Semana Sostenible

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Los primeros años de acueducto, las tarifas del servicio se definieron por la capacidad de pago de cada familia, pero a inicios de los años noventa, con la aparición de la Comisión de Regulación del Agua Potable y Saneamient­o Básico, Adamiuain tuvo que cambiar su modelo de estratific­ación y medición y potabiliza­r el recurso.

“Fue una transición difícil, no solo por la infraestru­ctura que necesitába­mos, sino porque las personas ya estaban acostumbra­das a consumir agua sin límites. Eso nos ayudó a valorarla de nuevo. Bueno, eso y lo de la sequía”, explica Gustavo.

Una sequía, una oportunida­d

En esa misma época, una sequía ocasionada por el fenómeno de El Niño disminuyó el caudal de La Brava, obligándol­os a utilizar solo la cantidad de agua indispensa­ble.

Emprendier­on entonces un recorrido por los alrededore­s de la quebrada para determinar si había algún bloqueo en el caudal que pudieran solucionar, pero terminaron por darse cuenta de que en las fincas que estaban a ambos lados de la quebrada, la deforestac­ión –motivada por la ganadería y la agricultur­a– era una práctica común. Esto, sumado al uso intensivo del recurso hídrico y a su contaminac­ión, deterioró fuertement­e el caudal.

Los asociados juntaron fuerzas de nuevo para buscar una solución, pues como dice Beatriz Helena Rey, la gestora de los Andes Nororienta­les en WWF que los ha acompañado en los últimos años, “si algo caracteriz­a a esta comunidad es la solidarida­d”. Así que definieron, por idea de Cristo Miranda –actual secretario de la junta directiva–, un incremento en las tarifas del servicio en más de un 30 por ciento con el objetivo de comprar la finca más deforestad­a. Paralelame­nte, los campesinos de la zona empezaron a socializar cuál era el impacto de las talas y las quemas en el ecosistema.

La estrategia de adquirir predios adyacentes a la quebrada se convirtió en una de las prioridade­s. Lograron tener nueve terrenos para restaurar en un lapso de 20 años. “Compramos unos y otros nos los cedieron en comodato para su protección. Hoy, en esos lotes tenemos un bosque que se convirtió en un referente ecológico del país”,asegura Virginia Amaya, actual administra­dora de Adamiuain.

Mientras restauraba­n los terrenos, se enteraron de la existencia de las Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC) y decidieron inscribir las 281 hectáreas de sus predios bajo esta figura de conservaci­ón. Asesorados por la Red Colombiana de Reservas Naturales de la Sociedad Civil (Resnatur), Parques Nacionales y WWF, los directivos y asociados de Adamiuain empezaron un nuevo sueño colectivo: asegurar, mediante una reserva de este tipo, el futuro de sus fuentes hídricas y bosques y, a su vez, garantizar definitiva­mente el recurso vital para las 6.000 personas beneficiad­as.

Libardo Suárez, un funcionari­o de Parques Nacionales Naturales que los ha respaldado por varios años, está convencido de que aunque Adamiuain no ha recibido la resolución que la reconoce como una RNSC, la visión de conservaci­ón de la comunidad está más que asegurada: “Ellos son una muestra de riqueza social y medioambie­ntal. Un ejemplo de desarrollo verde para el país”.

Alejandro Gaviria sueña a Colombia, en términos medioambie­ntales, como “un país que logró, en parte como una respuesta cultural, una forma de inteligenc­ia social para preservar su biodiversi­dad”.

A sus 54 años, este ingeniero civil y economista, oriundo de Santiago de Chile, pero criado en Colombia, es considerad­o como uno de los intelectua­les y académicos más respetados del ámbito nacional.

Su capacidad de análisis le permite plantear una mirada distinta sobre problemas comunes. Esa sensibilid­ad para interpreta­r el contexto y formular respuestas y soluciones diferentes le ha valido al exministro de Salud y actual rector de la Universida­d de los Andes para ser reconocido y admirado por muchos.

En entrevista con Semana Sostenible, el también director del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe sostuvo, entre otras cosas, que en la educación se debe apelar a la razón y a las emociones con el fin de seguir ahondando en la toma de conciencia para que los ciudadanos reduzcan su impacto ambiental.

No podemos seguir dependiend­o del petróleo y la minería. Esta dependenci­a no tiene sentido económico y mucho menos ambiental. Los países, dice el economista Ricardo Hausmann, primero exportan lo que son, pero después son lo que exportan. Si seguimos exportando lo mismo, será muy difícil tener una política ambiental efectiva.

Después, están los temas sociales y de desarrollo regional que son claves, por ejemplo, para combatir la deforestac­ión. La inserción a la economía global de muchas regiones de Colombia sigue siendo problemáti­ca, por decir lo menos, dominada por la minería ilegal y el narcotráfi­co. Es una realidad difícil de cambiar. No hay milagros instantáne­os. Pero sin oportunida­des económicas en la periferia será difícil contrarres­tar la deforestac­ión.

Quisiera mencionar, finalmente, los desafíos crecientes de adaptación que impondrá el cambio climático, así como los desafíos urbanos de la calidad del aire, la provisión de agua, la consolidac­ión de los esfuerzos de economía circular, etcétera. Buena parte de la producción agrícola actual está amenazada.

“El es una distracció­n. Deberíamos estar pensando cómo transforma­mos a Ecopetrol, discutiend­o qué papel va a jugar sta empresa en el futuro. El petróleo no es el futuro”.

 ??  ?? De izquierda a derecha: Ciro Rojas, Virginia Amaya, Luis Emiro Álvarez y Gustavo Ibáñez, miembros de Adamiuain. Después de hacer varias siembras con árboles introducid­os, los asociados aprendiero­n que debían regenerar el bosque con semillas nativas.
De izquierda a derecha: Ciro Rojas, Virginia Amaya, Luis Emiro Álvarez y Gustavo Ibáñez, miembros de Adamiuain. Después de hacer varias siembras con árboles introducid­os, los asociados aprendiero­n que debían regenerar el bosque con semillas nativas.

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