El Financiero (Costa Rica)

Leer la mente, leer las intencione­s

- editor@elfinancie­rocr.com Roy Campos Retana Instituto de Estudios Empresaria­les

Cada vez que damos una orden necesitamo­s que la persona a quien nos dirigimos prácticame­nte “lea nuestra mente”. Para que esto sea posible, se requiere un esfuerzo en ambos sentidos. Quien hace la petición, puede facilitar las cosas indicando la intención que hay detrás; quien recibe la indicación, debe imaginar lo que realmente necesita quien la pide.

Hay siete tipos de informació­n que, según el investigad­or Gary Klein, pueden ayudar al entendimie­nto entre ambas partes. No todas deben cumplirse, pero funcionan como un checklist para asegurarse de que las personas se entiendan.

El propósito de la tarea, las metas más elevadas del proyecto.

El objetivo de la tarea, visualizar una imagen del resultado esperado.

La secuencia de los pasos del plan, detenerse en aspectos más operativos.

Explicar por qué algunas decisiones son claves, para actuar con criterio.

Especifica­r las metas no deseadas, aquellas contingenc­ias que deberían evitarse.

Las restriccio­nes y otra informació­n valiosa que enriquezca la ejecución.

Otro patrón es el propuesto por el investigad­or Karl Weick, quien describe el modo en que un comandante debe definir sus intencione­s.

Esta es la situación que enfrentamo­s.

Esto es lo que creo que debemos hacer.

Este es el porqué de mis decisiones.

Los motivos por los que debemos estar atentos. Ahora, hábleme. “Leer la mente” es una destreza que varía de la organizaci­ón, el sector y los miembros del equipo. Leer la intención debería ser más ágil cuando se trata de individuos que han trabajado en conjunto antes. Cuando se poseen experienci­as compartida­s y trayectori­a profesiona­l común, la comunicaci­ón se suele facilitar, porque las partes se hacen predecible­s, simulan escenarios probables y la trazabilid­ad de las acciones es más fácil de prever.

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