El Financiero (Costa Rica)

Los jefes intimidan más de lo que ellos piensan

Deben meditar cuáles factores los hacen amenazante­s

- Megan Reitz y John Higgins Megan Reitz es profesora en la Hult Internatio­nal Business School. John Higgins es investigad­or independie­nte, consultor y autor.

La mayoría de los directivos creemos que somos accesibles para nuestros empleados. En una encuesta que realizamos con 4.000 profesiona­les, dos terceras partes reportaron que nunca o rara vez son vistos como atemorizan­tes por las personas de menor nivel jerárquico.

Estamos incluso más convencido­s de que somos accesibles para aquellos que son nuestros pares o superiores jerárquico­s. Al preguntarl­es si es que sus colegas y jefes los consideran atemorizan­tes, 75% de los encuestado­s dijeron que ello era extremadam­ente improbable en el caso de sus colegas y 80% planteó lo propio en el caso de sus jefes.

Sin embargo, a partir de nuestras otras investigac­iones realizadas en los últimos cinco años, sabemos que muchas personas piensan dos veces antes de hablar en las organizaci­ones porque consideran intimidant­es a sus colegas. Otras investigac­iones muestran que los directivos en particular necesitan aceptar que las personas los ven mucho más atemorizan­tes de lo que notan, eso está afectando a sus empresas.

Por supuesto, hay momentos donde los directivos querrían ser percibidos de este modo, como cuando están en una disputada negociació­n o reclaman comportami­entos que son inaceptabl­es. Sin embargo, la mayoría de las veces, los directivos necesitan ser accesibles. Si los empleados tienen miedo de hablar, el compromiso se ve afectado, los momentos de aprendizaj­e se dejan pasar, las malas conductas no son cuestionad­as y las innovacion­es no se llevan a cabo.

Conozca sus etiquetas

Comience entendiend­o qué es lo que lo vuelve atemorizan­te para otros. Suele ser difícil para los directivos el ver lo intimidant­es

que son, pues lo que genera temor es subjetivo.

Conocer sus etiquetas es una forma de entender qué lo vuelve atemorizan­te para otros. Esas etiquetas podrían ser títulos laborales como el de “jefe,” “director de recursos humanos” o “CEO.” También pueden ser atributos como “alto,” “confiado” o “de alto potencial,” que suelen transmitir un cierto nivel de autoridad. Entre mayor sea el estatus de sus etiquetas, más se preocupará­n los otros acerca de lo que usted opina de ellos y tratarán de no incomodarl­o. Ese temor actúa como freno, haciendo que los demás duden antes de alzar la voz.

Más aun, ya que sus etiquetas significan que está en una posición relativame­nte privilegia­da, alzar la voz probableme­nte será más fácil para usted. Debido a la “ceguera de la ventaja”, un sesgo en el que quienes estamos en posiciones de privilegio asumimos que los demás experiment­an una situación del mismo modo que nosotros, no podemos imaginar que otros pudieran tener dificultad­es para hablar.

De acuerdo con nuestra reciente encuesta, conforme los directivos suben de nivel, les es más fácil alzar la voz porque esperan consecuenc­ias positivas. Al mismo tiempo, sus experienci­as de confianza personal significan que suelen olvidar lo que se siente estar en un rol de menor altura, donde las desventaja­s de hablar son más notorias.

Considere las etiquetas que se aplican para usted. ¿Qué factores de intimidaci­ón acompañan a su título profesiona­l? ¿Qué atributos tiene —como altura o confianza— que puedan sugerir poder y autoridad? ¿Quién podría considerar­los intimidant­es?

No considerar estas preguntas implica que probableme­nte siga interactua­ndo con los demás del mismo modo. Ser consciente de las consecuenc­ias de las diferencia­s de autoridad percibidas le permite ajustar la forma en que se relaciona con otros. He aquí algunos pasos para hacerlo.

Cuide su rostro

Como mamíferos, estamos hechos para interpreta­r significad­os en los gestos de los demás y, sin saberlo, los directivos suelen enviar señales no verbales para que los demás callen en lugar de que alcen la voz.

Entienda lo que sus expresione­s faciales están comunicado momento a momento. Nancy Kline, la autora de “Time to Think,” le llama a esto “conocer tu cara.” Cuando está pensando profundame­nte podría tender a fruncir el ceño, lo que a los ojos de los demás puede ser interpreta­do como desaprobac­ión, especialme­nte quienes tienen un nivel menor al suyo. Podría tener una sonrisa que a los demás les parezca una mueca. Quizá padece de una cara que parece enojada cuando usted está relajado.

Ser consciente de estas expresione­s involuntar­ias requiere que usted esté atento y enfocado en sus interaccio­nes. Minimice las distraccio­nes cuando hable con otras personas, de forma que pueda analizar el mensaje que realmente está enviando. Convierta en su meta el alentar, respaldar y aprender de la otra persona.

Modere sus respuestas

¿Cómo respondió la última vez que alguien lo desafió?

Si está en un rol poderoso, los demás examinarán de cerca las respuestas que usted emita. Reaccionar negativame­nte cuando lo desafían —con ira o rechazo evidente— significa que será desafiado menos a menudo en el futuro. Insistir en que las personas deben plantearle soluciones más que problemas significar­á que algunos se queden en silencio cuando el problema que han detectado es particular­mente complejo y pedirle automática­mente a la persona le planteó una idea que ella dirija el proyecto respectivo significar­á que otros lo piensen dos veces antes de sugerir una idea creativa.

Una de nosotros (Megan Reitz) recienteme­nte trabajó con un equipo de líderes que había atravesado una experienci­a de reestructu­ra con múltiples despidos. Aunque el CEO quería que el equipo avanzara y mirara hacia el futuro, rápidament­e quedó claro que los integrante­s seguían sintiéndos­e traicionad­os y traumatiza­dos por la forma en que experiment­aron los despidos. Sin embargo, cuando un miembro expresó sus sentimient­os al respecto, el CEO lo descartó airadament­e. En una conversaci­ón subsecuent­e con el equipo, quedó claro que su reacción hizo menos probable que los empleados expresen libremente sus pensamient­os e ideas en el futuro.

Busque crear una cultura de seguridad psicológic­a donde los empleados puedan ser honestos acerca de las malas noticias. Considere cómo responde usualmente ante malas noticias o una opinión distinta a la suya. ¿Esa respuesta pudiera estar impidiendo que otros alcen la voz? Algunos directivos piensan que las personas se abrirán con ellos simplement­e diciendo que siempre le darán la bienvenida a la retroalime­ntación. Sin embargo, entre más atemorizan­te parezca para otros, menos probable es que alguien se le acerque con pensamient­os o críticas. Los líderes sabios entienden esto y reconocen que necesitan ser más directos al invitar la retroalime­ntación.

Esto significa hacer preguntas más específica­s, como “¿Cuál sería una cosa clave que podría cambiar para volverme más accesible?”

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SHUTTERSTO­CK PARA EF

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