Semana Sostenible

La prueba superada de los Thunberg

La madre de Greta Thunberg cuenta, en un nuevo libro, cómo su hija superó el trastorno obsesivo compulsivo, los desórdenes alimentici­os y la depresión para convertirs­e en una de las ambientali­stas más poderosas del planeta.

-

Jose Vicente Guzmán POR

Durante diez años, ni Svante Thunberg ni Malena Ernman notaron algo extraño en el comportami­ento de Greta, su hija mayor. La veían como una niña normal, aunque un poco tímida y callada, que se la llevaba bien con su hermana menor, Beata, y a la que no le molestaba la vida nómada a la que estaban acostumbra­dos. Malena, una cantante de ópera que se hizo famosa cuando representó a Suecia en el concurso musical de Eurovisión en 2009, hacía giras por Europa. Y debido a su éxito, Svante, actor de teatro y columnista, había decidido retirarse y la acompañaba junto con las niñas. Eran felices, o así lo recuerdan. Incluso describen esa época como “idílica”.

Pero cuando Greta (de 11) entró a quinto de primaria todo cambió. Ambos notaron que ya no estaba bien: dejó de sonreír, abandonó el piano –una de sus pasiones– y comenzó a llorar insistente­mente en la casa y en el colegio. Tanto, que los profesores tenían que llamarlos para que la recogieran. Y lo peor, no volvió a hablar ni a comer. “Lo intentamos todo, pero nada daba resultado: desapareci­ó en una especie de oscuridad”, cuenta la madre en Nuestra casa está ardiendo, un libro escrito por los cuatro en el que hablan de esa etapa de la familia y que acaba de salir en Colombia.

Dos meses después la situación era insostenib­le: Greta casi no recibía comida y una vez, cuando intentaron obligarla, tuvo un ataque de ansiedad y gritó durante 40 minutos. Además, los médicos decían que se trataba de una depresión y de un desorden alimentici­o, pero ninguno había podido dar con la causa ni con la cura. Mientras tanto, la pequeña había perdido casi diez kilos, su temperatur­a corporal bajaba y la tensión arterial ya mostraba signos críticos.su hospitaliz­ación parecía inminente.

Sus papás no lo sabían, pero todo había comenzado cuatro años atrás, cuando en una clase la profesora presentó un documental sobre los efectos del cambio climático. Greta vio una isla de plástico que flotaba en el océano Pacífico y no pudo quitarse esa imagen de la cabeza. Sus compañeros también quedaron impresiona­dos, pero unos minutos

después lo habían olvidado y siguieron con sus vidas. Ella no: se obsesionó con el tema, empezó a buscar más datos y llegó a la triste conclusión de que no tenía futuro.

Ese comportami­ento no era gratuito. Luego de hacerle un examen neuropsiqu­iátrico para tratar de explicar su crisis, los médicos encontraro­n que Greta tenía síndrome de Asperger, autismo de alto funcionami­ento, trastorno obsesivo compulsivo y mutismo selectivo. Las personas que tienen Asperger suelen tener pocas habilidade­s sociales, pero se dedican con pasión a lo que les interesa. Ella había encontrado lo suyo: defender el clima, pero en ese momento sentía que no había salida.

La amenaza de ir a un hospital y el sufrimient­o de sus padres, sin embargo, la conmoviero­n tanto que comenzó a comer poco a poco. Pero mientras se recuperaba, Svante descubrió que su hija vivía un infierno en el colegio: los compañeros le pegaban y la molestaban, casi no tenía amigos y pasaba los recreos llorando en el baño. Y cuando se quejó, las directivas de la institució­n culparon a Greta “porque se comporta de manera extraña, habla demasiado bajo y nunca saluda”.

Por esa misma época, además, Beata, tres años menor, comenzó a tener ataques de ira con frecuencia. Desde pequeña hacía berrinches por cosas como la textura de la ropa, los sabores de comida que no le gustaban o los ruidos exasperant­es. Pero la situación había llegado a un punto crítico: una vez incluso le gritó a su mamá que era “la peor madre del puto mundo” y le lanzó todo lo que tenía a la mano. Para 2015, la vida idílica de Svante y Malena se había convertido en una tortura, en la que tenían que cuidar a Greta para que comiera bien y manejar a Beata para que no explotara. La propia Malena terminó deprimida y con agotamient­o profesiona­l.

Luego de varios exámenes, le diagnostic­aron a Beata trastorno por déficit de atención e hiperactiv­idad. Sus padres, entonces, cambiaron a sus hijas de colegio y crearon un ambiente acorde en la casa para cada una de sus condicione­s. Los cuatro, además, empezaron a escribir el libro como parte de una terapia familiar.

Para ese entonces, Greta había comenzado a hablar y ya les había contado de su preocupaci­ón por el clima. La pequeña estaba en una especie de cruzada y a punta de informes, documental­es, libros e investigac­iones los había convertido en activistas de primera línea. De hecho, gracias a la insistenci­a de la pequeña, la familia había comprado un coche eléctrico, su papá se había vuelto vegano y todos habían desistido de viajar en avión. Incluso Malena, que dependía de eso para su carrera musical. Además, estaban utilizando su fama para hablar sobre eso en los periódicos y en los medios suecos.

Greta no entendía cómo la gente podía seguir con su vida normal cuando el planeta enfrentaba una crisis de esta magnitud. Y, además, considerab­a el colmo que muchos mantuviera­n sus comodidade­s (comer carne, viajar en avión, consumir en exceso), aun cuando eso agravaba la situación. “Se dice que los negacionis­tas del cambio climático son unos

 ??  ?? Preocupada por el cambio climático, Greta dejó de comer y perdió casi diez kilos. Comenzó a mejorar gracias a su cruzada por el medio ambiente.
Preocupada por el cambio climático, Greta dejó de comer y perdió casi diez kilos. Comenzó a mejorar gracias a su cruzada por el medio ambiente.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia