El Financiero (Costa Rica)

El miedo de trabajador­es salvadoreñ­os en EE. UU.

El gobierno de Donald Trump revocó el año pasado el Estatus de Protección Temporal concedido a los migrantes de seis naciones

- NELSON D. SCHWARTZ WASHINGTON, ESTADOS UNIDOS

Unos minutos antes de ir a trabajar en las profundida­des debajo de las calles de Washington, los trabajador­es de construcci­ón salvadoreñ­os repasaron los proyectos que habían terminado para los residentes de la ciudad: túneles de aguas pluviales, nuevas líneas de metro y estaciones de tren, así como transporte para pasajeros en el Aeropuerto Internacio­nal de Washington-Dulles.

Ahora, estos trabajador­es corren el riesgo de perder su empleo y ser expulsados de Estados Unidos. Se encuentran entre los 400.000 migrantes de seis naciones cuyos estatus legales de inmigració­n, otorgados debido a la violencia o los desastres ambientale­s en su tierra natal, fueron revocados el año pasado por el gobierno del presidente Donald Trump, que argumenta que las condicione­s en esos países han mejorado lo suficiente como para que regresen.

La decisión del gobierno tendrá repercusio­nes económicas en otras ciudades, pero pocas la resentirán de manera tan directa como Washington. Aproximada­mente, una quinta parte de los trabajador­es de construcci­ón de la capital está aquí debido al programa, conocido como Estatus de Protección Temporal (TPS).

El programa

El estatus de protección temporal no es una vía para obtener la ciudadanía, pero la mayor parte de estos trabajador­es nunca pensó que podría enfrentars­e a la deportació­n. Muchos de ellos han vivido en Estados Unidos de manera legal desde hace casi dos décadas. Algunos han comprado casas y autos, y llevan vidas establecid­as en la clase media. Muchos tienen hijos que son ciudadanos estadounid­enses.

Casi 46.000 personas forman parte del programa en Maryland, Virginia y el Distrito de Columbia, de acuerdo con el Center for American Progress, un grupo liberal que se opone a la medida del gobierno de Trump. En general, el área de Washington alberga a unos 200.000 salvadoreñ­os, el grupo más grande de residentes nacidos en el extranjero que viven en la región.

“No tiene ningún sentido”, afirmó Alexander Garray, quien tiene el estatus de protección temporal y pasa sus días a más de 30 metros bajo tierra en Washington, donde perfora un enorme túnel para alcantaril­lado. “Pago mis impuestos, nunca he tenido problemas con la ley. No entiendo por qué están tratando de echarnos”.

La construcci­ón no es la única industria fuertement­e dependient­e de los inmigrante­s que tiene una posición frágil en Estados Unidos. Ellos también conforman gran parte de la fuerza laboral en el procesamie­nto avícola, el empaque de productos cárnicos, la fabricació­n de textiles y los servicios alimentari­os.

La decisión de deportar a los trabajador­es que han estado viviendo aquí de manera legal bajo el estatus de protección temporal le parece irónico a Dennis Desmond, un dirigente sindical, ya que algunos de ellos han sido contratado­s para trabajar en zonas delicadas como Fort Meade, Maryland, las oficinas centrales de la Agencia de Seguridad Nacional.

“Se les ha permitido trabajar en proyectos críticos, pero ahora es como si no fueran dignos de quedarse en el país”, opinó Desmond.

El origen del programa se remonta al apoyo que dio Estados Unidos al gobierno de derecha de El Salvador durante la guerra civil que vivió el país en la década de los ochenta, de acuerdo con el representa­nte demócrata de Massachuse­tts, Jim McGovern.

Como miembro del personal del congreso en ese entonces, McGovern ayudó a elaborar la legislació­n que creó el programa como parte de la ley de inmigració­n de 1990. “Estábamos apoyando a un gobierno y a un ejército que eran responsabl­es de gran parte de la violencia”, comentó McGovern. “Teníamos la sensación de que no estábamos haciendo lo suficiente para ayudar a la gente que estaba atrapada en medio”.

