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‘LA de su hija MAGDALENA

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La vida de Mónica Andrea Vives Orozco ya no es la misma. La mentora de ‘La descarga, el templo de la música’ cambió el día que recibió el regalo que le había pedido a Dios, y que, a pesar de sus ‘aceleres’, llegó en el momento justo. Ese presente es Magdalena, su hija. omencé a soñar con un bebé cuando tenía 36 o 37 años. Desde muy pequeña me imaginaba teniendo una hija. A los 25 decía que ‘si tengo una hija, y quiero que sea única, que sea niña, quiero ponerle Magdalena”. Y apareció en su vida Alberto Bossio, llegó el amor y el matrimonio. La artista, que tenía 36, y el empresario llevaban varios años de casados cuando emprendier­on la búsqueda del hijo que llegaría a completar el hogar que conforman con Amelia, hija de Alberto, a quien la cantante ve como suya. Pero no pasaba nada. “Dije: ‘qué será, Señor, será que a mí no me toca ser mamá’”. En plena pandemia, Maía se centró en la preparació­n del que, hasta ese momento, iba a ser su nuevo disco. “Hice como cuatro meses de inyectores de hormonas para la fertilidad”, cuenta, pero, aunque a muchos les surtía el efecto deseado en muy corto tiempo, a ella no le pasó lo mismo. “Yo le dije: ‘Señor, está bien, no es lo mío. Este universo y esta vida es mi marido, Amelia, la hija de mi esposo, que la tengo desde los 4 años como si fuera mi hija y yo’. Comencé a hacer el disco y a los tres meses quedé embarazada. Me arrodillé en el baño de mi casa y le di tantas gracias a Papá Dios, a los ángeles por ese momento”. Todos le decían que iba a tener un niño, pero Maía pensaba otra cosa. “Sentía que era una hadita. Le decía a Alberto: ‘si es una hadita, yo quiero que se llame Magdalena”, recuerda.

Cuandodiol­anoticiade­suembarazo, sus padres no cabían de la felicidad. “Me siento en el momento perfecto. Antes no estaba preparada para un bebé, ahora amo mi casa, mi familia y mi tiempo pertenece a ella y después a Maía. Eso no lo hubiera logrado antes, porque quería otras cosas”.

El matrimonio vivió un momento emotivo, en familia. Pidió permiso para que Amelia pudiera entrar con ellos a la ecografía de las 17 o 18 semanas. Ese día se enteraron que venía en camino una niña. “Mi marido gritó ¡Magdalena!”.

“Fue un embarazo maravillos­o”, recuerda Maía, que vivió varias novedades durante el mismo: subió 26 kilos, tuvo exceso de líquido amniótico y sufrió dos caídas en las escaleras de su apartament­o, una a los cinco meses de gestación y otra a los 7, afortunada­mente sin consecuenc­ias. “Yo, repleta de morados, pero la gordis como un lulo. Me preparé

mucho, hice yoga prenatal y hasta 12 horas antes de parir estaba haciendo yoga. Canté con mi panza hasta los ocho meses y fui absolutame­nte feliz, porque me lo sollaba, entaconada y todo”, recuerda. Magdalena nació el 23 de marzo del 2022, por cesárea. La cantante presentó placenta previa y después oclusiva.

‘Me imagino haciendo giras con mi bebé “.

LA AVENTURA DEL POSPARTO

“Me dio una especie de depresión. El cuerpo de la mujer, así como dura nueve meses para crear todos estos cambios y ser como una incubadora viva, después queda muy desbaratad­o. Es un amor muy grande. Jamás me imaginé que me fuese a levantar a las dos horas a darle ‘pocheca’. Fue en cuidados intensivos, me dio una especie de preeclamps­ia, se me subió terrible la tensión y no sabían cómo bajármela. Dije: ‘tráiganme a la niña, acá atiendo a mi gordita”. Unas horas después, ya estabiliza­da, la llevaron a una habitación. Día y medio después pudo irse a su casa, con su pequeña. “Me vi en el espejo con el cuerpo todo hinchado, los ojos muy inflamados por retención de líquidos. Dije: ‘soy un monstruo’. En ese momento, mi marido me dijo ‘eres la mujer más linda de este mundo y eres ahora más linda que nunca porque tuviste a mi bebé y te amo’. Eso me sacó adelante, si no, te juro que yo hubiera caído en picada”.

“Fue un embarazo maravillos­o, tuve a la nena y fue difícil porque tuve un poco de depresión. Decía ‘pido este pedazo de cielo, mi Dios me lo regala y yo, Padre

Santo, ¿si seré capaz de cuidar a esta bebé?

Me sentí impotente. La amamantaba, pero lloraba mucho, me volví también muy dependient­e de mi marido. Verlo ahí, junto a mí, me daba seguridad”.

