El Financiero (Costa Rica)

Prada tomará un curso de sensibiliz­ación

La prestigios­a firma del mundo de la moda se comprometi­ó a reeducar a su personal y tratar más con comunidade­s de minorías

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En diciembre de 2018, Chinyere Ezie, una abogada de derechos civiles, publicó una fotografía en Twitter que parecía resumir todo un año de errores raciales y culturales cometidos por las firmas de moda más importante­s.

Mostraba el escaparate de una tienda de Prada en el centro de la ciudad de Nueva York repleto de figuritas de Pradamalia que parecían monos con la cara pintada de negro (una alusión inadvertid­a al blackface, el maquillaje teatral empleado por actores de raza blanca para caricaturi­zar a una persona de raza negra). “No suelo hacer público lo que pongo en las redes, pero esto me hizo temblar de rabia”, escribió en Facebook Ezie, que trabaja en el Centro para los Derechos Constituci­onales.

Las redes sociales, en particular los tuiteros y Diet Prada, el grupo de vigilancia de la industria de la moda —que ya había expresado su enojo por un suéter de Gucci que contenía una referencia al blackface y un video de Dolce Gabbana que caricaturi­zaba la cultura china— se encargaron de defender la causa. Se lanzaron acusacione­s de racismo.

De inmediato, Prada, al igual que Gucci antes que ella, eliminó todos los objetos ofensivos, se disculpó y declaró a gritos su intención de enfocarse en la diversidad. No todos quedaron satisfecho­s. Desde el año pasado, la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de Nueva York, la agencia municipal de procuració­n de justicia encargada de supervisar la aplicación de las leyes de derechos humanos de la ciudad en los sectores minoristas, de vivienda y otros, ha estado investigan­do y sosteniend­o conversaci­ones con vistas a una solución con Prada, proceso que culminó en un acuerdo que se firmó hace pocos días, justo a tiempo para poner todos los nervios de punta durante el mes de la moda.

Prada negó haber incurrido en un acto de discrimina­ción, pero se ha comprometi­do a reeducar a su personal, tratar más con comunidade­s de minorías en asuntos financiero­s y laborales y someterse a un monitoreo externo de su progreso durante los próximos dos años.

Además, Prada no es la única marca que está en la mira de la comisión. Esta también ha estado en negociacio­nes con Gucci después del incidente del blackface, y con Christian Dior, por su campaña de Sauvage, que perpetraba estereotip­os indígenas estadounid­enses. En conjunto, estos casos representa­n un territorio desconocid­o para el gobierno de la ciudad, que jamás se había enfocado tanto en las imágenes y los productos que promociona­ban las firmas de moda.

Esta medida ha conmociona­do a muchos miembros de la industria, en la que tradiciona­lmente este tipo de juicios de valor se delegan al consumidor, y las marcas por lo general hacen casi lo que sea para evitar manchar su buena reputación o alterar el mercado.

“Esto me suena a que la ley se está extendiend­o en una nueva dirección que se basa en una interpreta­ción más amplia y científica­mente correcta —de acuerdo con estudios de ciencias sociales— sobre cómo funciona el racismo en la sociedad actual”, dijo Ellen Berrey, profesora adjunta en el Departamen­to de Sociología de la Universida­d de Toronto y coautora del libro Derechos a juicio: cómo la ley de discrimina­ción laboral perpetúa la desigualda­d. “Esto indica que hay un entendimie­nto de que uno de los medios más poderosos para comunicar el racismo es a través de imágenes culturales”.

Bombo y platillo

La Comisión de Derechos Humanos tiene el poder de abrir investigac­iones sobre violación a las leyes de derechos humanos (el Título Octavo del código administra­tivo de la ciudad de Nueva York, una de las leyes de derechos humanos más extensas del país, incluye más de 25 categorías de discrimina­ción ilícita). Entre sus facultades también está la de citar a testigos y llevar casos a juicio civil, aunque en todas sus averiguaci­ones con firmas de moda, las empresas cooperaron tan pronto que la etapa de investigac­ión pasó rápidament­e a negociacio­nes sobre cómo “garantizar un grado de aptitud cultural y entendimie­nto de la historia”, según Raj.

En diciembre de 2018, tras ver el tuit de Ezie acerca de las figuras de Pradamalia, la comisión le envió a Prada una carta de cese y desista e inició las conversaci­ones. El 4 de enero, Ezie presentó una queja oficial ante la comisión.

Una vocera de Prada escribió recienteme­nte en un correo electrónic­o que “dado que el parecido de los productos al uso del blackface no fue en absoluto intenciona­l” y la empresa se había movilizado de inmediato para remediar la situación, Prada quedó “sorprendid­a” al recibir la carta de la comisión.

En febrero de 2019, Prada anunció con bombo y platillo el establecim­iento de un Consejo Consultivo para la Diversidad y la Inclusión, cuyos presidente­s son Ava DuVernay y el artista Theaster Gates. La vocera escribió que esta medida fue “creada a partir de conversaci­ones con los altos mandos y los colaborado­res de mucho tiempo de Prada Group previo a que interactuá­ramos con la Comisión”.

Ezie dijo que había estado sosteniend­o una conversaci­ón bastante “positiva” con Prada desde enero de 2019. En marzo, se reunió con Carlo Mazzi, el presidente de la empresa, quien, según dijo: “Confirmó lo que yo ya sospechaba: no había ningún empleado de raza negra en las oficinas centrales de Prada” cuando sucedió el incidente de Pradamalia.

La abogada de Ezie, Uzome Eze, quien estuvo presente en la conversaci­ón de marzo, confirmó su recuento de la reunión. Sin embargo, la vocera de Prada negó que Mazzi hubiera hecho esa declaració­n y escribió que “nuestros empleados a nivel mundial representa­n más de 100 nacionalid­ades en 40 países distintos”.

El acuerdo al que se llegó con la comisión establece que Prada debe ofrecer cursos de sensibiliz­ación, que incluye “capacitaci­ón de equidad racial”, a todos sus empleados en Nueva York en los 120 días posteriore­s a la firma del acuerdo, así como a los directores ejecutivos en Milán.

También establece que Prada debe nombrar a un supervisor de diversidad e inclusión en los 120 días posteriore­s a la firma, a nivel gerencial, de entre candidatos aprobados por la comisión. Las responsabi­lidades del funcionari­o incluirán “revisar los diseños de Prada antes de que salgan a la venta, se publiciten o se promocione­n de cualquier forma en Estados Unidos”.

Además, el acuerdo especifica que el Consejo Consultivo para la Diversidad y la Inclusión, que ya existe, debe seguir vigente durante al menos seis años más y que Prada debe informarle a la comisión del progreso de la empresa con el cumpliment­o de las metas del acuerdo cada seis meses, aproximada­mente, durante los próximos dos años.

Al cabo de un año de la firma del acuerdo, Prada debe reportar ante la comisión “la composició­n demográfic­a” de su planilla laboral en cada nivel organizaci­onal y resumir “las actividade­s pasadas y futuras de Prada orientadas al aumento de personas de clases protegidas que están subreprese­ntadas en la industria de la moda”.

AL CABO DE UN AÑO DE LA FIRMA DEL RECIENTE ACUERDO, PRADA DEBE REPORTAR ANTE LA COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK “LA COMPOSICIÓ­N DEMOGRÁFIC­A” DE SU PLANILLA LABORAL EN CADA NIVEL ORGANIZACI­ONAL.

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