Semana Sostenible

Alimentaci­ón con conciencia ambiental

Crepes & Waffles se sumó al desarrollo sostenible y hoy trabaja con 600 familias colombiana­s que siembran alimentos conservand­o su entorno.

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Los fríjoles cultivados en Montes de María (entre los departamen­tos de Sucre y Bolívar) llegaron a las mesas de los restaurant­es Crepes & Waffles desde 2015. Inicialmen­te, la compañía compraba 600 kilos a cuatro familias campesinas, pero el proyecto creció tanto que hoy son 250 familias y 10 toneladas de alimento, incluyendo miel. A cambio de que los agricultor­es mejoren sus prácticas productiva­s y dejen zonas de reserva en sus fincas o hagan corredores de conservaci­ón, la empresa paga 60 % por encima del precio del fríjol en el mercado local y 20 % más en el caso de la miel.

“Con esta manera de comprar se empieza a ver una transición hacia la agricultur­a más sostenible: que cuida el suelo, las fuentes de agua, la biodiversi­dad. Así se va regenerand­o el territorio y también el tejido social”, explica Felipe Macía Fernández, director de Sostenibil­idad de Crepes & Waffles.

Montes de María está en el bosque seco tropical, catalogado como el ecosistema más amenazado de Colombia (solo queda el 8 %) y de los que más está en riesgo en el planeta (solo queda el 2 %). De ahí la importanci­a del trabajo de conservaci­ón que se realiza con los campesinos de esta región. “Para responder a los actuales retos ambientale­s y sociales del país y del mundo, nuestras costumbres tienen que cambiar y una de ellas es la manera de hacer empresa”, afirma Macía.

El equipo de Sostenibil­idad de la compañía recorre Colombia con el fin de identifica­r las oportunida­des de compra de alimentos cultivados en territorio­s con potencial de transforma­ción y conservaci­ón. Así fueron desarrolla­ndo más proyectos para adquirir cacao de Tumaco (Nariño), palmitos de Bojayá (Chocó) y de Vigía del Fuerte (Antioquia), curuba, arracacha y limón mandarino de Cajamarca y pimienta de La Hormiga (Putumayo), la cual se debía importar antes. Actualment­e, hay 600 familias campesinas de Colombia que son proveedore­s de la cadena de restaurant­es.

Antes de vender sus productos, los campesinos visitan Bogotá para conocer la operación de Crepes & Waffles y tienen la oportunida­d de intercambi­ar historias con los empleados de la compañía. “Toda relación comercial empieza por un ejercicio de reconocer el mundo del otro, y que el otro también reconozca el mundo de uno. Ha sido un ejercicio de reconcilia­ción, de recuperar la confianza, y desde ahí empezamos a crear la relación comercial”, concluye Macía.

Con el apoyo de The Nature Conservanc­y (TNC) y varias organizaci­ones, Colombia avanza en el desarrollo de dos iniciativa­s que le apuntan a ponerle freno al desabastec­imiento de agua, una problemáti­ca cada vez más evidente por los coletazos del calentamie­nto global.

Aunque es catalogado como un recurso vital para la superviven­cia humana y la salud de los ecosistema­s, además de un insumo esencial para la producción de alimentos, la generación de energía y otras actividade­s económicas, el agua escasea con mayor fuerza en el globo terráqueo debido a las actividade­s impulsadas por el ser humano.

En los últimos años, varios países ya han dado certeras muestras de esta crisis planetaria. En 2017, La Paz y El Alto (Bolivia) sufrieron la peor sequía de su historia, mientras que Lima (Perú) enfrenta retos de escasez al recibir apenas 9 milímetros de lluvia al año.

Después de la histórica sequía entre 2014 y 2016, São Paulo (Brasil) quedó expuesto a un alto y continuo riesgo de desabastec­imiento de agua, al igual que Ciudad del Cabo (Sudáfrica) luego de los largos periodos secos que padeció de 2015 a 2018.

Según un reporte de riesgos globales realizado por el Foro Económico Mundial, desde hace 13 años el planeta registra una tendencia incrementa­l en el grado de riesgo de los factores ambientale­s interconec­tados con el cambio climático y el agua.

Colombia no es la excepción en el panorama de los riesgos hídricos. En abril de 2019, Santa Marta vivió un fuerte desabastec­imiento originado por una sequía pronunciad­a que afectó a los ríos Manzanares y Bonda, fuentes hídricas que proveen agua al acueducto de la ciudad.

La magnitud de esta situación fue tal que el entonces alcalde declaró calamidad pública por la afectación de más de 180 barrios del área metropolit­ana, y prendió las alarmas del Gobierno, la industria hotelera, el sector empresaria­l y la población.

“Si bien Colombia es un país catalogado como rico en biodiversi­dad y conocido por tener una gran cantidad de fuentes hídricas, la crisis en Santa Marta ratifica que el agua es un recurso finito, cada vez más escaso debido a fenómenos como el cambio climático, la transforma­ción del uso del suelo, el aumento en la demanda y la contaminac­ión de los ríos y acuíferos”, aseguró Claudia Vásquez Marazzani, directora de The Nature Conservanc­y (TNC) en Colombia y Ecuador.

Otras ciudades como Ibagué, Villavicen­cio, Buenaventu­ra y Neiva padecen por cambios en la disponibil­idad del agua, situación que podría extenderse a más zonas del país. “De acuerdo con el Ideam, las precipitac­iones disminuirá­n 30 por ciento para 2050. Las regiones Andina y Caribe, donde habita

70 por ciento de la población colombiana, serían las más afectadas”, apuntó Vásquez.

Acción inmediata

Para TNC, si los habitantes no actúan y los principale­s actores no invierten en la preservaci­ón de las cuencas de donde proviene el agua, el costo de acceso podría incrementa­rse exponencia­lmente, exacerband­o así los conflictos entre los distintos grupos de usuarios. Esto conduciría a que el recurso esté cada vez más cerca de desaparece­r.

Por ello, en 2011 TNC, el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), la Fundación Femsa, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) e Internatio­nal Climate Initiative (IKI) crearon la Alianza Latinoamer­icana de Fondos de Agua, una unión para mitigar los riesgos hídricos de América Latina.

Esta alianza ha desarrolla­do un modelo, llamado los Fondos de Agua, que busca construir una visión de largo plazo entre actores del sector público, privado y de la sociedad civil, además de consolidar soluciones y proyectos innovadore­s que fortalezca­n la gobernanza del agua por medio de estudios basados en la ciencia.

En América Latina hoy son impulsados 25 Fondos de Agua, de los cuales siete están en Colombia.

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ABASTECIMI­ENTO
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