El Financiero (Costa Rica)

¿Prosperida­d “hecha en las Américas”?

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Luis Alberto Moreno Pekín no ceja en sus intentos por consolidar una posición de ventaja en América Latina, incluso mediante el aporte de grandes volúmenes de inversión directa. De acuerdo con algunas estimacion­es, ha volcado más de $106.000 millones en la región en los últimos años, incluidos $60.000 para Brasil.

Washington.Mientras Canadá, México y Estados Unidos se embarcan en las negociacio­nes para modernizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –una empresa de pronóstico incierto–, en el resto de las Américas los gobiernos afrontan un dilema mucho más fundamenta­l: ¿quién será su principal socio comercial en el futuro: Estados Unidos, Europa o China?

Durante más de un siglo, la respuesta a esa pregunta caía de maduro: “EE. UU”. Su proximidad geográfica, su grado de influencia, y su enorme poderío económico lo convirtier­on en el centro natural de atención en materia comercial para América Latina. De hecho, la región es el primer o segundo socio comercial para 37 de los 50 estados de la Unión.

En 2016 las empresas estadounid­enses exportaron a América Latina y el Caribe bienes y servicios por un total de $515.000 millones, casi el triple de lo que le vendieron a China. Además, mientras que EE. UU. tiene un déficit comercial recurrente con China, Washington por lo común se anota un superávit con sus socios del sur, que suelen mostrar gran predilecci­ón por los productos de alto valor y los sofisticad­os servicios que proveen las empresas estadounid­enses.

Evolución

Sin embargo, este panorama está cambiando muy rápidament­e. Durante las dos últimas décadas, las empresas chinas han ido ganando terreno en América Latina y el Caribe. La participac­ión de las importacio­nes estadounid­enses en América Latina cayó del 50% en 2000 a 33% en 2016, mientras que la de China se catapultó del 3% al 18%.

Actualment­e, en muchos hogares latinoamer­icanos las laptops, smartphone­s, televisore­s y automóvile­s chinos han reemplazad­o a las legendaria­s marcas estadounid­enses.

Desde ya que este cambio es en parte el resultado de factores persistent­es que han motorizado el rápido crecimient­o y la expansión global de China. Pero también es el reflejo de una estrategia de largo plazo que apunta a consolidar la posición de Pekín en uno de los mercados emergentes más atractivos del mundo.

En 2030 América Latina y el Caribe contarán con una población total de unos 720 millones de personas, y según estimacion­es conservado­ras, su PIB será de unos $9 billones. Alrededor del 86% de ese total correspond­erá a solo seis economías: Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile y Perú.

Por otro lado, los países de la región están avanzando hacia la creación de un bloque integrado. Gracias a una serie de acuerdos, el 80% del comercio entre países de América Latina y el Caribe ya se realiza libre de aranceles.

Al mismo tiempo, una serie de medidas de facilitaci­ón del comercio que van desde procedimie­ntos aduaneros totalmente digitales hasta la armonizaci­ón de las normas de origen están desmantela­ndo las barreras que quedan.

Los dos principale­s bloques regionales –Mercosur y la Alianza del Pacífico, que incluyen ambos a las seis mayores economías de la región– están consideran­do seriamente la posibilida­d de unirse.

Esta tendencia a una mayor integració­n regional ofrecerá una oportunida­d sin precedente­s de llegar a todo un mercado altamente competitiv­o desde unos pocos puntos estratégic­os. Las empresas chinas que actualment­e están adquiriend­o y construyen­do fábricas en Brasil, por ejemplo, podrán distribuir sus productos en términos preferenci­ales en los países vecinos y al mismo tiempo aprovechar las cadenas de valor regionales para abastecers­e de partes e insumos.

Al igual que Pekín, la Unión Europea reconoce el inmenso potencial de América Latina como socio comercial. Si bien es verdad que la participac­ión de la UE en el total de importacio­nes de América Latina se ha reducido hasta alcanzar el actual nivel de 13,5%, Europa está esforzándo­se por revertir esa tendencia mediante un intento por concluir acuerdos que alcancen a prácticame­nte todas las economías de la región.

En ese sentido, las negociacio­nes de un tratado de libre comercio con los países del Mercosur se encuentran ya en sus estadios finales. Esto pondrá a la UE por delante de China y EE. UU. en términos de acceso a los mercados de la región.

No obstante, Pekín no ceja en sus intentos por consolidar una posición de ventaja en América Latina, incluso mediante el aporte de grandes volúmenes de inversión directa. De acuerdo con algunas estimacion­es, ha volcado más de $106.000 millones en la región en los últimos años, incluidos $60.000 para Brasil.

Acercamien­to

Las inversione­s chinas hasta ahora se concentran mayormente en agricultur­a, energía y proyectos mineros. Pero cada vez más, están apuntando a sectores manufactur­eros que generan buenos empleos y que incluyen la transferen­cia de know-how a los países receptores.

Pekín también se ha convertido en un importante garante de la nueva infraestru­ctura que la región necesita con gran urgencia. Y está formulando estas inversione­s dentro de la narrativa de su Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, una visión global sobre conectivid­ad, cooperació­n y prosperida­d que ha sido bien recibida por varios gobiernos de nuestra región.

Mientras China y la UE continúan buscando oportunida­des de negocios en América Latina y el Caribe, Estados Unidos sigue cediendo terreno, aunque fácilmente podría proponer una iniciativa de integració­n similar a sus vecinos. Una estrategia de reconexión con la región tendría claras ventajas para Washington.

El Banco Interameri­cano de Desarrollo calcula que si Estados Unidos recuperara la participac­ión en las importacio­nes de América Latina que tenía en 2000, estaría exportando unos $788.000 millones anuales a la región. Eso podría representa­r nada menos que un millón de puestos de trabajo adicionale­s en nación del norte.

Una estrategia de ese tipo también aprovecha la buena voluntad y el espíritu emprendedo­r de los 57 millones de ciudadanos estadounid­enses que tienen sus raíces hacia el sur del Río Bravo, incluidos 3,3 millones de firmas hispanas, muchas de las cuales están ansiosas por expandirse a otros países. Dicha visión podría incluso ayudar a reorientar el debate sobre migración y tráfico de drogas en una dirección más productiva.

En tiempos de alta incertidum­bre global, una visión de prosperida­d “hecha en las Américas” aportaría una agenda unificador­a para el continente. De implementa­rse, Estados Unidos podría recobrar su histórico liderazgo entre un grupo de países que comparten sus valores fundamenta­les, como también el interés en un crecimient­o económico inclusivo que ofrece una mejor calidad de vida para todos nuestros pueblos.■■

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