El encanto del déficit monetizado, y sus límites
Una nube de preocupación sobrevoló la reciente reunión anual del Fondo Monetario Internacional. La economía global atraviesa una desaceleración sincronizada, y hay diversas contingencias que de concretarse podrían llevar a una recesión declarada.
Algunos riesgos que deberían preocupar a inversores y autoridades económicas incluyen: una nueva escalada de la guerra comercial y tecnológica chinoestadounidense; un conflicto militar entre Estados Unidos e Irán, que repercutiría en todo el mundo; y lo mismo en caso de un Brexit “duro” o de un choque entre el FMI y el próximo gobierno peronista en Argentina.
Pero algunos de estos riesgos pueden perder fuerza con el tiempo. EE. UU. y China llegaron a un entendimiento tentativo para un acuerdo comercial parcial en “fase uno”, y EE. UU. suspendió una ronda de aranceles que debía entrar en vigor el 15 de octubre. Si las negociaciones continúan, es posible que también se pospongan o suspendan dañinos aranceles a bienes de consumo chinos previstos para el 15 de diciembre. Además, hasta ahora Estados Unidos se abstuvo de responder en forma directa a actos recientes atribuidos a Irán: el derribo de un dron estadounidense y el ataque contra plantas petroleras sauditas. Trump es consciente de que un encarecimiento del petróleo derivado de un conflicto militar perjudicaría seriamente sus posibilidades de reelección en noviembre del año entrante.
El Reino Unido y la UE alcanzaron un acuerdo tentativo para un Brexit “blando”, y el Parlamento británico tomó medidas al menos para evitar un abandono de la UE sin acuerdo. Finalmente, en Argentina, suponiendo que el nuevo gobierno y el FMI ya reconozcan que se necesitan, de la amenaza de destrucción mutua asegurada podría pasarse a una solución negociada.
En tanto, los mercados financieros vienen reaccionando en forma positiva a la desescalada de riesgos globales y a la ampliación de la política monetaria expansiva por parte de algunos bancos centrales importantes, entre ellos la Reserva Federal de los Estados Unidos, el Banco Central Europeo y el Banco Popular de China. Pero es sólo cuestión de tiempo antes de que se produzca un shock que provoque una nueva recesión, posiblemente seguida de crisis financiera, por la gran acumulación de deuda pública y privada en todo el mundo.
¿Qué harán las autoridades cuando eso suceda? Hay cada vez más consenso en que su poder de fuego será limitado. El déficit fiscal y la deuda pública ya están en niveles altos en todo el mundo, y la política monetaria se acerca a su límite. Japón, la eurozona y unas pocas economías avanzadas más pequeñas ya tienen tasas de referencia negativas, y todavía llevan adelante una política de flexibilización cuantitativa y crediticia.
Pero sería ingenuo pensar que las autoridades permitirán que una ola de “destrucción creativa” liquide a cada empresa, banco y entidad soberana “zombis”. Antes
bien, estarán bajo intensa presión política en pos de evitar una depresión plena y el inicio de una deflación. De modo que en cualquier caso, otra desaceleración alentará políticas más “alocadas” y heterodoxas que las que hemos visto hasta ahora.
Inevitable y deseable
De hecho, voces de todo el espectro ideológico están convergiendo hacia la noción de que en la próxima desaceleración, un aumento del déficit fiscal financiado mediante su monetización semipermanente será inevitable, e incluso deseable. Desde la izquierda, los proponentes de la “teoría monetaria moderna” sostienen que cuando hay capacidad económica ociosa, la monetización de un aumento permanente del déficit fiscal es sostenible, porque no hay riesgo de inflación descontrolada.
Según esta lógica, el Partido Laborista del RU propuso una “FC para el pueblo”, por la que el banco central emitiría dinero para financiar transferencias fiscales directas a las familias, en vez de a banqueros e inversores. Otros, incluidos economistas más convencionales como Adair Turner, expresidente de la Autoridad de Servicios Financieros del RU, proponen “arrojar dinero desde el helicóptero”: transferir efectivo en forma directa a los consumidores con déficit fiscal financiado por el banco central. Y otros, como el exvicepresidente de