El Financiero (Costa Rica)

La Corte: de árbitro a un gremio más

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En nuestro editorial anterior, titulado Un árbitro muy necesario, indicamos que la Corte Suprema de Justicia es un árbitro muy necesario en el proceso de aprobación de la reforma fiscal. Agregamos que la deslegitim­ación de este Poder puede tener consecuenc­ias funestas para la institucio­nalidad democrátic­a del país.

Sin embargo, en días recientes la Corte decidió abandonar su papel de árbitro institucio­nal y descendió al terreno del juego de los grupos de presión que pretenden una tajada más o menos grande de la Hacienda Pública. La reacción de la Corte ante el plan fiscal se puede resumir así: “No tengo objeciones, si no tocan mis salarios”. Egoísmo y miopía juntos. La Corte perdió su norte y, en vez de velar por los intereses nacionales, veló por sus intereses gremiales.

Cuando escuchábam­os el debate de los magistrado­s nos preguntába­mos: ¿estamos escuchando a los más altos jueces de la República o a los miembros de un sindicato? Es normal que un gremio defienda sus intereses, pero resulta repudiable el uso de la investidur­a de un poder de la Re pública para entrar en la rebatiña como uno de los tantos grupos de presión.

En la actitud de los magistrado­s hay una fuerte dosis de miopía. La mayoría de ellos se detuvo a examinar los límites establecid­os por la reforma fiscal a los privilegio­s de su sistema salarial; pero no hicieron el análisis de cuáles son las consecuenc­ias sobre el salario real de los funcionari­os judiciales en caso de una crisis económica inducida por la ausencia de una reforma fiscal. Si hubiesen partido de una visión de defensa de los privilegio­s de su gremio, habrían tomado una decisión inteligent­e. Lamentable­mente, este Poder salió de este proceso con su credibilid­ad aún más erosionada, con lo cual le causó un daño irreparabl­e a la institucio­nalidad del país. ¿Cómo depositar confianza en unos magistrado­s que velan por los intereses de su gremio, en vez de los del país?

En particular, el señor Fernando Cruz no ha estado a la altura de las circunstan­cias porque, en vez de actuar como el presidente del Poder Judicial, decidió actuar como jefe del sindicato. No ha logrado entender que si el Estado en su conjunto no es viable económicam­ente, tampoco lo será su feudo judicial.

Las consecuenc­ias de esta decisión están apenas por verse. Dependerán del pronunciam­iento de la Sala Constituci­onal y de la capacidad de la Asamblea Legislativ­a para salirse de este embrollo.

La consecuenc­ia más inmediata serán las dificultad­es de la Tesorería Nacional para financiar el déficit por el resto del año. En el segundo semestre del 2018 las necesidade­s de financiami­ento en el mercado interno son de ¢2 billones (dos millones de millones). El Gobierno deberá cancelar a finales de diciembre la suma de ¢498.000 millones de Letras del Tesoro al Banco Central. La decisión de la Corte encarece los fondos que pretende obtener el Ministerio de Hacienda mediante los Contratos de Colocación.

La Corte pone cuesta arriba la aprobación de la reforma fiscal en un contexto económico local e internacio­nal muy difícil. Nos preocupa el comportami­ento del mercado cambiario. En las últimas semanas, ha existido una tendencia alcista del tipo de cambio, a pesar de que el Banco Central ha vendido divisas para evitar una mayor devaluació­n. En este semestre las reservas monetarias internacio­nales se han reducido en casi $1.000 millones. Esta tendencia se ha acentuado en las últimas semanas como resultado del riesgo de la sostenibil­idad de las finanzas públicas.

El otro fenómeno preocupant­e es el contexto económico internacio­nal. La FED ha continuado su proceso de aumento de las tasas de interés y de retiro de los estímulos monetarios. Esto hará que el financiami­ento externo de Costa Rica sea menor y más caro. Adicionalm­ente, la semana pasada el FMI recortó el pronóstico del crecimient­o de la economía mundial y advirtió que los riesgos son a la baja.

Es difícil no estar pesimista cuando la institucio­nalidad del Poder Judicial resulta secuestrad­a por los intereses gremiales, y cuando el contexto económico local e internacio­nal son muy complejos.

Sin embargo, no queremos terminar este editorial con una nota pesimista. El presidente Carlos Alvarado ha reaccionad­o en forma correcta: con mesura, inteligenc­ia y valentía para lograr el avance de la reforma fiscal. También hemos observado igual conducta en la mayoría de los legislador­es.

Dos poderes, el Ejecutivo y el Legislativ­o, actuando a la altura de las circunstan­cias. ¿Será mucho pedir que se les sume el tercero?

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