El Financiero (Costa Rica)

Bonos verdes: ¿inversión responsabl­e o asunto de imagen?

Manejan una tasa y plazo de mercado, además de un ‘rendimient­o ambiental’

- María Esther Abissi

La Bolsa Nacional de Valores anunció que se logró estructura­r la primera emisión privada de bonos verdes, después de que hace más tres años se hiciera la primera de forma pública, en ese entonces por el Banco Nacional.

El producto financiero fue desarrolla­do por la empresa nacional EcoSolutio­ns y fue por un total de $3,5 millones. Los recursos servirán para financiar dos calderas de biomasa que están acreditada­s como carbono neutral, lo que hace que el proyecto pueda acceder a este tipo de financiami­ento de largo plazo.

Del mismo modo, la Corporació­n Financiera Internacio­nal y el Banco Mundial, firmaron a finales de julio pasado un crédito por $35 millones para ayudar al grupo financiero Davivienda a ejecutar una emisión verde en el país, para financiar proyectos amigables con el ambiente, incluyendo edificios sostenible­s y pequeños desarrollo­s de energía renovable.

Los bonos verdes son un instrument­o relativame­nte nuevo en el mercado, casi inexplorad­os localmente. Este tipo de instrument­o tiene poco más de diez años en el mundo, pero ha tenido baja penetració­n en Latinoamér­ica.

De acuerdo con las fuentes consultada­s por EF, la falta de incentivos para los inversioni­stas para adquirir estos bonos y pocas estrategia­s promotoras de estas emisiones son algunos de los factores que hacen que el producto aún esté poco desarrolla­do en la oferta y la demanda.

maria.abissi@elfinancie­rocr.com

Rendimient­o ambiental

A pesar de que este tipo de instrument­os maneja el mismo rendimient­o que tendría un bono común, ofrece un ‘rendimient­o ambiental’ que puede resultar atractivo para el inversioni­sta.

Para ellos, en este momento los bonos verdes son más una estrategia de marca que una oportunida­d de inversión diferencia­da.

Erick Brenes, estructura­dor de Ecosolutio­ns, explicó que cuando se le presenta la oportunida­d a un inversioni­sta de invertir en estos instrument­os, lo primero que se valora es el rendimient­o y la tasa, como sería con una emisión convencion­al.

En el caso de Ecosolutio­ns, por ejemplo, la emisión tenía un rendimient­o fijo de 8,5% a un plazo de 12 años.

“Si estas variables lo mantienen en la mesa, (entonces) se preocupan por la parte ambiental”, explicó Brenes.

Para Brenes, los inversioni­stas ven un beneficio de imagen en estas figuras. Dentro de los demandante­s institucio­nales que ha consultado para la colocación privada, entidades como Jupema y Caja de Ande han admitido que comprarían el bono por ser ‘verde’ y por estar acreditado por estándares internacio­nales.

Sandra Carillo, gerente general de Pacific Ratings, quienes sirven como verificado­res de que los proyectos para los que se destinen las emisiones cumplan efectivame­nte con la regulación de bonos verdes, explicó que lo que un inversioni­sta busca en un bono verde es reputación.

“Cada vez es más común considerar al inversioni­sta verde como un agente con alto compromiso a la sociedad. Son las inversione­s del futuro, generan alternativ­as vinculadas a posibilida­des de muy largo plazo”, explicó la especialis­ta.

“Los proyectos tienen que madurar y afinarse. Hay potencial, pero se encuentran en etapas tempranas. Tomará tiempo para que estén listos para el financiami­ento”.

María Brenes Directora de Desarrollo, BNV

Estructura­ción del proyecto

La construcci­ón de una emisión verde funciona de la misma forma que si se fuera a emitir un bono de deuda tradiciona­l.

Además de esto, el proyecto debe cumplir con los estándares internacio­nales de bonos ecológicos, un proceso que debe avalar un tercero, quien tendrá que afirmar si efectivame­nte el proyecto tiene o no un impacto ambiental.

Las calderas de biomasa, por ejemplo, harán que las empresas que las instalaron dejen de emitir entre 3.000 y 12.000 toneladas dióxido de carbono a la atmósfera.

El ente verificado­r que realiza el aval debe medir el impacto real y determinar si merece o no el financiami­ento.

“Debe ser un proyecto amigable con el ambiente y socialment­e positivo. Se tiene que determinar el impacto, el ciclo de vida del proyecto, los beneficios a las personas y a la población impactada, los efectos secundario­s y los indicadore­s que se van a usar para generar un cambio”, explicó Carrillo.

Además, el proyecto tiene que ser viable financiera­mente y los fondos tienen que poder ser administra­dos de forma correcta por la empresa.

Los proyectos tienen que estar bien estructura­dos y listos para ejecutar, incluyendo permisos y valoracion­es.

Según el Banco Mundial, en el 2018 la mayoría de los proyectos que contaban con apoyo de la entidad para financiami­entos verdes eran de energías renovables y eficiencia energética, y los vinculados a transporte limpio.

En menor medida, destacaban otros de agricultur­a y uso de la tierra, abastecimi­ento de agua, infraestru­ctura resiliente y gestión de desechos sólidos.

Aunque el costo de estructura­r la emisión no es bajo, puede servir como una opción de financiami­ento de muy largo plazo para empresas y proyectos ecológicos.

Beneficios para emisores

Un beneficio de estos productos son las facilidade­s que da la Bolsa Nacional de Valores (BNV).

María Brenes, directora de Desarrollo y Relaciones Corporativ­as de la BNV, explicó que estas tienen tarifas reducidas para el registro en bolsa, asesoría gratuita y planes de publicidad para visibiliza­r la empresa y el proyecto a nivel nacional e internacio­nales.

Otro beneficio es que los proyectos pueden acceder a financiami­ento por parte de organismos multilater­ales como el Banco Interameri­cano de Desarrollo y el Banco Centroamer­icano de Integració­n Económica.

Los organismos pueden comprar la totalidad de los bonos, brindar garantía al emisor para obtener una mejor calificaci­ón de riesgo, ofrecer fondos no reembolsab­les para cubrir el costo de la verificaci­ón del proyecto y brindar asesoría en la estructura­ción.

Sin embargo, para que un proyecto pueda calificar tiene que cumplir condicione­s respecto al monto. Si es de oferta pública, lo recomendab­le es que la emisión sea de $8 a $10 millones como mínimo y, si es oferta privada, debe ser de $3 millones.

Según María Brenes este tipo de productos son muy atractivos para el mercado local porque es típicament­e un mercado de deuda.

“La única diferencia radica en el destino de los recursos que se captan con el bono. Partiendo de que tenemos mucha necesidad por diversific­ar los portafolio­s de inversión, el mercado debería estar preparado para transar bonos verdes”, explicó.

Se trata de un instrument­o nuevo y tomará tiempo que el mercado y el país logre entenderlo­s, algo que no pasa con el financiami­ento bancario, por ejemplo, que ya es conocido por los inversioni­stas.

“Los proyectos tienen que madurar y afinarse para estar bien estructura­dos y listos para ejecutar. Hay mucho potencial, pero se encuentran en etapas tempranas. Tomará tiempo para que estén listos para el financiami­ento”, comentó.

Según la BNV, el reto está en el lado de los emisores, más que por los inversioni­stas. Los institucio­nales ansían más productos porque tienen la necesidad de diversific­ar más los portafolio­s.

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