¿Basta con un gobierno fuerte?
Vivimos en una democracia empatada: actores políticos y sociales diversos tienen capacidad para vetar las iniciativas de los otros, pero carecen de fuerza para concretar proyectos más amplios.
Tenemos varios años de gobiernos de minoría, donde el desfase entre la mayoría presidencial y las mayorías parlamentarias ha producido la parálisis del proceso político. Un claro ejemplo es el repetido fracaso para llevar adelante una reforma fiscal.
Y surgen
las soluciones simplistas. Algunos reducen el problema a la ausencia de la personalidad fuerte de un líder providencial. Otros hablan de la visión jerárquica empresarial y no faltan los que acuden a los falsos poderes testiculares o a la mano dura.
Los problemas no se resuelven con una persona. Una sociedad crecientemente diferenciada tampoco resuelve conflictos con imposiciones o con el recurso al machismo político.
Salir del “entrabamiento” implica inteligencia política. Avanzar hacia nuevas metas solamente puede lograrse por las vías institucionales, observando las reglas constitucionales.
Progresar en el camino implica construir mayorías sólidas en las elecciones presidenciales y legislativas evitando la tentación de la unanimidad.
Las próximas
elecciones brindan la oportunidad de un gobierno fuerte con una legitimidad salida de las urnas, no de supuestas cualidades extraordinarias de los líderes.
El próximo gobierno deberá buscar una mayoría legislativa, difícil de lograr con la fragmentación del voto legislativo actual, pero necesaria para una agenda nacional negociada con las principales fuerzas que emerjan de esa elección.
Desde el primer día, ese gobierno deberá entender que la legitimidad no es eterna, que surge de las identificaciones de la gente y que la representación electoral no es suficiente para gobernar, sino que requiere de una dinámica permanente de legitimación frente a una audiencia activa en las redes sociales y en la calle.
“Algunos reducen el problema a la falta de la personalidad fuerte de un líder providencial”.