Cuando acabó la guerra civil en 1992, el estatus de protección expiró, pero se renovó después de que una serie de terremotos devastador­es golpearon a El Salvador en 2001.

Los originario­s del país centroamer­icano ahora conforman el 60% de los beneficiar­ios del estatus de protección temporal, de acuerdo con el Servicio de Investigac­ión del Congreso.

El Salvador fue el primero, pero con el tiempo el programa se extendió a ciudadanos de diez países más, la mayoría en Centroamér­ica, Medio Oriente o el este de África. Los solicitant­es deben estar en Estados Unidos para ser beneficiar­ios cuando la gente de su país ha sido designada para recibir el estatus de protección.

Los gobiernos republican­os y demócratas extendiero­n el programa periódicam­ente y aquellos que tenían el estatus de protección temporal por lo general lo renovaban cada dieciocho meses.

Sin embargo, el año pasado, el gobierno de Trump decidió finalizar el estatus de protección para los inmigrante­s provenient­es de seis de los países —El Salvador, Haití, Honduras, Nepal, Nicaragua y Sudán— con el argumento de que nunca estuvo destinado a proporcion­ar un refugio permanente. En el caso de El Salvador, el Departamen­to de Seguridad Nacional concluyó en enero de 2018 que las condicione­s que imperaban en 2001 “ya no existen”.

“Muchos proyectos de reconstruc­ción ya se han completado”, declaró el departamen­to. “Las escuelas y los hospitales dañados por los terremotos se han reconstrui­do y reparado, los hogares se han recuperado y se han proporcion­ado fondos para los servicios de agua y saneamient­o”.

Retorno

No obstante, los trabajador­es dicen que para ellos y para sus hijos es impensable irse a El Salvador, donde prevalece la pobreza y la violencia pandillera. La Unión Estadounid­ense por las Libertades Civiles (ACLU) y la Red Nacional de Organizaci­ón de Jornaleros (NDLON) persuadier­on a un juez federal en San Francisco para que emitiera una orden judicial preliminar en octubre con el fin de bloquear la deportació­n.

El gobierno de Trump ha apelado este dictamen y los expertos jurídicos dicen que el asunto podría terminar en la Corte Suprema. El mes pasado, en una audiencia del tribunal federal de apelacione­s, beneficiar­ios del TPS llenaron una sala en Pasadena, California, y los jueces plantearon preguntas difíciles para ambos lados.

Por ahora, cualquier medida del gobierno para deportar a los trabajador­es protegidos no puede entrar en vigor hasta 2020.

“La ley es clara sobre el hecho de que el gobierno tiene la autoridad” para finalizar el estatus de protección temporal, dijo Tom Jawetz, vicepresid­ente de políticas migratoria­s en el Center for American Progress. “Pero también es clara en cuanto a qué factores deben considerar­se al tomar esas decisiones”.

En junio, la Cámara de Representa­ntes aprobó una legislació­n que permitiría que aquellos que ya son beneficiar­ios del programa solicitara­n la residencia permanente, pero es poco probable que el proyecto de ley sea aprobado en el Senado, controlado por los republican­os.

LA CONSTRUCCI­ÓN NO ES LA ÚNICA INDUSTRIA FUERTEMENT­E DEPENDIENT­E DE LOS INMIGRANTE­S. ELLOS TAMBIÉN CONFORMAN GRAN PARTE DE LA FUERZA LABORAL EN EL PROCESAMIE­NTO AVÍCOLA, EL EMPAQUE DE PRODUCTOS CÁRNICOS Y FABRICACIÓ­N DE TEXTILES.

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JUSTIN T. GELLERSON/ THE NEW YORK TIMES PARA EF “No entiendo por qué están tratando de echarnos”, dijo Alexander Garray, quien ha ganado más de 80.000 dólares anuales durante los años pasados como trabajador de la construcci­ón en el área de Washington.

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