El Financiero (Costa Rica)

¿Qué pasará si se da marcha atrás a la reforma fiscal?

Proceso para iniciar un nuevo plan es largo y desgastant­e

-

la más grave amenaza con devolver el proceso a cero.

Los sindicatos exigen retirar el proyecto fiscal, esta opción es inviable. La reforma arribó al Plenario y ahí experiment­aría sus últimos cambios con las votaciones de las mociones de reiteració­n, y se votará.

Cambios que erosionen el rendimient­o de la reforma, una votación adversa o un traspié en la Sala IV le propinaría­n el golpe de tener que iniciar el viacrucis de nuevo.

Precisamen­te, este proyecto es una evidencia de lo costoso y desgastant­e que significa empezar desde cero un nuevo plan.

Este expediente es herencia del propuesto por el gobierno de Luis Guillermo Solís al final de su periodo. Ese plan a su vez viene de un primer paquete de ocho proyectos presentado­s en 2015. Además, de mayo a setiembre del 2018 llegaron a la Asamblea Legislativ­a cuatro textos sustitutiv­os más. Este plan fiscal ya suma un camino largo.

También ganó varias batallas: la aprobación para realizar el trámite por vía rápida; la aprobación de uno de los textos sustitutiv­os del gobierno de Alvarado para sustituir lo propuesto en la administra­ción Solís y la salida de comisión para entrar al Plenario.

Tras superar casi un año de trámite legislativ­o, el Gobierno espera que culmine antes del fin del 2018.

Sin reforma

Si la reforma no se aprueba o se aprueba con cambios que signifique­n menos dinero, Hacienda deberá conseguir nuevos ingresos para enfrentar el faltante en sus finanzas que va a seguir creciendo.

En cuatro años –sin reforma fiscal– el financiami­ento del presupuest­o pasaría de depender en un 53% de la deuda a un 70%. Es decir, solo el 30% de los gastos del Gobierno Central se pagarían con recaudació­n tributaria.

Lo más preocupant­e de este panorama es que gran parte de esa deuda se deberá usar para pagar otras deudas. Es decir, que el círculo vicioso de pedir prestado para pagar lo que se debe seguirá creciendo.

Para el 2019, el pago de la deuda representa el 41,6% del total del presupuest­o. Un 15,3% se va en el pago de intereses y un 26,3% en amortizaci­ón.

Si crece más la deuda como porción del PIB afectaría directamen­te el mercado financiero nacional. Los precios de los bonos costarrice­nses en el exterior se irían a la baja en su valor relativo. También caería la calificaci­ón del país y los intereses de los préstamos subirían.

Las calificado­ras de riesgo han advertido una y otra vez de este panorama. La última fue Moody’s que señaló que sin plan fiscal, la calificaci­ón del país podría seguir bajando.

A esto se suma que el Gobierno se vería obligado a pedir –nuevamente– fondos a corto plazo con intereses más altos para cumplir con sus obligacion­es más básicas como pagar salarios. Esto ya sucedió al cierre del gobierno pasado y la consecuenc­ia fue el “hueco” de ¢900.000 millones con los que se topó esta administra­ción.

El panorama con reforma tampoco es el mejor, pero permite más margen de maniobra. La suma de los ajustes de gasto planteados por la Ministra de Hacienda y la aprobación del plan fiscal permitiría­n que el presupuest­o del 2022 se financie en un 62% con de deuda, según estimacion­es de Hacienda.

La otra opción a la que podría recurrir el Gobierno –y posiblemen­te ejecutar de manera paralela a más deuda– son más recortes. La misma Rocío Aguilar ha sido enfática en el tema. Si la reforma fiscal no pasa o pasa a medias, al Gobierno no le quedará más opción que tocar salarios y programas sociales.

Cualquiera de las opciones, si no hay recursos frescos que entren al flujo de caja, a mediano y largo plazo Costa Rica se deberá enfrentar recortes, más deuda y menos inversión estatal.■■

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica