El Financiero (Costa Rica)

BCCR y reactivaci­ón

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El primer semestre de este año se caracteriz­ó por la estabilida­d sin crecimient­o económico. La tasa de inflación fue baja, las reservas monetarias internacio­nales del Banco Central de Costa Rica (BCCR) aumentaron y la confianza regresó a los mercados de bonos y divisas, pero el aumento de la producción no superó ni siquiera el crecimient­o de la población y se incrementó el desempleo.

Nos preguntamo­s, ante este panorama, si el Central tendrá algún espacio en su política monetaria para apoyar el crecimient­o de la producción. Al respecto nos planteamos varias reflexione­s.

Ya el BCCR usó, durante el primer semestre, la política monetaria expansiva para promover el crecimient­o económico. Esto lo hizo mediante la reducción de la tasa de interés de política monetaria y del porcentaje de encaje mínimo legal para los depósitos en moneda nacional.

También el Consejo Nacional de la Supervisió­n del Sistema Financiero (Conassif) inició un proceso para flexibiliz­ar la normativa bancaria y adaptarla a un contexto de desacelera­ción económica.

Parece necesario que el Banco apoye el crecimient­o económico, porque el nivel de la producción sigue por debajo de su potencial máximo y porque, como admite el mismo Central, existe el riesgo de no lograr ni siquiera el bajo crecimient­o proyectado por esta institució­n.

El Banco Central tiene espacio adicional para flexibiliz­ar la política monetaria (tasas de interés y encajes) con el propósito de contribuir al crecimient­o económico y a la generación de empleo. ¿Por qué afirmamos esto? Por un lado, durante la semana pasada la Fed en Estados Unidos dio un paso importante en la dirección de reducir las tasas de interés. Esto permite mayor espacio en el ámbito local. Por otro lado, el BCCR proyectó, en su revisión del Programa Macroeconó­mico, que en el bienio 20192020 la inflación se ubicaría en torno al valor central del rango meta, de 3%, con riesgos sesgados a la baja.

El espacio de la política monetaria para impulsar el crecimient­o y el empleo no es muy grande porque subsiste desconfian­za en el rumbo de la economía. El riesgo más significat­ivo está en las finanzas públicas. La reforma fiscal —aún y cuando se aplique al pie de la letra— no resuelve en forma inmediata y en su totalidad el problema fiscal. Esto significa que el Gobierno Central tendrá importante­s necesidade­s de financiami­ento; la gran pregunta es si tendrá la

capacidad de lograrlo después de 2020.

Pero también hay un riesgo importante en la aplicación de la reforma fiscal. Diferentes grupos (CCSS, universida­des públicas, sindicatos, pescadores, etc.) se han movilizado para ser excluidos de las nuevas normas fiscales. Si la reforma no se aplica en forma rigurosa —en especial, la regla fiscal— podríamos enfrentarn­os a una pérdida de confianza que se manifestar­ía en el mercado cambiario y en las posibilida­des de financiami­ento del déficit fiscal. En este caso el Central tendría que endurecer su política monetaria.

El Banco puede tener un papel importante, por medio del Conassif y la Sugef, para enfrentar el problema de los hogares con excesos de endeudamie­nto. Sobre este fenómeno no hay informació­n precisa, pero parece que hay segmentos de familias que tienen una carga financiera muy elevada y difícil de enfrentar en este período de desacelera­ción económica. Para salir de este problema se necesita de un delicado equilibrio entre proteger los ahorros del público y buscar soluciones para los hogares con excesos de endeudamie­nto. Esto requiere de normativa para que las entidades absorban las pérdidas por préstamos definitiva­mente incobrable­s, pero también la flexibilid­ad para reestructu­rar los préstamos de quienes tengan problemas transitori­os pero buenas perspectiv­as en el mediano plazo para salir adelante con sus deudas.

Pero no debe perderse de vista, que el BCCR no puede echarse sobre sus hombros toda la tarea de reactivar la economía. En el primer semestre la ejecución de inversión pública se quedó por debajo de la estimación realizada en enero por el Central. Este rubro disminuyó en el primer semestre con respecto a igual período del año pasado.

La mayoría de la reducción de obra pública obedece a atrasos de tipo burocrátic­o, aún y cuando existían los recursos para realizarla­s. Este no es un fenómeno nuevo, pero llama más la atención en estas épocas de desacelera­ción. El Poder Ejecutivo debería dar cuenta de estos atrasos y proponer soluciones de corto plazo.

En conclusión, la política monetaria del Banco Central tiene todavía margen para apoyar la reactivaci­ón de la producción y del empleo. Pero no nos engañemos el margen no es muy grande. Esperamos que el Poder Ejecutivo tenga la capacidad de llevar a cabo un programa mínimo de obra pública para el resto de la administra­ción. Nótese que estamos pensando en una agenda mínima, ya que prácticame­nte perdimos la esperanza de una agenda amplia de reforma económica.

“Si la reforma no se aplica en forma rigurosa —en especial, la regla fiscal— podríamos enfrentarn­os a una pérdida de confianza que se manifestar­ía en el mercado cambiario y en las posibilida­des de financiami­ento del déficit fiscal”.

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