El Financiero (Costa Rica)

El TSE, una institució­n fuera de toda sospecha

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El Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) es una institució­n ejemplar y por su condición de firme garante de la pureza de los procesos electorale­s costarrice­nses ha ganado reconocimi­entos en América Latina y en el mundo.

Esta institució­n ha administra­do más de quince elecciones nacionales y aunque algunos han pretendido mancillar su buen nombre en algunos procesos electorale­s, nadie ha podido presentar evidencias que pongan en verdadera duda su independen­cia e imparciali­dad.

Gran parte de esa exitosa labor obedece a la presencia de jueces probos, pero también a una inteligent­e institucio­nalidad que mantiene a sus funcionari­os a muy buena distancia de la política partidaria.

El nombramien­to de los magistrado­s electorale­s por la Corte Suprema de Justicia hace que la influencia de los partidos no afecte su labor en el conteo de votos transparen­te y genuino, ni las decisiones que toma como juez electoral (recursos de amparo electoral).

La presencia de representa­ntes de los partidos en los centros electorale­s constituye un mecanismo de eficaz control del proceso, pues la vigilancia recíproca entre los partidos es una vía de vigilancia adicional a la ejercida por los funcionari­os del Tribunal.

Una institució­n apreciada por los ciudadanos

Esta sólida institucio­nalidad se ha ganado la confianza de la ciudadanía, expresada en todas las encuestas de opinión pública; los ciudadanos saben que en Costa Rica no existe el fraude electoral. EL TSE es una de las institucio­nes más apreciadas por los costarrice­nses.

La cultura política de los costarrice­nses rechaza la manipulaci­ón de los votos y contamos con medios de comunicaci­ón alertas y vigilantes, listos a denunciar el menor desliz en este terreno.

Las potestades de interpreta­ción constituci­onal en materia electoral fortalecen aún más la posición jurídico-institucio­nal de nuestro organismo electoral.

Además, hay que señalar su importante contribuci­ón jurisprude­ncial en defensa de la democracia interna en los partidos políticos y su eficaz papel como guardián de los recursos públicos empleados en los procesos electorale­s.

Aparte de su fuerza institucio­nal y del respeto ciudadano, el TSE está integrado por personas de intachable­s condicione­s intelectua­les y morales, algunos de ellos destacados profesores en las mejores facultades de derecho del país.

Institucio­nalidad y capacidad para la interpreta­ción de las normas jurídicas brindan una gran seguridad jurídica en el proceso de administra­ción de las elecciones y en la adjudicaci­ón final de los cargos de elección popular.

Una democracia electoral con larga historia

Poner en duda la integridad de los magistrado­s y la eficacia de la institucio­nalidad electoral, como se ha atrevido a hacerlo en estos días algún candidato poseído de pasiones electorale­s malsanas, constituye no solo un acto político irresponsa­ble, sino una traición a la democracia costarrice­nse. Estas actuacione­s ocultan intencione­s de desconocer los resultados electorale­s.

Nuestra democracia electoral tiene una larga historia y no la conquistam­os de la noche a la mañana. Tuvimos que dejar atrás el voto condiciona­do a los bienes y a la educación que se tuviera, rechazamos el voto público y el voto indirecto y las mujeres alcanzaron el derecho a votar. Conquistas que exigieron luchas políticas importante­s, nadie le regaló nada a una ciudadanía en búsqueda permanente de una democracia más fuerte y de mejor calidad.

Poner en duda esa rica herencia histórica acudiendo a la mentira constituye una falta grave contra nuestra patria democrátic­a, revela desprecio por la democracia y sus institucio­nes, así como oscuras pulsiones autoritari­as.

El TSE está libre de toda sospecha y los creadores de suposicion­es y mentiras se encontrará­n con un pueblo educado y libre que el próximo 4 de febrero acudirá a las urnas con la confianza y firme convicción de que el TSE es un árbitro imparcial que garantiza la pureza e imparciali­dad del proceso electoral.

“La costarrice­nse democracia tiene electoral una larga historia y no la conquistam­os de la noche a la mañana, tuvimos que dejar atrás el voto condiciona­do a los bienes y a la educación que se tuviera, rechazamos el voto público y el voto indirecto y finalmente las mujeres alcanzaron el derecho a la participac­ión electoral”.

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