Las palabras de su mamá esclarecie­ron el camino. “Me dijo ‘vive el día por día, todo va a volver’. Yo le decía: ‘voy a tener que dejar de trabajar, dejar todo porque yo necesito estar con ella’ y me contestó: ‘no, todo va a llegar a su punto, acuérdate que tú antes que mamá, hija y esposa, eres mujer. Si eres una mujer feliz serás una mamá y una esposa feliz”.

La lactancia no fue tan fácil, “tuve que hacer de todo, tengo pezón invertido, no se salía”, pero la artista tenía una determinac­ión. “Ella viene de mí, yo tengo que poder saber y entonces comencé a leer mucho, pero también a activar mi instinto con ella”. A los 45 días llegó una enfermera “que me enseñó, estuvo conmigo día y noche, como por dos meses”. Le dio la informació­n que necesitaba, lo que podía hacer en casa, a hacer frente al día a día y también a los imprevisto­s. “Así empecé a dejar de tener tanto miedo, porque uno piensa que los bebés son frágiles, pero son más fuertes que nosotros”.

Pasó por muchas cosas. Magdalena tenía un problema de reflujo, de cólicos y un sistema gástrico inmaduro, debía dormir inclinada. Maía debía cuidar su alimentaci­ón para no perjudicar a su hija. “Tuve que hacer una dieta en que no podía comer ni gluten, lactosa, cebolla, ajo, bebidas carbonatad­as, cosas muy ácidas, picantes, azúcares y nada muy condimenta­do”. Lo cumplió todo al pie de la letra, pero enfrentó otro momento difícil. “Hice un banco de leche increíble, pero la pude amamantar hasta los 6 meses. Esto del pezón invertido fue una situación muy difícil, pero gracias al banco de leche que tuve, la pude llevar hasta los 8 meses”. Era una mamá consagrada, que comenzó a trabajar, siempre con su extractor de leche, pero no estaba preparada para dos golpes que la afectaron bastante: Candela y Rope, sus hijos ‘perrunos’ murieron con intervalo de cuatro meses. “Creo que eso pudo haberme cortado la producción de leche. No era solamente el duelo por Candela y Rope, sino que también estaba haciendo un duelo con no seguir siendo mamá proveedora, porque sentía que era menos madre, porque no la iba a poder lactar, porque me estaba gastando el banco de leche, porque ya no estaba dando tanto. Pasa uno por un sinnúmero de cosas que mucha gente dirá, ‘qué bobada’, pero es que las hormonas en ese momento están tan disparadas; además, nadie puede saber esto si no ha sido mamá. Es muy difícil lo que siente uno al no poder amamantar a su bebé”.

DESDE EL CORAZÓN

El nacimiento de su hija hizo también que viera de manera distinta a las personas y las situacione­s. Primero a sus papás Rafael Vives y Mónica Orozco, ante quienes ‘se quita el sombrero’, luego a los demás padres y madres que se cruzan en su camino, y a los niños. “Antes, para mí, los animales eran todo, ahora veo un bebé y me derrito”. El amor por Magdalena es tan grande que desbordó todos sus límites. “Antes pensaba que sabía hasta dónde podía llegar. Desde que nació Magdalena no sé lo que soy capaz de hacer por ella. Antes moriría por una causa, yo ahora no te puedo decir lo mismo, no sé qué haría por Magdalena, me volví una leona, una fiera que cuida a su hija a como dé lugar”.

IGUAL A SU HIJA

“Soy mucho más aventurera que mi esposo, que es más cuidadoso”. La pequeña y su mamá disfrutan planes como la piscina. “está desde los 5 meses, ya hace inmersión, fuimos a unas cataratas y estuvimos de paseo por el bosque”.

Maía se ve reflejada en su hija. “Era así de inquieta, arrasadora, investigad­ora y aventurera como ella. Para mi papá y para mi mamá es volver al pasado, revivirlo pero de una manera aún más bonita. Creo que Magdalena es mucho más evoluciona­da que yo, versión aumentada y corregida”. De su esposo siente que heredó la tranquilid­ad, “pero en sus momentos de explosión, en los que le gusta figurar, me veo a mí, es mejor que una pequeña Maía, es un pedazo mío con un pedazo del papá, que se creó algo maravillos­o, un ser color arcoíris”.

Magdalena, o Mady, ya sacó las ollas de los estantes, ‘pasó’ por la preciada colección de Los Simpsons de su mamá y disfruta la comida a su manera. “A mí me parece fantástico, me muero de risa”. Sus frutas favoritas son la patilla y el mango y le gustan las tortas de brócoli y coliflor, también le encantan las cocadas de zanahoria rayada.

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