El Financiero (Costa Rica)

La huelga y sus cabecillas

- Roberto Artavia enfoques@elfinancie­rocr.com Próxima semana Constantin­o Urcuyo

La huelga tuvo dos propósitos para sus cabecillas (porque líderes no son). Se propuso volver a dividir el país –como lo hicieron con el TLC– con la intención de hacer crecer la izquierda ideológica y política. Si por ahí ven a alguien que haya crecido en visibilida­d en estos días, tengan por seguro que ese alguien estaba detrás de mucho de lo actuado y, si no, es el más descarado oportunist­a.

Se propuso también proteger intereses egoístas de un grupúsculo de cabecillas sindicales –mejor llamados irresponsa­bles, arrogantes y traidores– que son capaces de sumir al país en una crisis que resultaría en crecimient­o del desempleo y la pobreza, y nos retrasaría por años en el proceso de desarrollo, con tal de conservar sus injustific­ables privilegio­s, su cuota de poder y avanzar su causa izquierdis­ta.

Debe ser así, pues solo la nueva izquierda prefiere la crisis –lo ha demostrado en Venezuela, Ecuador y Argentina– para luego ofrecerse como alternativ­a a un pueblo desesperad­o.

Cuando quedó claro que la

la gente no los apoyaría, recurriero­n a la mentira y trataron de sabotear servicios esenciales para profundiza­r la crisis, sin importarle­s para nada la salud de los enfermos, los impactos en la economía de miles de pequeños empresario­s y agricultor­es, nuestra imagen como nación ante turistas e inversioni­stas, ni la seguridad ante una eventual emergencia.

Pero calcularon mal. Hoy deben sentir el repudio de las grandes mayorías del país, que habrán visto con claridad sus malas intencione­s, que sabrán que trataron de tirar la economía por un despeñader­o con tal de prevalecer en su ideología y que con tal de mantener su mal utilizado poder no les importó sacrificar al pueblo que dicen defender.

Los sindicatos son importante­s, pero necesitan nuevos dirigentes (líderes). Un liderazgo comprometi­do con el bienestar de los afiliados y sus familias, en vez de uno basado en una ideología muerta que lo único que ha dejado al mundo es miseria y corrupción.

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