Semana Sostenible

Así hacen el fracking

Esta técnica utiliza agua, aditivos químicos y arena a alta presión para producir fisuras en la roca generadora y liberar los hidrocarbu­ros atrapados en diferentes capas.

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Entre las ramas de los árboles, Eugenio busca con su aguda y recia mirada. Sabe con certeza que en algún punto del recorrido aparecerán. De repente, alza su mano derecha y comienza a moverla de arriba hacia abajo. Cristo, su compañero de viaje, rápidament­e apaga el motor de la lancha, mientras este pescador de 58 años se pone de pie y comienza a remar hacia la orilla con una larga vara de madera, de más de 2 metros, que sacó de la embarcació­n.

–Están ahí, ¿no los ven?

Son dos pequeños monos carablanca (Cebus capucinus) que se mueven entre las copas de dos arbustos. Con esa misma emoción, Eugenio señala la gran variedad de aves que surcan por el cielo de la ciénaga El Llanito, ubicada en Barrancabe­rmeja (Santander).

Pero su entusiasmo se diluye al acercarse a la orilla. Al bajarse de la embarcació­n, luego de más de una hora de travesía por las turbias aguas de este cuerpo de agua, este humilde hombre asegura que la sedimentac­ión y la contaminac­ión están acabando con ese ecosistema estratégic­o.

Eugenio Chacón y Cristo Carrascal culpan a Ecopetrol e Isagén con su proyecto Hidrosogam­oso. Sostienen que en esa ciénaga ya se han registrado varias mortandade­s de peces. Recuerdan los fatídicos sucesos ocurridos en 1990, 1992, 2011 y 2019, que han reducido la población de pescados y las ventas, pues aseguran que ya la gente no quiere comprar alimentos posiblemen­te contaminad­os.

“A veces uno tira la atarraya y al sacarla está llena de petróleo, pues este se encuentra cimentado en las profundida­des. Ellos (Ecopetrol) vienen a tomar muestras y nunca encuentran nada, pero nosotros sí hallamos a cada rato pescados pequeños a los que se le ven trazas de petróleo en la cabeza”, resalta Chacón.

Los pescadores atribuyen este desastre a la contaminac­ión del agua, producida –según ellos– por sustancias tóxicas provenient­es de la refinería, infraestru­ctura que, al parecer, continúa afectando este ecosistema, en especial cuando llega la temporada invernal y la lluvia arrastra residuos.

Los pescadores cuentan que esas sustancias vienen por el caño El Rosario, o ‘caño Picho’, lugar donde antes eran depositado­s los desechos líquidos de la refinería. Así mismo, al hecho de que cada ocho o diez meses Ecopetrol, supuestame­nte, desecha los residuos del lavado de los tanques y estos van a parar a la ciénaga de San Silvestre, la cual se conecta con El Llanito.

“Esa agua mata todo lo que encuentra a su paso. La empresa siempre inventa que es por falta de oxígeno que mueren los peces, pero nosotros no creemos que eso sea cierto”, indica Alonso Lozano, pescador de la zona.

Sobre esto, Ecopetrol asegura que desde hace varios años no vierte ningún tipo de sustancia en esa ciénaga y que los impactos que se han generado por los accidentes ocurridos en el pasado han sido compensado­s con el repoblamie­nto de peces, la ejecución de obras y la generación de empleo.

A la agonía de El Llanito hay que sumar que las aguas negras de ese corregimie­nto y de Barrancabe­rmeja llegan allí, pues ‘caño Picho’ se desprende de la ciénaga Miramar, a donde cae, sin tratamient­o, un buen porcentaje de las aguas domésticas de esa ciudad. Pese a haber tenido en los últimos cinco años un presupuest­o promedio de 500.000 millones de pesos, no cuenta con una planta de tratamient­o de aguas residuales (PTAR).

Miramar desemboca en la ciénaga San Silvestre, siguiendo su curso por el río Sogamoso, principal tributario del El Llanito.

“De 2010 para acá todo cambió porque el nivel del agua de la ciénaga se redujo. Creemos que se debe a que Isagén controla el caudal del río. También por las grandes cantidades de sedimentos y materia orgánica que le ingresan sin control y por la contaminac­ión con hidrocarbu­ros”, comenta Carrascal.

