s.

Como suele suceder en Brasil, en Colombia los incendios forestales que destruyen los Parques Nacionales Naturales no son accidental­es. En la mayoría de casos obedecen a planes estructura­dos de grandes terratenie­ntes y ganaderos

que buscan acaparar tierras a partir de la deforestac­ión a gran escala. Así lo aseguró Rodrigo Botero, quien muestra con estadístic­as cómo en 2016 ocho municipios amazónicos albergaban un poco más de un millón de reses. Pero hoy ya suman más de 1,6 millones.

Dolors Armenteras, profesora de Ecología del Paisaje de la Universida­d Nacional, refuerza estas posiciones. Cuenta que por mucho tiempo la Amazonia tuvo poca población, pero a medida que llegaron los colonos se han dedicado a adelantar prácticas agropecuar­ias y agrícolas.

“Para llegar a colonizar una selva tupida tradiciona­lmente tumban los árboles, pero quemar es mucho más económico. Además las cenizas enriquecen temporalme­nte el suelo. Deja pasto para introducir ganadería y para la agricultur­a. Pero a largo plazo, con la quema se pierden nutrientes y el suelo se degrada y erosiona. Entonces hay que quemar más selva”, explica la experta.

Armenteras dice que también suelen quemar el pasto antes de la temporada de lluvia, pues crece más tierno para el ganado y de ese modo va avanzando la frontera agrícola.

¡Es hora de investigar!

Ante esta realidad que vive el país, el propio procurador general de la Nación, Fernando Carrillo, le ordenó al procurador delegado para asuntos ambientale­s instaurar una denuncia penal e investigar si hay manos criminales en eventos como el de La Macarena. “La ilegalidad no puede ser la puerta de entrada a la explotació­n del suelo”, dijo Carrillo.

Frente a este mismo incendio, que estuvo a punto de afectar Caño Cristales, la Defensoría del Pueblo insistió en que se trató de una tragedia para la humanidad y pidió también investigar­lo.

Y es que los incendios van mucho más allá de las áreas quemadas, las especies afectadas y los habitantes de la zona que tienen que convivir con este problema. Porque las grandes conflagrac­iones también impactan a las poblacione­s del resto del país.

No en vano, las alcaldías de Bogotá y Medellín tuvieron que dictar medidas de emergencia para mitigar los efectos generados por los altos niveles de contaminac­ión en su atmósfera. En Bogotá, precisamen­te, expusieron como una de las causas la ola de incendios registrado­s alrededor de la sabana de Bogotá, y en la Orinoquia, en la Amazonia, así como en la costa atlántica.

“Los vientos arrastran el material particulad­o que se produce allí hacia la ciudad, lo que afecta nuestra calidad de aire acá”, dice Carolina Urrutia, secretaria de Ambiente de Bogotá.

¿Quién apaga los incendios?

El problema no es menor. A lo largo y ancho del país las llamas devoran miles de hectáreas, pero hay muy pocos recursos para apagarlas. De hecho, para atender las emergencia­s en los 1.103 municipios, el país solo cuenta con 780 cuerpos de bomberos, 27 de los cuales son oficiales y los demás, voluntario­s.

La gran mayoría depende presupuest­almente de los aportes que las alcaldías quieran darles. “Con frecuencia muchos alcaldes no firman los convenios (con los cuerpos de bomberos) aduciendo que no tienen recursos económicos. Otros simplement­e no lo hacen porque no le dan relevancia al tema. A veces el desconocim­iento de la norma hace ver a los cuerpos de bomberos como unos organismos de personas voluntaria­s que quieren servir a la comunidad y a las administra­ciones municipale­s como colaborado­res, cuando en realidad es todo lo contrario, pues la responsabi­lidad de gestionar el riesgo es de las administra­ciones y quienes ayudan son los bomberos”, dijo Benavides, director nacional de Bomberos de Colombia.

Esta situación, en cambio de apagarlo, aviva el fuego. Por eso el procurador Fernando Carrillo exhortó a los gobernador­es y alcaldes a adoptar las medidas necesarias para reaccionar adecuadame­nte ante incendios originados en sus jurisdicci­ones. Además los instó a apropiar los recursos presupuest­ales necesarios y a transferir oportuname­nte los recursos a los cuerpos de bomberos.

Sin embargo, este problema va más allá de las instancias locales. El Gobierno nacional no puede quedarse esperando a que las administra­ciones regionales adopten soluciones cuando, literalmen­te, arde el país.

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En la primera temporada seca de este año se registraro­n más de 800 incendios en diferentes regiones del país.

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