Trump cambia el combate a la inmigracion
Los operativos en decenas de tiendas 7-Eleven fueron la primera gran muestra de fuerza gubernamental
l gobierno de Trump está llevando su campaña contra la inmigración ilegal a los lugares de trabajo. Las redadas por parte de agentes federales en decenas de tiendas 7-Eleven fueron la primera gran muestra de fuerza gubernamental destinada a establecer las consecuencias de emplear a trabajadores ilegales en Estados Unidos.
“Estamos adoptando una postura muy estricta en cuanto al cumplimiento de la ley en los lugares de trabajo”, dijo Thomas D. Homan, el director del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE, por su sigla en inglés), en un discurso en octubre. “No solo vamos a ir tras los empleadores que a sabiendas contratan a inmigrantes ilegales, sino que también vamos a detener y a deportar a los trabajadores indocumentados”.
Cuando los agentes organizan redadas en los lugares de trabajo, a menudo exigen ver los documentos de inmigración de los empleados y hacen arrestos. Sin embargo, después de que se van los agentes, es difícil que el gobierno penalice de manera significativa a los negocios que contratan a inmigrantes ilegales.
En vez de eso, según funcionarios de las fuerzas policiales y expertos con opiniones distintas respecto del debate en materia de inmigración, una meta principal de este tipo de redadas es disuadir a quienes trabajan ilegalmente de presentarse a sus empleos y advertirles a los posibles migrantes que, aunque logren cruzar la frontera, podrían terminar siendo arrestados en el trabajo.
Percepción de peligro
Ir tras las tiendas 7-Eleven, un pilar de las comunidades de la clase obrera desde Carolina del Norte hasta California, parece haber transmitido el mensaje deseado.
“Está causando mucho pánico”, dijo Oscar Renteria, el propietario de Renteria Vineyard Management, que emplea a cerca de 180 trabajadores agrícolas que ahora están podando vides en el Valle de Napa.
Cuando se corrió el rumor de las redadas, recibió un torrente de correos electrónicos de sus supervisores en los que le preguntaban qué hacer si los funcionarios de inmigración aparecían en los campos. Uno envió un aviso dirigido a los peones en el que se les advertía que se alejaran de las tiendas 7-Eleven de esa zona.
“Nuestra fuerza de trabajo visita mucho las tiendas 7-Eleven”, dijo Renteria. “Están muy nerviosos. Es otra forma de recordarles que no son bienvenidos”.
El efecto más duradero de las redadas es que difunden el miedo entre los trabajadores ilegales, quienes terminan cargando con todo el peso de las acciones policiales en los lugares de trabajo.
“Si existe la percepción de que los trabajadores temen ser arrestados, habrá un cambio de conducta”, dijo William Riley, quien trabajó 20 años como agente del ICE para varios presidentes, desde Bush padre e hijo hasta Clinton y Obama, y ahora es consultor de Cumplimiento Corporativo en Guidepost Solutions. Riley dijo que durante el gobierno previo, los trabajadores ilegales estaban más relajados, pues suponían que no serían arrestados.
“Hubo un poco más de despreocupación cuando se sabía muy bien que no existía el temor de ser arrestado en el lugar de trabajo”, dijo Riley. No había mucha disuasión a la hora de “utilizar documentos falsos para obtener un empleo”.
¿Y el empleador?
La procuración de justicia podría aceptar con agrado un enfoque más agresivo en el nuevo gobierno. No obstante, enviar a agentes armados hasta las puertas de las empresas podría resultar políticamente incómodo para Trump, quien se ha presentado como aliado de los negocios.
Doris Meissner se dio cuenta de la velocidad con que los políticos locales pueden entrar en acción cuando las industrias de sus ciudades se sienten amenazadas. Como dirigente de la agencia que precedió al ICE, el Servicio de Inmigración y Naturalización, de 1993 a 2000, Meissner intentó concentrarse en hacer que los empleadores rindieran cuentas.
En la década de 1990, aprobó el comienzo de la Operación Vanguardia, mediante la que la agencia solicitó los registros de los empleados de varias plantas del sector cárnico en Nebraska. Cuando se trató de levantar cargos contra algunos empleadores, dijo Meissner, comenzó a recibir llamadas por parte de los representantes de Nebraska en el Capitolio.
“El entorno político se calienta y se vuelve denso”, dijo Meissner. “Estas son comunidades que dependen en gran medida de esas industrias. Este es el empleador principal. Estos son los principales consumidores en las tiendas y en las pistas de bolos”.
Meissner dice que las redadas en los sitios de trabajo no funcionan a largo plazo porque no logran abordar el verdadero imán que atrae a la gente al país: la falta de mano de obra.
Atacar a los patrones que violan la ley es crucial, dijo, y no está bien emplear a gente que está en el país ilegalmente. Sin embargo, sin un sistema de visas que permita satisfacer las necesidades laborales mediante extranjeros, agregó, el ICE no debe esperar que sus misiones de cumplimiento en algunas zonas convenzan a las granjas, los hoteles o las empacadoras de carne de dejar de emplear a trabajadores indocumentados. “Cuando tus leyes no están alineadas con el mercado, entonces siempre ganará el mercado”, explicó Meissner.
Los defensores de los trabajadores inmigrantes dijeron que las redadas tan solo eran la fuente más reciente de un terror que hacía eco en todas las fábricas desde que Trump asumió el cargo.
“Cuando hay algo tan público que sucede cerca de casa, la gente siente la presencia del ICE”, dijo Mariela Martinez, la directora organizadora del Centro de Trabajadores de la Confección en Los Ángeles. A pesar de ello, sus clientes tienen familias y niños aquí, comentó Martinez, así que no pueden simplemente empacar sus maletas e irse.
“No están motivando a la gente a que se autodeporte”, dijo. “Están motivando a la gente a que no utilice sus derechos laborales. Están provocando que la gente desconfíe de las agencias gubernamentales”.