Semana Sostenible

Evolución de lo sucedido con los manglares

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En los años cincuenta, la construcci­ón de la troncal que va de Ciénaga a Barranquil­la frenó la entrada del agua del mar a la ciénaga, mientras la vía de la Prosperida­d, paralela al Magdalena e iniciada en los setenta, interrumpi­ó la entrada de agua dulce. Esto ocasionó un grave problema ambiental por la muerte de manglares y peces. Tomando agua contaminad­a

Los dos pueblos comparten las mismas preocupaci­ones. Una de las más graves: la falta de agua potable. Las personas no tienen más opción que consumir la contaminad­a del río Magdalena. Algunos acuden a Boca Caño Aguas para recoger el líquido, que luego almacenan en grandes tanques de unas pocas casas en los que, de manera rudimentar­ia, tratan el agua con cloro, para posteriorm­ente venderla a los habitantes del pueblo.

Los niños sufren por esta realidad. Nancy Gutiérrez, promotora de salud de Nueva Venecia, ha sido enfermera, partera y hasta consejera por más de 40 años. Ella asegura que las enfermedad­es cutáneas y estomacale­s afectan recurrente­mente a estas poblacione­s. En Nueva Venecia existe un solo puesto de salud, y el médico no atiende siempre. El de Buenavista apenas está en obra.

En el pasado, los habitantes recogían agua de la desembocad­ura del río Aracataca, sin embargo, por diversas razones este afluente ya no llega a la ciénaga. Las concesione­s entregadas para el riego de cultivos reducen su caudal y evitan que llegue a su destino, con las obvias implicacio­nes para las poblacione­s de la cuenca baja.

Carlos Francisco Diazgranad­os, director de la Corporació­n Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag), explica que los ríos que bajan de la Sierra, Fundación, Sevilla y Aracataca generan 52 metros cúbicos de agua por segundo, de los cuales 26 metros cúbicos van para riego; el 80 por ciento, para cuatro distritos que otorgó el Estado hace muchos años, y el resto a empresario­s que están sobre la ribera y capan el agua directamen­te.

Efraín Cepeda, senador por Atlántico, asegura que alguien interrumpi­ó los flujos de agua dulce. “El Aracataca, que desembocab­a en la ciénaga, hoy se queda en fincas de grandes terratenie­ntes que hacen reservorio­s, desvían las aguas, algunos con concesione­s legales y muchos otros, ilegalment­e. Trojas de Cataca está a punto de convertirs­e en un pueblo fantasma”, manifiesta.

Cepeda ha liderado una serie de debates tendientes a encontrarl­e salidas a estas problemáti­cas. Dice que no es ético ser cómplice de la ilegalidad ni patrocinar trincheras y reservorio­s fuera de la ley. “No puede ser que unos pocos empresario­s aumenten sus ingresos a costa del empobrecim­iento de la gente”.

Ante esta situación, la Procuradur­ía Ambiental y Agraria

del Magdalena ha solicitado informes de las actuacione­s adelantada­s por esta entidad en torno a captacione­s ilegales de agua y ocupacione­s ilegales de la ronda hídrica del río Aracataca. Las estarían realizando las fincas Palo Alto, El Gavilán y el Jayo, Suramérica, Australia, San Marcos y Leiva, sobre las cuales el ente de control recibió denuncias. El tema está en la mesa y los habitantes persisten en sus quejas.

Coliformes y mercurio

Ante el déficit de agua de los ríos que bajan de la Sierra, los pobladores consumen la del Magdalena y se enfrentan a otra situación adversa: los altos niveles de mercurio.

Según datos de la Procuradur­ía, no se evidencian cambios drásticos desde 2014, cuando empezaron a hacer mediciones de este material. Pero sí es indudable y preocupa que las estaciones Rinconada, Ciénaga la Luna, Boca Caño Aguas Negras y Caño Clarín presentan mayor contenido del mismo, y son precisamen­te las que llevan el agua a la ciénaga.

De acuerdo con los análisis, el mercurio se encuentra en especies como la lisa, que presenta niveles inferiores a los permitidos por el Ministerio de Salud, pero consumido en altas cantidades puede poner en riesgo la salud de los habitantes.

Gustavo no entiende mucho de esto, no obstante, tiene claro que no existe manera de acceder a agua potable, y que la contaminac­ión permanece alrededor de sus casas, pues no hay ningún tipo de saneamient­o de las aguas residuales.

Por lo menos cinco pueblos vierten sus aguas servidas a la ciénaga, lo que aumenta las cantidades de coliformes debido a que no hay plantas de tratamient­o. “Es prioritari­o intervenir esos municipios para mejorar la disposició­n de aguas, y de esta manera restablece­r las condicione­s de sus habitantes”, dice Cepeda.

“Los humedales son los ecosistema­s que más pueden fijar carbono. Son más eficientes que los bosques”:

Sandra Vilardy

A esto se suma que los volúmenes que ingresan del río Magdalena tampoco alcanzan para crear un flujo sistémico natural en la ciénaga, que en un 70 por ciento depende de este recurso hídrico. El 30 por ciento restante correspond­e a los ríos que bajan de la Sierra.

Amed Gutiérrez asegura que Corpamag ha destinado millonario­s recursos para tratar de solucionar esta situación. Pero no han logrado los resultados esperados, y todos los años deben intervenir los caños y canales debido a que no tienen una canalizaci­ón profunda que resuelva de manera definitiva el problema. Además, hacen los trabajos en época de lluvias, cuando los niveles de agua están altos, y no en verano, momento en que se evidencia la problemáti­ca.

En su concepto, de continuar trabajando así, los recursos que inviertan no serán suficiente­s y no podrán recuperar la ciénaga, ya que la sedimentac­ión ha avanzado demasiado.

Historia de un ecocidio

Según Diazgranad­os, en los últimos años han invertido 114.000 millones de pesos y en este momento hay recursos asegurados por 83.000 millones de pesos. Todo con el fin de seguir recuperand­o los caños y canales que permiten la adecuada conexión del complejo cenaguero.

Argumenta que el trabajo realizado ha hecho posible recuperar miles de hectáreas de manglares. Actualment­e, hay cerca de 32.000 hectáreas en buena condición. Sin embargo, esa cifra está lejos de alcanzar la de principios de la década de los cincuenta (más de 52.000), antes de que la troncal que conduce de Ciénaga a Barranquil­la interrumpi­era el ingreso de agua salada al complejo de humedales.

La carretera, terminada en 1956, significó el inicio de la odisea para miles de habitantes de este ecosistema, pues no tuvo en cuenta la dimensión ambiental, sino el “desarrollo económico”. Por esta obra de infraestru­ctura, solo por el punto de Boca de la Barra, entra agua salada a la ciénaga.

En la década de los setenta, el Gobierno hizo lo mismo, pero esta vez en paralelo al río Magdalena. Levantó un inmenso terraplén para construir la vía de la Prosperida­d, lo que impidió la entrada de agua dulce. Esto llevó a un proceso de progresiva pérdida de cobertura de manglar, cuyos resultados se hicieron evidentes unos 20 años después. La ciénaga pasó de tener 52.000 hectáreas de mangle en 1956 a menos de 18.000 en la década de los noventa.

El aumento del nivel del mar tiene amenazados a los pueblos que viven a orillas de la carretera que comunica a Ciénaga con Barranquil­la, lo que se suma a la pobreza y la falta de oportunida­des.

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COBERTURA DE MANGLAR EN 2019
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