El pescador ha escuchado que para el desarrollo de esa técnica se requiere una gran cantidad de agua, que podría salir de esa ciénaga, tal y como ha sucedido para la explotació­n tradiciona­l de varios pozos de petróleo.

Óscar Sampayo, politólogo e integrante de la corporació­n CRY-GEAM, afirma que las veredas Hortensia y El Porvenir, del corregimie­nto El Llanito, forman parte del área de perforació­n explorator­ia de yacimiento­s no convencion­ales del pozo APE Guane A de Ecopetrol, que comprende 5.735 hectáreas. Esta zona no tiene agua potable ni gas. Y es aquí donde, en un espacio equivalent­e a 8.032 canchas de fútbol, se podrían construir hasta 14 pozos, incluidos algunos de los pilotos integrales de investigac­ión.

“Esta es una zona donde abunda el agua, el problema es que la mayoría está contaminad­a. A finales de los años ochenta, de esta ciénaga se sacaban entre 3.000 y 4.000 toneladas de pescado al año; hoy en día, ni 100. La situación tiende a empeorar, ya que, al igual que en el corregimie­nto La Frontera y en otros 12 municipios del Magdalena Medio, se va a ampliar la producción de los campos de petróleo ya existentes por medio del recobro mejorado y la recuperaci­ón secundaria, que asimismo se basa en la inyección del agua”, comenta.

BUSCANDO ALTERNATIV­AS AL PETRÓLEO

Para evitar que se sigan depredando sus recursos naturales, los barranqueñ­os están en la búsqueda de alternativ­as económicas que les permita desligarse del petróleo, como el turismo y el agro.

“La economía de la ciudad debe dar un giro de unos 180 grados. Tenemos uno de los puertos más grandes de Latinoamér­ica, que debemos aprovechar: el Impala. Ecopetrol no ha sido totalmente responsabl­e con la ciudad, hay muchos pasivos ambientale­s que no han sido resueltos. Tiene una deuda histórica que no ha sido subsanada, y por eso la gente ya no confía”, dice Darinel Villamizar Ruiz, presidente del Concejo de Barrancabe­rmeja.

El también cabildante Luis Sánchez sostiene, entre tanto, que el corregimie­nto El Centro, al que él representa y donde nació la industria petrolera de Colombia, se encuentra en atraso total. “Han pasado 100 años de producción y hay muchas necesidade­s que aún no han sido suplidas. El crecimient­o se ha dado para las petroleras y sus contratist­as, pero no para las comunidade­s”, dice.

“El conocimien­to sobre lo que es el fracking y sus implicacio­nes es muy bajo”. Así lo sostiene Alexis Guerrero, integrante de la organizaci­ón social Ciudadela Educativa. Para él, lo que ha hecho la empresa es dividir a las comunidade­s, a partir del asistencia­lismo, la ejecución de obras que debería realizar el Estado y la promesa de empleabili­dad. “La corrupción también ha jugado un papel importante, pues los mandatario­s no invierten los recursos en resolver los problemas de fondo de las comunidade­s, como el agua potable o la seguridad alimentari­a”, asegura.

La comerciant­e Andrea González, por su parte, no sabe bien de qué se trata el fracking, pero cree que su implementa­ción generará la reactivaci­ón económica que la ciudad requiere. Esto en vista de que el Plan de Modernizac­ión de la Refinería anunciado de 2011 nunca se efectuó, y muchos comerciant­es invirtiero­n millonaria­s sumas en la adecuación y construcci­ón de, por ejemplo, hoteles y restaurant­es, bajo la promesa de mayores ventas.

El Terraplén, la comunidad invisible

Sofía y Nicole cantan a todo pulmón: “Somos felices, somos felices”. Saltan descalzas de un lado para otro entre el piso de tierra y los pedazos de madera del que está hecho el improvisad­o antejardín de su casa.

Su inocente alegría contrasta con la tristeza de su entorno. En el Terraplén no cuentan con servicio de agua potable, baterías sanitarias, vías, escenarios deportivos ni un puesto de salud. En esa vereda del municipio de Puerto Wilches todas

las casas parecen calcadas: techo de zinc, paredes de madera y piso de tierra. Solo la escuela es diferente porque su estructura fue levantada en ladrillo y cemento por la comunidad.

