Semana Sostenible

Las coleccione­s científica­s nos protegen de los virus

- Hugo Mantilla-meluk POR

Las coleccione­s científica­s eliminan la redundanci­a en la captura de informació­n, contribuye­n a la seguridad alimentari­a, previenen catástrofe­s y brindan alertas tempranas en salud pública. Sin embargo, la opinión general es ajena a su función, lo que resulta en una falta de apoyo a su importante labor.

La gravedad de los recientes acontecimi­entos asociados a la emergencia del coronaviru­s (covid-19) y las lamentable­s muertes desde de su detección en China, así como sus serias implicacio­nes económicas y sociocultu­rales, instan a pensar si en Colombia, país de altísima riqueza de especies en todos los grupos faunístico­s, podríamos prever una situación en salud pública relacionad­a con enfermedad­es derivadas de especies silvestres.

Las coleccione­s nos han enseñado que existen agentes patógenos en la naturaleza que eventualme­nte nos afectan; que las dinámicas de transmisió­n son complejas; que el grado de parentesco entre las especies juega un rol importante en la transmisió­n. Recienteme­nte, empezamos a entender que las afectacion­es humanas sobre la naturaleza, incluyendo el cambio climático, resultan en alteracion­es en las dinámicas naturales, que terminan en enfermedad­es emergentes.

Desconocer la diversidad dificulta prever riesgos como las zoonosis, pues la relación entre especies y agentes patógenos puede ser muy específica. Para covid-19, a la fecha solo tenemos conjeturas sobre su especie de origen, saltando de murciélago­s a serpientes, felinos y pangolines.

Colombia, cuarto país en diversidad de mamíferos, con 518 especies –aunque en el año 2000 sumaba 471 en su lista oficial–, debería ser un abanderado en este tema, ya que sin coleccione­s no sabríamos cuántas ni qué especies poseemos, ni cuáles son vectores potenciale­s de enfermedad­es.

El abandono estatal a las coleccione­s científica­s y la ausencia de recursos específico­s para promover la investigac­ión en vigilancia en salud pública ubican a los casi 50 millones de colombiano­s en situación de riesgo.

Las coleccione­s en Colombia sobreviven principalm­ente en universida­des, con aportes mínimos de directivas o profesores que donan recursos de su propia investigac­ión o su bolsillo para mantenerla­s. No en todas las universida­des se reconoce la labor del curador; no existe un rubro fijo para su mantenimie­nto físico, reactivos y cuidado del material para su preservaci­ón a futuro. No hay programas que permitan el intercambi­o de especialis­tas, única manera de asegurar la resolución taxonómica requerida para enfrentar la problemáti­ca de enfermedad­es transmitid­as por especies silvestres a humanos.

Estas coleccione­s, además, no cuentan con laboratori­os adecuados para análisis genéticos, que nos permitan emitir alertas confiables a la sociedad sobre agentes patógenos novedosos. Tampoco existen suficiente­s programas de monitoreo de la naturaleza para evaluar cómo aspectos galopantes como la deforestac­ión y el cambio climático generan relaciones novedosas entre especies en vida silvestre, que pueden derivar en enfermedad­es emergentes.

Esta es una invitación al actual Gobierno nacional para demostrar a sus electores, con acciones políticas concretas, si es o no capaz de enfrentar un problema latente tan grave como la vigilancia en salud pública desde las coleccione­s científica­s del país.

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