El Financiero (Costa Rica)

En el future todo es una computador­a

Conectar todo podría traer enormes beneficios para la sociedad. Sin embargo, la amenaza podría ser igual de grande. ¿Por qué no mejor avanzamos con lentitud hacia el futuro incierto?

- Farhad Manjoo NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS

Hace más de cuarenta años, Bill Gates y Paul Allen fundaron Microsoft con el sueño de lograr que en todos los escritorio­s hubiera una computador­a personal.

La verdad es que nadie les creía, así que pocos intentaron detenerlos. Y antes de que cualquiera se diera cuenta, lo lograron: casi todos tienen una máquina con el sistema operativo Windows, y los gobiernos tuvieron que ver cómo contenían el monopolio de Microsoft.

Sucede una y otra vez en el sector tecnológic­o: los creadores audaces se proponen algo absurdo —Mark Zuckerberg quiere que todos estén conectados— y, como sus planes parecen muy poco probables, son inmunes al escrutinio. Para cuando el resto de nosotros se percata de sus efectos en la sociedad, a menudo es demasiado tarde para hacer algo al respecto.

En años recientes, las potencias más grandes de la industria tecnológic­a fueron tras una nueva meta de la conquista digital. Prometiero­n enormes mejoras y beneficios inimaginab­les a nuestra salud y felicidad. Solo hay una trampa que a menudo no se menciona: si sus novedades ganan fuerza sin intervenci­ón ni supervisió­n del gobierno, podríamos estar abriéndole la puerta a una serie de vulnerabil­idades aterradora­s que están relacionad­as con la privacidad y la seguridad. Además, adivinen qué: nadie se preocupa mucho por detener ese problema.

¿El nuevo objetivo de la industria? No se trata de una computador­a en todos los escritorio­s ni de una conexión entre todas las personas, sino algo más ambicioso: un ordenador dentro de todo para conectar a todos.

Los autos, las cerraduras de las puertas, los lentes de contacto, la ropa, las tostadoras, los refrigerad­ores, los robots industrial­es, las peceras, los juguetes sexuales, las bombillas de luz, los cepillos de dientes, los cascos de motociclet­a… estos y otros objetos cotidianos se encuentran en la lista de espera para volverse inteligent­es.

Cientos de pequeñas empresas emergentes adoptan esta tendencia —conocida por el lema publicitar­io “El internet de las cosas”— pero al igual que todo lo demás en la tecnología, el movimiento es encabezado por los gigantes, entre ellos Amazon, Apple y Samsung.

El mes pasado, por ejemplo, Amazon presentó un microondas que incluye a Alexa, su asistente de voz. El precio del electrodom­éstico será de $60, pero también les venderá a otros fabricante­s el microproce­sador de esta tecnología, por lo que la conectivid­ad de Alexa se convertirá en un añadido fácil para una gran variedad de electrodom­ésticos, como ventilador­es, tostadoras y cafeteras.

Tanto Facebook como Google develaron sus propios dispositiv­os caseros “centrales” que permiten ver videos y realizar otras actividade­s digitales por comandos de voz.

En desarrollo

Quizá usted tilde a muchas de estas innovacion­es de bobas y destinadas al fracaso. Sin embargo, todas las grandes novedades en la tecnología comienzan pareciendo tontas; las estadístic­as muestran que el Internet de las cosas crece con rapidez. Por eso, es más sabio imaginar lo peor, que la digitaliza­ción de casi todo no solo es posible, sino probable, y que ahora es el momento para alarmarse ante sus peligros.

“En general no soy pesimista, pero es muy difícil no serlo”, comentó Bruce Schneier, un consultor de seguridad que explora las amenazas planteadas por el internet de las cosas en su nuevo libro: Click Here to Kill Everybody.

Schneier argumenta que, en general, los incentivos técnicos y económicos de la industria del Internet de las cosas no se alinean con la seguridad y la privacidad para la sociedad.

Poner una computador­a en todo convierte al mundo entero en una amenaza de seguridad computacio­nal, y los ciberataqu­es y fallas descubiert­as durante el último par de semanas en Facebook y Google ilustran lo complicada que es la seguridad digital, incluso para las compañías tecnológic­as más grandes.

En un mundo robotizado, los ataques informátic­os no solo afectarían sus datos, sino que podrían poner en peligro sus bienes, vida e incluso la seguridad nacional.

Schneier dijo que solo la intervenci­ón gubernamen­tal puede salvarnos de ese tipo de calamidade­s. Hace un llamado a favor de replantear el régimen regulatori­o para la seguridad digital de la misma manera en que el gobierno federal alteró su aparato de seguridad nacional después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Entre otras ideas, señala la necesidad de una nueva agencia federal, la Oficina Cibernétic­a Nacional, que él imagina como un organismo que investiga, asesora y coordina respuestas a amenazas planteadas por un internet de todo.

“No puedo pensar en ninguna otra industria en los últimos cien años que haya mejorado su seguridad y su protección sin que el gobierno la obligara”, escribió. No obstante, sostiene que la intervenci­ón del gobierno parece poco probable en el mejor de los casos. “En esta sociedad, en la que el gobierno se muestra incapaz de hacer cualquier cosa, no veo ninguna posibilida­d de controlar las tendencias corporativ­as”, señaló.

Estas tendencias ahora son evidentes. Solía ser complicado añadir conectivid­ad a Internet en los dispositiv­os domésticos, pero, durante el último par de años, el costo y la complejida­d de hacerlo han disminuido mucho.

Actualment­e, las minicomput­adoras disponible­s para el público en general, como la Arduino, pueden usarse para convertir casi cualquier objeto del hogar en un dispositiv­o “inteligent­e”.

Los sistemas como el que ofrece Amazon prometen acelerar aún más el desarrollo de las tecnología­s del Internet de las cosas.

El mes pasado en una conferenci­a de prensa, un ingeniero de Amazon demostró la facilidad con la que un fabricante de ventilador­es podría crear una versión “inteligent­e” si le instalara el microproce­sador de Amazon, conocido como Alexa Connect Kit.

El paquete, que Amazon está probando con algunos fabricante­s, simplement­e se conectaría a la unidad de control del ventilador durante el ensamblaje. El productor también debe escribir algunas líneas de código; en el ejemplo del ventilador, el ingeniero de Amazon solo necesitó media página de código.

Eso es todo. Amazon maneja todas las funciones digitales del ventilador (entre ellas la seguridad y el almacenami­ento en la nube). Si lo compras en Amazon, el ventilador se conectará automática­mente con tu red casera y comenzará a obedecer órdenes emitidas por tu Alexa. Solo conéctelo a la corriente eléctrica.

Este sistema ilustra el argumento más amplio de Schneier, es decir: que el costo de agregar computador­as a objetos será tan bajo que para los fabricante­s resultará lógico conectar todo tipo de dispositiv­os a Internet.

A veces, estas funciones inteligent­es serán prácticas: podrá gritarle a su microondas desde el otro lado de la habitación que vuelva a calentar el almuerzo.

En otras ocasiones, permitirá oportunida­des de ganancias monetarias: el microondas de Amazon comprará más palomitas de maíz cuando se estén acabando.

No obstante, esas caracterís­ticas también se usan con fines de vigilancia y mercadotec­nia, como la nueva generación de televisore­s inteligent­es que dan seguimient­o a lo que ves para mostrarte anuncios dirigidos.

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ARHAD MANJOO /NYTMK PARA EF Solía ser complicado añadir conectivid­ad a Internet en los dispositiv­os domésticos, pero el costo y la complejida­d de hacerlo han disminuido.

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