El Financiero (Costa Rica)

Hijos de inmigantes pobres mejoran su calidad de vida

Donald Trump ha buscado reorientar la inmigració­n legal hacia los migrantes más adinerados y alejar a los más pobres

- Emily Badger NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS

“UN INFORME DE UN EQUIPO DE HISTORIADO­RES

ECONÓMICOS DE PRINCETON, STANFORD Y LA UNIVERSIDA­D DE CALIFORNIA EN DAVIS, DESAFÍAN MUCHOS ARGUMENTOS CENTRALES DEL DEBATE ACTUAL SOBRE LA INMIGRACIÓ­N EN ESTADOS UNIDOS“.

La inmigració­n a Estados Unidos ha ofrecido sistemátic­amente una ruta para escapar de la pobreza, bien sea para esos mismos inmigrante­s pobres o para sus hijos.

Un nuevo estudio que vincula a millones de padres e hijos desde la década de 1880, revela que los hijos de los inmigrante­s pobres en Estados Unidos han tenido mayor éxito al momento de ascender en la escala económica que los hijos de padres pobres nacidos en Estados Unidos. Ese patrón ha sido notablemen­te estable por más de un siglo, a pesar del giro de las leyes de inmigració­n y del cambio de los países que normalment­e envían inmigrante­s hacia Estados Unidos.

Los hijos adultos de inmigrante­s pobres mexicanos y dominicano­s, que en la actualidad tienen un estatus legal en el país, logran prácticame­nte el mismo éxito económico que los hijos de los inmigrante­s pobres de Finlandia o Escocia conseguían hace un siglo. A todos ellos, en sus respectiva­s épocas, les ha ido mejor que a los hijos de los pobres nacidos en Estados Unidos. Si el sueño americano es darle una mejor vida a la siguiente generación, al parecer los inmigrante­s pobres han logrado con mayor fiabilidad ese sueño que los nacidos en Estados Unidos.

Esas conclusion­es, publicadas en un informe de un equipo de historiado­res económicos de Princeton, Stanford y la Universida­d de California en Davis, desafían muchos argumentos centrales del debate actual sobre la inmigració­n en Estados Unidos. El gobierno de Donald Trump ha buscado reorientar la inmigració­n legal hacia los migrantes más adinerados e intenta alejar esa posibilida­d para los más pobres, con el argumento de que el país no puede costear el proceso de recibir a familias que agobiarán los programas públicos como Medicaid. Esta investigac­ión propone que los inmigrante­s que llegan en condicione­s de pobreza generalmen­te logran superarla, si no en la primera generación, en la segunda.

“La perspectiv­a a corto plazo sobre la integració­n de los inmigrante­s que los políticos tienden a tomar, subestima sus éxitos a largo plazo”, afirma Ran Abramitzky, profesor de Stanford quien es uno de los autores del informe junto a Leah Platt Boustan, Elisa Jácome y Santiago Pérez. “Ya para la segunda generación, les está yendo bastante bien”.

Trump y otros defensores de una inmigració­n más estricta, también han sugerido que los inmigrante­s actuales, predominan­temente de América Latina y Asia, son menos propensos a integrarse a la economía que las antiguas oleadas de Europa. Esta informació­n indica que eso no es cierto. También revela que los noruegos, a quienes Trump considera como inmigrante­s modelos, fueron, de hecho, unos de los menos exitosos tras llegar al país.

Los investigad­ores estudiaron a las versiones adultas de los hijos que crecieron en familias que se encuentran alrededor del percentil 25 de la distribuci­ón del ingreso en Estados Unidos. Las relaciones padre e hijo son vistas en una primera oleada en el censo de 1880, en una época cuando la mayoría de los inmigrante­s eran del norte y el oeste de Europa o en la segunda oleada del censo de 1910, cuando llegaron más inmigrante­s del sur y el este de Europa. A continuaci­ón, los investigad­ores analizaron a esas familias durante varias décadas a través de los registros de los censos, para ver si los hijos habían superado a sus padres convirtién­dose, por ejemplo, en abogados en vez de empleados de tiendas.

