Por una deliberación electoral seria e informada
Las próximas elecciones nacionales se acercan y es preciso que la ciudadanía esté alerta para identificar los engaños de falsas promesas, empacadas con palabras agradables y convincentes pero llenas de falsedades.
En la mitología griega las sirenas eran divinidades marinas, hijas del dios Aqueloo y de Melpómene, Calíope u otra musa, y se las representaba como mujeres hermosas con cola de pez. Refugiadas en el estrecho de Mesina, atraían a los navegantes con su canto y los hacían enfrentarse a monstruos terribles.
La frase “cantos de sirenas” –que nos hace evocar la experiencia que Ulises, rey de Ítaca, tuvo con las sirenas durante su prolongado viaje de regreso a casa tras participar en la guerra de Troya, según cuenta el poeta ciego Homero en la Odisea– alude a esas palabras engañosas ante las cuales los ciudadanos deberán mantenerse alertas para lograr un voto informado y razonado que fortalezca nuestro sistema democrático.
Al acercarse el nuevo proceso electoral se escuchan ya algunas voces que pretenden persuadir con la exaltación, presumiendo de inmaculadas e imbuidas de fanatismo y jactancia de perfección. Esas voces podrían conducirnos a las monstruosidades de la intolerancia y del autoritarismo.
Costa Rica siempre ha rechazado en las urnas electorales a hechiceros e iluminados, poseídos de delirios mesiánicos, y ha preferido la ecuanimidad, serenidad y sentido práctico en sus líderes.
Las palabras deben estar vinculadas con la verdad, la oferta electoral debe ser concreta y realizable. La ciudadanía deberá exigir a los candidatos que planteen rutas claramente definidas para alcanzar sus ofertas.
Asimismo, las propuestas deben ser positivas sin recurrir a las pasiones malsanas que surgen de visiones apocalípticas.
Cierto, nuestro país tiene mucho por hacer y mucho por mejorar, pero no podemos desconocer, por demagogia y deseos de protagonismo, nuestras conquistas en el sistema político, seguridad social, turismo, educación y diversificación de la economía.
La corrupción ha de ser combatida con energía e institucionalidad, desconfiando de pretendidos inmaculados e impolutos que se presentan como salvadores providenciales para todos los males.
Frente a la corrupción la solución reside en la educación cívica, el fortalecimiento del Estado de derecho y de la prensa libre. La transparencia de los procesos políticoadministrativos es más importante que las fantasías y espejismos de supuestos videntes que predican el fin de los tiempos.
La lucha contra la inseguridad y la delincuencia ocuparán del aporte de soluciones inteligentes. La ciudadanía está cansada del inmovilismo, pero también de las ofertas de mano dura que únicamente estimulan el miedo y la venganza. Política social para atacar los males de la inseguridad en sus orígenes, más fortalecimiento de la policía y el Ministerio Público son los caminos adecuados para enfrentar este problema.
Esperemos que la oferta electoral venga emparejada con la ecuanimidad y la seriedad, que los candidatos fundamenten sus propuestas y rindan cuentas de su trayectoria.
Es importante también que muestren sus equipos y la experiencia en el manejo de los asuntos públicos. No podemos permitir más improvisaciones e inexperiencia; el aprendizaje acarrea paralización y estancamiento. Una sola persona no puede resolver todos los problemas y retos que enfrentamos.
Los países necesitan de seriedad y reflexión, no de encantadores de serpientes y demagogos. Veámonos en el espejo de naciones vecinas; el caso venezolano es un claro ejemplo de lo que no debe escogerse.
Un pueblo que puso su fe en un caudillo populista como Chávez, con la esperanza de superar las fallas de su sistema de partidos, ha terminado en una situación drámatica. El remedio fue peor que la enfermedad.
Los ciudadanos no deben creer en personajes que dicen encarnar el alma popular, la única fuerza capaz de hacer funcionar y avanzar la democracia es una ciudadanía informada, deliberante y participativa, funcionando en un marco institucional con reglas claras.
Si los pueblos entregan su futuro a supuestos salvadores, el peligro del autoritarismo está a la vuelta de la esquina.
No se puede confiar el poder a una sola persona, la tentación de ejercerlo en su propio beneficio es demasiado grande. La solución democrática del equilibrio de poderes es el límite adecuado para la concupiscencia de los líderes providenciales.
En la elección que viene deberemos estar atentos para escuchar las voces de la racionalidad y la seriedad, rechazando las imposturas seductoras de astutas sirenas que buscarán lanzarnos al caos de la confrontación y al irrespeto de la institucionalidad.
Bienvenidos sean el debate, la discusión ordenada y la conversación democrática y respetuosa, en lugar de los cantos de sirena que obligaron a Ulises a ordenarle a sus hombres taparse los oídos con cera y luego atarlo a él al mástil y que no lo soltaran pasara lo que pasara. Costa Rica no está para mitologías.
La frase “cantos de sirenas” alude a esas palabras engañosas ante las cuales los ciudadanos deberán mantenerse alertas para lograr –en las elecciones de febrero próximo– un voto informado y razonado que fortalezca nuestro sistema democrático.