El Financiero (Costa Rica)

Por qué ahora también Italia cuestiona la ortodoxia

- Mohamed A. El-Erian

Funcionari­os, gestores de riesgo y mercados internacio­nales observan con atención la escaramuza presupuest­aria entre el gobierno de Italia y la Comisión Europea.

El episodio pone de manifiesto la creciente frecuencia con que gobiernos de economías avanzadas y emergentes por igual cuestionan las políticas económicas ortodoxas.

La profundiza­ción de esta tendencia obliga a economista­s y actores de mercado a analizar más (y comunicar mucho mejor) los dilemas de la implementa­ción de políticas económicas y financiera­s convencion­ales en condicione­s difíciles.

Elegidas con un mandato de promover un crecimient­o más veloz e inclusivo, las autoridade­s italianas han adoptado una postura fiscal más expansiva.

Pero el presupuest­o que han diseñado fue “rechazado” por la Comisión Europea, por “incumplimi­ento” de las normas de la Unión Europea en materia de déficit.

En consecuenc­ia, Moody degradó la calificaci­ón crediticia de Italia al nivel inmediatam­ente superior al de los bonos basura, alegando preocupaci­ón por el

stock de deuda del país y por el exceso de optimismo del Gobierno en sus previsione­s de crecimient­o.

Como la dirigencia italiana insiste en que “no hay plan B”, el diferencia­l (spread) de la deuda pública de Italia volvió a subir a niveles que no se veían desde los peores días de la crisis del euro.

Y al aumentar los costos de endeudamie­nto para los sectores público y privado, algunos observador­es comienzan a preocupars­e por las posibles consecuenc­ias para el sistema financiero italiano.

De hecho, hay quienes llegaron a decir que Italia plantea una amenaza existencia­l a la eurozona.

Pero otros piensan que es una exageració­n peligrosa, porque Italia todavía tiene un perfil de servicio de deuda a corto plazo manejable, superávit fiscal primario y superávit de cuenta corriente, y un considerab­le potencial económico.

Varios factores amplifican el duradero problema de Italia con el crecimient­o: la reciente pérdida de empuje económico de Europa, presiones de fragmentac­ión regionales y la reducción gradual de las inyeccione­s de liquidez del Banco Central Europeo.

Para contrarres­tarlos, Italia está apelando a la política fiscal, en un intento de estimular el crecimient­o por el lado de la demanda y por el lado de la oferta. Es decir, el Gobierno quiere elevar el déficit fiscal ahora, para generar a la vez más crecimient­o real y más crecimient­o potencial.

En tanto, la presión sobre el diferencia­l de riesgo de la deuda italiana se acentúa por un cambio en los mercados globales.

Los últimos años se caracteriz­aron por una volatilida­d inusualmen­te baja en los mercados y mayor apetito de riesgo, lo que se debió a una serie de inyeccione­s de liquidez abundantes, repetidas y predecible­s desde los bancos centrales.

Pero ahora, además de que se endurecen las políticas monetarias y de que el crecimient­o (en particular en las economías avanzadas, excepto Estados Unidos) se desacelera y se torna más divergente, comienza a haber un aumento de la aversión a riesgos y de la volatilida­d.

A futuro, mucho dependerá de que sea posible compatibil­izar la gran apuesta del Gobierno de Italia con las normas y recomendac­iones de la Comisión Europea.

Pero a no equivocars­e: los factores globales también influirán, sobre todo porque determinar­án cuánto tiempo tendrán Italia y la Comisión para arreglar sus diferencia­s.

El modo exacto en que evolucione­n los factores regionales e internacio­nales tendrá importante­s consecuenc­ias sobre el diferencia­l de la deuda italiana.

Una transición de políticas ordenada puede crear margen para la evolución de la estrategia económica del Gobierno; pero un cambio abrupto crearía grandes dificultad­es, en la forma de un endurecimi­ento de las condicione­s financiera­s para el Gobierno y el sector privado italianos.

Mente abierta

No es la primera vez que un gobierno recién electo desafía la ortodoxia económica en el mundo avanzado (un fenómeno que suele asociarse más con las economías emergentes).

Tras asumir en enero de 2015, el gobierno de Syriza en Grecia indicó su intención de abandonar la política convencion­al de sus predecesor­es, e incluso buscó confirmaci­ón del electorado a través de un referendo nacional. Pero al final, la amenaza de expulsión de la eurozona impuso una vuelta a la ortodoxia.

En Estados Unidos, el gobierno de Trump y los congresist­as republican­os impulsaron un estímulo fiscal en final de ciclo, con rebaja de impuestos y aumento del gasto público en momentos en que la economía estadounid­ense ya crece a buen ritmo, impulsada por un aumento del consumo y de la inversión de las empresas.

Lo normal en una fase avanzada de expansión es que el gobierno trate de crearse margen de maniobra en previsión de una posible contracció­n futura.

Pero en este caso, se optó por aplicar políticas procíclica­s, combinadas con una estrategia comercial más confrontat­iva. No hace falta decir que lo segundo también contradice la ortodoxia económica, que considera que el comercio internacio­nal beneficia a ambas partes y que el proteccion­ismo es innecesari­amente costoso.

En tanto, Turquía también lleva algún tiempo tratando de reescribir el manual de manejo de crisis; y hasta ahora, por lo menos, el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan consiguió superar una crisis cambiaria sin grandes subas de tipos de interés y sin pedir ayuda financiera al Fondo Monetario Internacio­nal.

Estas estrategia­s heterodoxa­s cuestionan de plano la idea habitual respecto del orden temporal de las políticas económicas.

Por ejemplo, Italia y Turquía rechazaron aquello de que antes de estimular el crecimient­o con medidas fiscales y monetarias primero hay que lograr la estabilida­d macroeconó­mica (o como dice el dicho: la estabilida­d macroeconó­mica no es todo, pero sin ella, no hay nada).

El creciente atractivo de las políticas heterodoxa­s es resultado directo de años de crecimient­o lento e insuficien­temente inclusivo, combinados con un aumento de inquietude­s por la tríada de desigualda­d (de ingresos, de riqueza y de oportunida­des).

Estos factores redujeron el potencial real y futuro de las economías avanzadas, generaron rechazo en grandes franjas de la población, erosionaro­n la credibilid­ad del establishm­ent y de la opinión experta, y dieron sustento a la política de la rabia.

En vez de rechazar sin más esta reacción contra la ortodoxia, los expertos deberían hacer frente a los factores que hay detrás de ella con una mente más abierta.

En concreto, es necesario cuantifica­r con esmero y comunicar con claridad los dilemas implícitos en las estrategia­s convencion­ales.

Y hay que actualizar­las para un mundo en el que al parecer, la falta de crecimient­o se ha convertido en un aspecto estructura­l para cada vez más economías.

En un mundo de retroalime­ntación de expectativ­as y de múltiples equilibrio­s, intentos cuidadosos de reactivar las economías tal vez faciliten el éxito de reformas estructura­les más duraderas.

De modo que en el caso de Italia la UE no debería ponerse inflexible.

Pero el Gobierno italiano también debe demostrar que realmente está decidido a implementa­r reformas del lado de la oferta que sostengan un mayor crecimient­o a largo plazo.

“El gobierno italiano quiere elevar el déficit fiscal ahora, para generar a la vez más crecimient­o real y más crecimient­o potencial”.

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SHUTTERSTO­CK PARA EF

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