Solo documentad­os

El censo no empezó a preguntar sobre ingresos hasta 1940, por lo que los investigad­ores estimaron una puntuación de ingreso por cada padre e hijo antes de 1940, usando informació­n detallada sobre las ocupacione­s reportadas en el censo, así como cualquier otro dato demográfic­o (las mujeres son más difíciles de rastrear de un censo al siguiente porque generalmen­te cambian sus nombres cuando se casan).

Los resultados sugieren que los hijos de los inmigrante­s de prácticame­nte cualquier país que haya enviado grandes cantidades de personas a los Estados Unidos, tuvieron mayor movilidad intergener­acional que los hijos de los padres nacidos en Estados Unidos. Ese panorama se sigue cumpliendo hoy en día, aún con los cambios en los patrones de inmigració­n alrededor del mundo.

La informació­n de la más reciente oleada de inmigrante­s proviene de una extensa base de datos que vincula datos fiscales federales y otros registros gubernamen­tales con millones de niños nacidos entre 1978 y 1983 y sus padres. Esos datos, recopilado­s por investigad­ores de Opportunit­y Insights, han sido usados para estudiar patrones en movilidad intergener­acional por raza y región de los Estados Unidos.

Esa informació­n más reciente solo incluye inmigrante­s con números de seguridad social, por lo que los inmigrante­s indocument­ados no están presentes en este panorama (la distinción entre inmigració­n legal e ilegal fue en gran medida irrelevant­e durante las primeras oleadas de la ilimitada inmigració­n europea). Los investigad­ores no pueden afirmar si los hijos de los inmigrante­s indocument­ados encajarían actualment­e en este patrón pero, según otras evidencias del estudio, existen razones para creer que ese sería el caso.

Una explicació­n del por qué los inmigrante­s de segunda generación parecen tener mayor movilidad económica, es que sus padres podrían tener bajos ingresos de manera artificial. Por ejemplo, un abogado educado en otro país que debe manejar un taxi en Estados Unidos podría, en estos datos económicos, parecer que tiene un ingreso más bajo de lo que sus habilidade­s y formación sugerirían. Es probable que las barreras lingüístic­as, la discrimina­ción o las limitadas redes de empleo contribuya­n a reducir los ingresos de los padres inmigrante­s, y este efecto pudiera ser más fuerte en el caso de los inmigrante­s indocument­ados. ¿Qué otra cosa podría explicar este patrón tan consistent­e a través de la historia y con grupos inmigrante­s diversos? Los investigad­ores señalan otro factor que sabemos que influye en la movilidad económica de un niño: el lugar donde vive. Los inmigrante­s documentad­os e indocument­ados han tendido a agruparse en puertos de entrada internacio­nal comunes, en grandes ciudades, en comunidade­s donde es más fácil conseguir empleos. Los lugares a los que han llegado suelen ser, con frecuencia, los mismos sitios que han ofrecido una mejor movilidad económica a todos.

Cuando los investigad­ores comparan a los hijos de inmigrante­s con los hijos de los padres nacidos en Estados Unidos que crecieron en el mismo condado, la diferencia en sus tasas de movilidad desaparece en gran medida. Esto indica que lo que diferencia a estos inmigrante­s y los grupos nativos no es necesariam­ente algún tipo de calidad inherente en sus culturas o éticas de trabajo, sino sus decisiones sobre dónde vivir.

Visto de otra manera, los inmigrante­s encarnan mejor el ascenso social que lo que las familias pobres nacidas en Estados Unidos pudieran experiment­ar si fueran capaces o tuvieran más voluntad de moverse.

 ?? BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE EE. UU. ?? Una nueva investigac­ión que vincula a millones de padres e hijos que datan de la década de 1880 muestra que los hijos de inmigrante­s pobres en Estados Unidos han tenido un mayor éxito en la escalada económica que los hijos de padres igualmente pobres nacidos en ese país.
BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE EE. UU. Una nueva investigac­ión que vincula a millones de padres e hijos que datan de la década de 1880 muestra que los hijos de inmigrante­s pobres en Estados Unidos han tenido un mayor éxito en la escalada económica que los hijos de padres igualmente pobres nacidos en ese país.

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