Semana Sostenible

1.100 INDÍGENAS

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de la Alta Guajira trabajan por disminuir el plástico en la península.

Al rebuscar en su memoria, esta mujer recuerda que en su adolescenc­ia el sueño de trabajar por la comunidad estuvo a punto de esfumarse por la tradición de casar a las niñas. Cuando terminó su estudio en un internado indígena, tuvo que irse a Maracaibo para cuidar de su padre enfermo. Allí la recibieron con una amarga noticia: el hermano mayor de su mamá le tenía candidato para casarse.

“Pero como siempre he sido rebelde, me armé de valor y le dije a mi padre que no iba a aceptar el negocio. Regresé a Uribia con un castigo: me desheredar­on. Aunque eso no me importó, y al poco tiempo me casé por voluntad propia y tuve a mis cuatro hijos. Si no hubiera seguido mi instinto de rebeldía, lo más probable es que hoy estaría en peores condicione­s que mis hermanas wayús”.

Esta imponente wayú, que estudió derecho en legislació­n indígena, cuenta con aliados de peso: las Fuerzas Militares. “Ellos siempre están dispuestos a atender mis peticiones cuando se presenta algún inconvenie­nte en las comunidade­s. Sin embargo, esas amistades no han caído bien del todo y he recibido muchas amenazas de las Autodefens­as Unidas de Colombia y enemigos de la fuerza pública”.

A pesar de los obstáculos, esta indígena no tiene intencione­s de dar marcha atrás. Además de luchar por las causas sociales, apoyar al Movimiento Ambientali­sta es su campaña por la Alta Guajira. Bajo su liderazgo, los 700 wayús de Murujuy y Wayutpa han disminuido el uso de las bolsas.

“Me llena de orgullo llegar a una ranchería donde cada vez hay menos plásticos colgados en los cardones y trupillos. Sembramos especies como cactus, cuyo fruto sirve de alimento para los wayús, y pichiguel, que tiene poderes medicinale­s como pulverizar los cálculos renales”.

Angie López, la hija menor de Rosa, heredó su amor por el trabajo social. Su labor de enfermera le ha permitido salvar a varios niños desnutrido­s en las rancherías, entre ellos Sury Saray, una pequeña de 2 años que parecía de meses.

“La niña tenía una desnutrici­ón severa, tanto así que su perímetro braquial arrojaba muerte. La familia se opuso a que me la llevara al hospital, por lo cual reporté el caso a una comisaría. Después de varios intentos, la logré llevar a Riohacha, donde fue ingresada a la unidad de cuidados intensivos. Se salvó de milagro, y hoy en día Sury ya tiene 7 años. La mamá me agradece mi terquedad”.

Angie ha rescatado otros 120 niños de 15 comunidade­s, siempre con el apoyo incondicio­nal de su progenitor­a. “Estoy segura de que seguiré con ese trabajo social de mi mamá, al cual hoy en día se suma la educación ambiental para disminuir el plástico. Una ventaja es que los indígenas son muy obedientes cuando ven resultados”.

 ??  ?? Más de 300 voluntario­s se han vinculado al proyecto #Yosoyguaji­ra. Desde mediados del año hacen campañas regionales en sus ciudades para recolectar fondos y ayudas que llevan a la zona a final de año. Con los recursos han financiado cuatro aulas ambientale­s.
Más de 300 voluntario­s se han vinculado al proyecto #Yosoyguaji­ra. Desde mediados del año hacen campañas regionales en sus ciudades para recolectar fondos y ayudas que llevan a la zona a final de año. Con los recursos han financiado cuatro aulas ambientale­s.
 ??  ?? En febrero de 2020, Piorrira Pushaina, con 65 años, de la ranchería Wayutpa en Uribia, participó por primera vez en las jornadas de voluntaria­do y ayuda. En un comienzo no creía que pudieran hacer algo por ella y su familia. Al final acompañó la jornada de siete días y prometió llegar puntual a la próxima.
En febrero de 2020, Piorrira Pushaina, con 65 años, de la ranchería Wayutpa en Uribia, participó por primera vez en las jornadas de voluntaria­do y ayuda. En un comienzo no creía que pudieran hacer algo por ella y su familia. Al final acompañó la jornada de siete días y prometió llegar puntual a la próxima.

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