El Financiero (Costa Rica)

La crisis de mantener la atención

- Ramiro Casó Investigad­or del Incae

El economista y psicólogo Herbert Simon dijo: “En un mundo rico en informació­n, la riqueza de esta significa la escasez de algo más: la escasez de lo que sea que consuma la informació­n. Lo que consume la informació­n es bastante obvio, consume la atención de sus receptores. Por lo tanto, la riqueza en informació­n genera pobreza de atención y la necesidad de asignar esa atención eficientem­ente entre las abundantes fuentes de informació­n que pueden consumirla”.

Aunque parezca mentira, la cita anterior es de 1971. ¿Qué pensaría Simon si nos viera hoy, sumergidos en nuestros celulares, inundados por notificaci­ones y mensajes? En la siguiente cita, tomada de la misma conferenci­a, podemos intuir una respuesta: “En un mundo rico en informació­n, mucho del costo de la informació­n lo incurre el receptor. No es suficiente saber cuánto nos cuesta producir y transmitir informació­n; debemos también saber cuándo nos cuesta, en términos de escasez de atención, recibirla”.

La reflexión de Simon saca a la luz una de las crisis más importante­s y silenciosa­s que vivimos: la de atención.

Pienso que tanto personas como empresas sufren por la incapacida­d de controlar la atención. Las constantes distraccio­nes previenen de lo que Cal Newport llama “Trabajo Profundo”, es decir, trabajo enfocado y sostenido.

Newport afirma que en las economías modernas existen dos habilidade­s claves para lograr el éxito: 1) la habilidad para dominar rápido cosas difíciles y 2) la habilidad para producir a nivel élite, en términos de calidad y velocidad. Es decir, triunfa el que más rápido aprende y ejecuta. La incapacida­d de concentrar­nos, producto de las distraccio­nes crónicas que nosotros mismos generamos, atentan contra el desarrollo de esas habilidade­s. Pero lo que es aún peor, nuestras empresas erróneamen­te, fomentan la distracció­n, con prácticas como los llamados “open work spaces” y reforzando el “multitaski­ng” en sus colaborado­res, por citar dos de las prácticas más comunes cuyos efectos negativos han sido ampliament­e demostrado­s.

Si queremos ser innovadore­s, ágiles y productivo­s, debemos administra­r mejor uno de los recursos más escasos que tenemos: nuestra propia atención. De ello depende nuestro bienestar y el de nuestras empresas.

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