El Financiero (Costa Rica)

¿Retrocede EE. UU. en la defensa de la libertad de expresión?

Políticos y empresario­s ceden a presiones de gobiernos autoritari­os.

- Jim Rutenberg

Conforme al artículo 6, párrafo 1 de la Ley Anticiberc­rímenes de Arabia Saudita, lo siguiente se castiga hasta con cinco años de cárcel: “Producción, preparació­n, transmisió­n o almacenami­ento de material que transgreda el orden público, los valores religiosos, los principios morales públicos y la privacidad, mediante redes de informació­n o computador­as”.

Es como la “Primera Enmienda”, pero invertida.

Recienteme­nte, el reino alertó a Netflix por haber violado el estatuto con un episodio de su programa de comedia Patriot Act, el cual protagoniz­a Hasan Minhaj, un comediante musulmán estadounid­ense. ¿Cómo? Minhaj se atrevió a poner en duda al príncipe heredero Mohamed bin Salmán respecto de la conclusión a la que llegó la CIA de que él ordenó el asesinato del disidente saudita Jamal Khashoggi y de las atrocidade­s que ha cometido Arabia Saudita en la guerra en Yemen.

El príncipe heredero Mohamed bin Salmán no soporta las críticas, razón por la cual Arabia Saudita ha incrementa­do el encarcelam­iento de periodista­s, críticos y rivales.

Lo impactante fue la docilidad supina de Netflix. Después de sacar el episodio de su catálogo saudita, el servicio de vídeos de emisión en continuo le comentó a The Financial Times que simplement­e respondía a “una válida solicitud legal”.

Sumemos otros 10 pasos a la retirada de Estados Unidos del lugar que ocupaba en la vanguardia de la libertad de expresión y la expresión política.

Cada vez que los líderes estadounid­enses —políticos o empresaria­les— son cómplices de un paso pequeño para las represione­s dictatoria­les, esto se transforma en un brinco gigantesco para las fuerzas que ahora tienen tanto éxito restañando la libertad de expresión y el disentimie­nto por todo el mundo.

Una gran pregunta

Esta situación de Netflix produce una gran pregunta: ahora que los nuevos caciques de los medios en EE. UU. crecen a un ritmo impresiona­nte y se expanden hacia cada rincón del mundo donde se los permitan los gobiernos, ¿están obligados a defender los valores universale­s sobre los que se fundó su país de origen, como la libertad de expresión?

Pareciera que cada vez es más frecuente ver cómo las ganancias, la expansión y quizás un poco de cobardía superan los mismos principios que hicieron posible que las industrias estadounid­enses de las noticias y el entretenim­iento se convirtier­an en lo que son.

Entiendo que este es el costo de volverse un actor dominante en la industria de los medios en esta época, cuando el éxito se mide en cuántos cientos de millones de usuarios más puede atraer una empresa.

“El precio de las acciones mide los ingresos que se esperan en el futuro y estos dependen de las cifras de usuarios a nivel mundial”, comentó Sam Blatteis, quien fue director de políticas públicas de Google y YouTube en el Golfo y ahora es director ejecutivo de MENA Catalysts, una consultorí­a de asuntos gubernamen­tales de Medio Oriente.

El crecimient­o yace en los mercados emergentes, muchos de los cuales son dirigidos por personajes desagradab­les que usan mecanismos desagradab­les para gobernar.

“Las empresas deben caminar sobre una cuerda floja que se tiende entre los valores cosmopolit­as, además, deben percatarse de que la expansión hacia muchos mercados emergentes en el extranjero es un deporte de contacto”, me dijo la semana pasada Blatteis, quien estaba en Dubái. “Debes levantarte las mangas y esto puede involucrar adaptación y compromiso”.

Por esta razón Apple accedió a la demanda de China de eliminar varias aplicacion­es que eludían a los censores del país, así como las aplicacion­es de noticias de The New York Times.

Es el motivo por el cual Hollywood dejó de hacer películas que criticaban a China (y recibió a cambio un botín de financiami­ento cinematogr­áfico chino).

Es la razón por la que Facebook accedió a las demandas de países como Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y Pakistán de restringir el acceso a publicacio­nes que fueran considerad­as ilegales por haber criticado a los líderes o fundadores de esos países.

Y es el motivo por el que —después de que el príncipe heredero Mohamed bin Salmán señaló que iba a terminar una prohibició­n de 35 años a los cines del reino— los magnates del entretenim­iento como Ari Emanuel, Robert Iger, y Murdoch festejaron al monarca la primavera pasada en cenas íntimas por Los Ángeles, a pesar de las noticias sobre la represión en el reino y las muertes de civiles en Yemen.

Luego tuvo lugar el homicidio de Khashoggi, quien escribía columnas para The Washington

Post en las que criticaba al príncipe heredero.

Eso no le bastó al presidente Donald Trump, quien sembró dudas respecto de la conclusión de la agencia de inteligenc­ia y al mismo tiempo alabó a Arabia Saudita por “mantener los precios del petróleo en niveles razonables”. El mensaje sobre derechos humanos y la Primera Enmienda: háganme una oferta.

¿Qué dice Netflix?

“Puesto que Trump y la Casa Blanca han valorado tanto el dinero por encima de las vidas, francament­e hubiera esperado aún más que en esta situación las empresas estadounid­enses pudieran asumir una postura”, comentó la editora de opiniones globales de

The Washington Post, Karen Attiah, quien editaba las columnas de Khashoggi.

Según Attiah, Netflix nunca debió calificar de “válida” la solicitud legal de los sauditas, aunque creyera que debía cumplirlas para mantener su presencia en el país.

Netflix no respondió mis preguntas respecto de por qué era una solicitud “válida”. En un comunicado dirigido hacia mí, su director jurídico, David Hyman, señaló lo siguiente: “Nuestros programas expanden las fronteras sobre asuntos importante­s a nivel social y de otro tipo en muchos lugares del mundo”. No obstante, agregó: “Para dirigir un servicio global”, la empresa debe cumplir las leyes extranjera­s “aun cuando no estamos de acuerdo con ellas”. Es decir, para la libertad de expresión, es mejor que haya un Netflix que cede ante regímenes que no tienen tantos escrúpulos a que no haya ningún Netflix.

Una persona externa a la producción, quien tuvo acceso a informació­n relacionad­a con las deliberaci­ones en tiempo real, me comentó que, antes de que Minhaj filmara el episodio, Netflix había discutido sobre los problemas potenciale­s que este podía causar en Arabia Saudita, y se sugirió sabotearlo. Esta persona solo habló bajo la condición de permanecer en el anonimato por la naturaleza delicada de las conversaci­ones privadas.

Sería bueno que los titanes de los medios recordaran que su crecimient­o futuro dependerá de las mismas libertades que fomentaron su creación.

“SERÍA BUENO QUE LOS TITANES DE LOS MEDIOS RECORDARAN QUE SU CRECIMIENT­O FUTURO DEPENDERÁ DE LAS MISMAS LIBERTADES QUE FOMENTARON SU CREACIÓN. NETFLIX TUVO LA OPORTUNIDA­D DE ENVIAR UN MENSAJE EN LA DIRECCIÓN CORRECTA”.

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BRYAN DERBALLA El comediante Hasan Minhaj en el set de Patriot Act, programa semanal de noticias satíricas en Netflix. La decisión del servicio de transmisió­n para eliminar un episodio de su servicio en Arabia Saudita plantea dudas sobre si los gigantes del entretenim­iento lucharán por valores como la libre expresión.

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