Del saber al saber hacer
Vivimos en un mundo en que hay abundancia de información en todos los temas de gestión empresarial: liderazgo, trabajo en equipo, comunicación e inteligencia emocional. A pesar de esto, lo que la gente sabe, no necesariamente es lo hace.
Estamos en un punto en que la era de la capacitación se está quedando obsoleta si no acompañamos esto de herramientas que ayuden a desarrollar habilidades, que nos permitan modificar conductas y dejar de ser “adictos a nosotros mismos” . Esto quiere decir que si no llevamos a la práctica de manera consciente y consistente lo aprendido, de nada servirá seguir llenándonos de conocimiento.
¿Por qué si sabemos lo que queremos hacer, no lo hacemos?
La educación tradicional se ha enfocado más en transmitir conocimientos, que en desarrollar habilidades. Las empresas, en muchos casos, se han abocado al desarrollo de competencias, pero es urgente empezar este desarrollo en etapas más tempranas.
Por otra parte, están las motivaciones. Nuestro cerebro opera en función del beneficio que recibirá al cambiar y, si no lo ve, no lo hará. La motivación es intrínseca, no se puede transmitir. Cada uno de nosotros tiene distintas motivaciones y cuando la identificamos, por lo general estamos dispuestos a realizar cambios e incluso sacrificios. En las organizaciones, los líderes deben conocer las motivaciones de su equipo y ayudarlo a salir de la zona de confort.
También tenemos lo que en programación neurolingüística se conoce como la intención positiva, lo cual en forma muy simple, es lo que obtenemos de manera inconsciente con nuestros hábitos y comportamientos. Es decir, es aquella ganancia secundaria y que ponemos en peligro al cambiar (sentir que resuelvo todo o sentirse valorado).
Es por todo lo anterior que el coaching y los programas de entrenamiento y desarrollo, más que mera capacitación, son necesarios para trabajar la plasticidad cognitiva y seguir creciendo como personas.