Los males que secan la Ciénaga Grande de Santa Marta
La sedimentación, generada por la falta de mantenimiento en ríos, caños y canales por los que circula el agua que ingresa y sale de la ciénaga, está acabando con áreas importantes de la misma.
“La ciénaga es tierra de nadie, solo que algunos se la quieren apropiar, y principalmente los empresarios del sector agropecuario la usufructúan”:
Efraín Cepeda
Diazgranados manifiesta que para que haya pesca son fundamentales los mangles, y precisa que los servicios ecosistémicos de una hectárea de mangle equivalen a 600 millones de pesos al año, según un análisis realizado por el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar) en 2015. El mangle captura diez veces más CO2 que un bosque.
Para Sandra Vilardy, una bióloga marina que por años ha estudiado la problemática de la ciénaga, las condiciones de los habitantes de la zona son cada vez más precarias y el cambio climático intensifica sus riesgos. En efecto, con la temporada seca los flujos de agua disminuyen, lo que incrementa la sedimentación porque los niveles bajan y la salinización aumenta.
A esto se añaden los cultivos de arroz en los humedales. En algunas áreas de la ciénaga han rellenado estos ecosistemas para hacer plantaciones del grano.
Precisamente hace menos de dos años, luego de hacer una visita técnica ante las continuas quejas en torno al tema, el Ministerio de Ambiente ordenó suspender las obras adelantadas en un predio llamado San Antonio, en la parte rural del municipio de Sitio Nuevo. Sin embargo, no es el único caso. Los habitantes de la región hablan de miles de hectáreas utilizadas por muchos inversionistas con el mismo propósito.
Este tipo de prácticas impide la normal circulación de agua entre el complejo de ciénagas que forman parte del humedal, declarado Ramsar en 1998.
Según el informe del ministerio, compactar el suelo afecta su porosidad, así como la del subsuelo, que permite el intercambio hídrico de la zona. Esto impide los flujos verticales y horizontales. De esta forma afecta la prestación de los servicios ecosistémicos como la captura de CO2 e incrementa la salinización del suelo, lo que posteriormente genera resecamiento y afecta a especies de flora y fauna de la ecorregión.
Para Sandra Vilardy es claro que los derechos de las personas que habitan en los pueblos palafitos se están incumpliendo por el deterioro ecosistémico de la ciénaga.
En su concepto, el Plan de Desarrollo de Magdalena debe incluir el primer proyecto de hábitat anfibio, pues no se puede sacar a estas personas de allí. “Los planes de desarrollo no incluyen a la ciénaga. Lo único que están viendo en este momento es la vulnerabilidad de la vía por erosión costera, y es una realidad que el cambio climático también está afectando a los palafitos”.
De acuerdo con Vilardy, desde 2012 los expertos vienen registrando emisiones de metano en esta ecorregión, otro problema grave. Los humedales son los ecosistemas que más pueden fijar carbono, son más eficientes que los bosques; sin embargo, también son muy sensibles a la conectividad hidrológica. Si el agua no fluye, pierde
el oxígeno y los procesos biológicos pasan a la vía anaerobia, lo que produce metano, que tiene un efecto cuatro veces peor en la atmósfera que el CO2.
La dificultad es mayor si se tiene en cuenta que el complejo está muy cerca de Barranquilla y no hay conciencia de la gravedad del tema.
La amenaza del cambio climático
No solo los pueblos palafíticos sufren los efectos de la temporada seca. Los habitantes de poblaciones ubicadas sobre la vía que conduce de Ciénaga a Barranquilla también tienen un alto grado de vulnerabilidad.
Vilardy dice que estas personas sí que son víctimas del cambio climático. Pueblo Viejo y sus corregimientos Isla del Rosario, Palmira, Nueva Frontera y Tasajeras, en donde habitan unas 30.000 personas, están en riesgo de ser desplazados, pues ya tienen el agua del mar muy cerca. Sus humildes viviendas, en muchos casos construidas sobre la basura, se enfrentan al ascenso del nivel del mar y a la erosión costera.
Otoniel Barranco, concejal del municipio de Pueblo Viejo, cuenta que por lo menos 20 familias de Tasajeras debieron desplazarse porque el agua del mar literalmente les puso a nadar sus casas. Además no existe un plan de contingencia que permita hacerle frente a esta situación, ya que, según dice, los recursos del municipio no alcanzan para una contingencia de esta magnitud.
Las altas temperaturas y los largos periodos secos causan este problema, que se genera por el incremento en los niveles del mar. Eso pone en riesgo a poblaciones que en muchos casos ya habían sido desplazadas de otros lugares. Incluso algunas llegaron de Trojas de Cataca.