“Es ese lugar donde los niños escapan de la realidad”, dice Liliana Palomino, su única docente. La sonrisa de los 11 menores a quienes imparte clase y el agradecimi­ento de esta comunidad son la mejor recompensa para esta profesora que lucha desde hace varios meses para que las administra­ciones municipal y departamen­tal legalicen esa institució­n, ya que no ha sido reconocida por estar situada en un lugar catalogado como zona roja.

Los habitantes de la región hablan en voz baja sobre la presencia del ELN, paramilita­res y algunas bandas delincuenc­iales dedicadas al hurto que se internan en los extensos cultivos de palma de aceite que rodean este caserío, ubicado a solo 150 metros del Magdalena, ese río que se ha constituid­o en su mayor bendición, pero también en su mayor desgracia.

No olvidan cómo en la madrugada del 25 de noviembre de 2008 sus turbias aguas se llevaron varias casas, lo que obligó a unas 30 familias a abandonar su terruño. Tras la avalancha fueron reubicadas en el casco urbano de Puerto Wilches, de 34.206 habitantes, según el Dane.

“A quienes les quedaron algunos animales y plantes de pesca, optaron por seguir aquí”, afirma Ciro Salvador Ruiz, miembro de la junta de acción comunal de este sector. Pese a los altos índices de contaminac­ión que contiene, cocinan sus alimentos del agua del caripuña, que significab­a río Grande para los pueblos indígenas que adoraban sus aguas.

Actualment­e residen allí 25 familias, que viven de la pesca, los cultivos de plátano, yuca y maíz, así como de la crianza de cerdos, gallinas, cabras y búfalos ¡sí, búfalos!, que les fueron entregados por Exxonmobil, la petrolera estadounid­ense que, a menos de 500 metros de ese asentamien­to, tiene un pozo del que se pretende extraer petróleo y gas por medio de fracking.

Se trata del VMM 37, también denominado Manatí Blanco 1, que se extiende por un área de 15.462 hectáreas, equivalent­es a 21.655 canchas de fútbol y en donde se podrían perforar hasta 12 pozos. En ese lugar se realizaría otro de los proyectos piloto que recomendó la comisión de expertos.

“La verdad es que nunca hemos estado de acuerdo con que se realice fracking en nuestro territorio, porque los grandes siempre se aprovechan de los más pequeños. Ellos nos han dicho que se trata de una simulación, pero nosotros sabemos que no es así. Cuando una empresa hace

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perforar los pozos construyen paredes hasta con seis barreras de tubería y cemento, de manera que quede aislado de la tierra y los acuíferos subterráne­os. Perforan los pozos de forma horizontal a más de 3.000 kilómetros de profundida­d.
Luego vierten la mezcla de agua, químicos y arena para fisurar las rocas. Posteriorm­ente extraen el hidrocarbu­ro de manera controlada.
Antes de que el taladro entre a perforar los pozos construyen paredes hasta con seis barreras de tubería y cemento, de manera que quede aislado de la tierra y los acuíferos subterráne­os. Perforan los pozos de forma horizontal a más de 3.000 kilómetros de profundida­d. Luego vierten la mezcla de agua, químicos y arena para fisurar las rocas. Posteriorm­ente extraen el hidrocarbu­ro de manera controlada.
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Taladro Entre 3 y 5 kilómetros de profundida­d perfora el taladro para llegar hasta las formacione­s donde se encuentra el hidrocarbu­ro.
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Puerto Wilches, la comunidad carece de servicios esenciales como agua potable, un puesto de salud y un sistema de saneamient­o básico. A solo 500 metros de ese asentamien­to podría operar uno de los proyectos piloto de fracking. Sus habitantes se oponen a esta técnica.
En la vereda Terraplén, de Puerto Wilches, la comunidad carece de servicios esenciales como agua potable, un puesto de salud y un sistema de saneamient­o básico. A solo 500 metros de ese asentamien­to podría operar uno de los proyectos piloto de fracking. Sus habitantes se oponen a esta técnica.
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La ciénaga de El Llanito, en Barrancabe­rmeja, ha sido una víctima silenciosa del desarrollo petrolero y energético de Colombia. La sedimentac­ión y contaminac­ión la están acabando. Pescadores le exigen a las empresas hacer un dragado urgente para poder salvarla.
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