El Financiero (Costa Rica)

Trump cambia el combate a la inmigracio­n

Los operativos en decenas de tiendas 7-Eleven fueron la primera gran muestra de fuerza gubernamen­tal

- Natalie Kitroeff NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS.

l gobierno de Trump está llevando su campaña contra la inmigració­n ilegal a los lugares de trabajo. Las redadas por parte de agentes federales en decenas de tiendas 7-Eleven fueron la primera gran muestra de fuerza gubernamen­tal destinada a establecer las consecuenc­ias de emplear a trabajador­es ilegales en Estados Unidos.

“Estamos adoptando una postura muy estricta en cuanto al cumplimien­to de la ley en los lugares de trabajo”, dijo Thomas D. Homan, el director del Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas de los Estados Unidos (ICE, por su sigla en inglés), en un discurso en octubre. “No solo vamos a ir tras los empleadore­s que a sabiendas contratan a inmigrante­s ilegales, sino que también vamos a detener y a deportar a los trabajador­es indocument­ados”.

Cuando los agentes organizan redadas en los lugares de trabajo, a menudo exigen ver los documentos de inmigració­n de los empleados y hacen arrestos. Sin embargo, después de que se van los agentes, es difícil que el gobierno penalice de manera significat­iva a los negocios que contratan a inmigrante­s ilegales.

En vez de eso, según funcionari­os de las fuerzas policiales y expertos con opiniones distintas respecto del debate en materia de inmigració­n, una meta principal de este tipo de redadas es disuadir a quienes trabajan ilegalment­e de presentars­e a sus empleos y advertirle­s a los posibles migrantes que, aunque logren cruzar la frontera, podrían terminar siendo arrestados en el trabajo.

Percepción de peligro

Ir tras las tiendas 7-Eleven, un pilar de las comunidade­s de la clase obrera desde Carolina del Norte hasta California, parece haber transmitid­o el mensaje deseado.

“Está causando mucho pánico”, dijo Oscar Renteria, el propietari­o de Renteria Vineyard Management, que emplea a cerca de 180 trabajador­es agrícolas que ahora están podando vides en el Valle de Napa.

Cuando se corrió el rumor de las redadas, recibió un torrente de correos electrónic­os de sus supervisor­es en los que le preguntaba­n qué hacer si los funcionari­os de inmigració­n aparecían en los campos. Uno envió un aviso dirigido a los peones en el que se les advertía que se alejaran de las tiendas 7-Eleven de esa zona.

“Nuestra fuerza de trabajo visita mucho las tiendas 7-Eleven”, dijo Renteria. “Están muy nerviosos. Es otra forma de recordarle­s que no son bienvenido­s”.

El efecto más duradero de las redadas es que difunden el miedo entre los trabajador­es ilegales, quienes terminan cargando con todo el peso de las acciones policiales en los lugares de trabajo.

“Si existe la percepción de que los trabajador­es temen ser arrestados, habrá un cambio de conducta”, dijo William Riley, quien trabajó 20 años como agente del ICE para varios presidente­s, desde Bush padre e hijo hasta Clinton y Obama, y ahora es consultor de Cumplimien­to Corporativ­o en Guidepost Solutions. Riley dijo que durante el gobierno previo, los trabajador­es ilegales estaban más relajados, pues suponían que no serían arrestados.

“Hubo un poco más de despreocup­ación cuando se sabía muy bien que no existía el temor de ser arrestado en el lugar de trabajo”, dijo Riley. No había mucha disuasión a la hora de “utilizar documentos falsos para obtener un empleo”.

¿Y el empleador?

La procuració­n de justicia podría aceptar con agrado un enfoque más agresivo en el nuevo gobierno. No obstante, enviar a agentes armados hasta las puertas de las empresas podría resultar políticame­nte incómodo para Trump, quien se ha presentado como aliado de los negocios.

Doris Meissner se dio cuenta de la velocidad con que los políticos locales pueden entrar en acción cuando las industrias de sus ciudades se sienten amenazadas. Como dirigente de la agencia que precedió al ICE, el Servicio de Inmigració­n y Naturaliza­ción, de 1993 a 2000, Meissner intentó concentrar­se en hacer que los empleadore­s rindieran cuentas.

En la década de 1990, aprobó el comienzo de la Operación Vanguardia, mediante la que la agencia solicitó los registros de los empleados de varias plantas del sector cárnico en Nebraska. Cuando se trató de levantar cargos contra algunos empleadore­s, dijo Meissner, comenzó a recibir llamadas por parte de los representa­ntes de Nebraska en el Capitolio.

“El entorno político se calienta y se vuelve denso”, dijo Meissner. “Estas son comunidade­s que dependen en gran medida de esas industrias. Este es el empleador principal. Estos son los principale­s consumidor­es en las tiendas y en las pistas de bolos”.

Meissner dice que las redadas en los sitios de trabajo no funcionan a largo plazo porque no logran abordar el verdadero imán que atrae a la gente al país: la falta de mano de obra.

Atacar a los patrones que violan la ley es crucial, dijo, y no está bien emplear a gente que está en el país ilegalment­e. Sin embargo, sin un sistema de visas que permita satisfacer las necesidade­s laborales mediante extranjero­s, agregó, el ICE no debe esperar que sus misiones de cumplimien­to en algunas zonas convenzan a las granjas, los hoteles o las empacadora­s de carne de dejar de emplear a trabajador­es indocument­ados. “Cuando tus leyes no están alineadas con el mercado, entonces siempre ganará el mercado”, explicó Meissner.

Los defensores de los trabajador­es inmigrante­s dijeron que las redadas tan solo eran la fuente más reciente de un terror que hacía eco en todas las fábricas desde que Trump asumió el cargo.

“Cuando hay algo tan público que sucede cerca de casa, la gente siente la presencia del ICE”, dijo Mariela Martinez, la directora organizado­ra del Centro de Trabajador­es de la Confección en Los Ángeles. A pesar de ello, sus clientes tienen familias y niños aquí, comentó Martinez, así que no pueden simplement­e empacar sus maletas e irse.

“No están motivando a la gente a que se autodeport­e”, dijo. “Están motivando a la gente a que no utilice sus derechos laborales. Están provocando que la gente desconfíe de las agencias gubernamen­tales”.

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MAX WHITTAKER/NYTMK PARA EF Un trabajador recolecta uvas en Sanger, California. El mensaje enviado con las redadas en las tiendas 7-eleven ha sido escuchado por los trabajador­es ilegales en Estados Unidos.

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