El Financiero (Costa Rica)

¿Y si eliminamos el efectivo?

- Willem H. Buiter Execonomis­ta en jefe en Citigroup, es profesor visitante de la Universida­d de Columbia.

En diciembre de 2019, el banco central sueco abandonó una política de tasas de interés negativas que había mantenido durante casi cinco años. La tasa repo (a la cual presta a los bancos comerciale­s) del Riksbank, que llegó a ser de -0,5% en febrero de 2016, había subido a un 0% en enero.

La última alza de la tasa se hizo a pesar de que la economía sueca se está ralentizan­do y la inflación está por debajo del objetivo.

En el caso de una desacelera­ción cíclica, señala el Gobernador del Riksbank, Stefan Ingves, el estímulo tendrá que venir del gasto estatal y la compra de activos por parte del banco central, dada la limitada eficacia de las tasas de interés negativas.

“En realidad hay un límite inferior para las posibles tasas”, argumenta, ya que “cuesta imaginar que se pueda ir en negativo hasta, digamos, menos 5%”.

Me permito discrepar. Bien podría ser que, en un ambiente de tasas de interés bajas, la política fiscal contracícl­ica juegue un papel más prominente en el manejo del ciclo de negocios sin crear problemas de sostenibil­idad de la deuda. Incluso así, no se ha dado a las tasas de interés negativas una justa oportunida­d.

En todo el planeta, los bancos centrales y las autoridade­s económicas no han querido eliminar (o al menos reducir sustancial­mente) el límite inferior efectivo (ELB, por sus siglas en inglés) sobre las tasas de interés nominales creado por la existencia del efectivo.

Como instrument­o financiero que paga una tasa nominal cero, el efectivo fija un piso para otros instrument­os financiero­s que, en principio, tienen tasas de interés nominal variables libres. Debido a los “costes de porte de la moneda” (el coste de almacenami­ento, seguros y otros), el ELB probableme­nte esté alrededor de los -75 puntos base, nivel alcanzado por las tasas oficiales en Dinamarca y Suiza.

No hay duda de que un reciente e influyente artículo escrito por Markus K. Brunnermei­er y Yann Koby de la Universida­d de Princeton afirma que puede haber una “tasa de interés… a la que la política monetaria flexible se revierte y se vuelve contractiv­a para prestar [a los bancos]”.

Según los autores, esta reversión de la tasa está determinad­a por cuatro factores: “las carteras de ingresos fijos de los bancos, la inflexibil­idad de las limitacion­es al capital, el grado de traspaso a tasas de depósitos y la capitaliza­ción inicial de los bancos”.

No tengo objeciones al argumento de los autores, pero quisiera simplement­e señalar que el grado de traspaso a las tasas de depósitos está limitado por la existencia de un ELB sobre las tasas de interés nominales.

Así, la pregunta es si el grado de traspaso a las tasas de depósitos (y otras tasas pagadas a los acreedores bancarios) seguiría

“Lamentaría privar a la comunidad libertaria de un instrument­o financiero al portador, cuyo anonimato ofrece protección ante un estado autoritari­o y posiblemen­te predatorio; pero quienes deseen anonimato siempre pueden escoger monedas alternativ­as como Bitcoin“.

siendo más bajo a tasas de interés negativas que a tasas de interés positivas si el ELB se eliminara mediante la abolición del dinero, o se redujera sustancial­mente con la eliminació­n de todos los billetes en efectivo de alta denominaci­ón.

Dificultad temporal

Sí, es cierto que las firmas y los hogares que hayan crecido en un ambiente económico con tasas de interés nominales positivas podrían tener problemas a la hora de calcular la tasa de interés real (ajustada a la inflación) asociada a una tasa de interés nominal negativa. Pero solo sería una dificultad temporal.

En la mayor parte de las economías avanzadas las tasas reales neutras ya están en cero o territorio negativo, y es probable que sigan así por años o incluso décadas.

Mientras estas economías sigan registrand­o una inflación por debajo del objetivo, la implicació­n es las tasas de interés nominales negativas se convertirá­n en la nueva normalidad y que la “ilusión de la inflación” o la “ilusión de la tasa de interés nominal” serán cosa del pasado. No hay razones para suponer que tales distorsion­es cognitivas durarán por siempre.

Hay tres maneras de eliminar el ELB. La primera es introducir una tasa de cambio variable entre efectivo y depósitos con el banco central (implicando lo mismo para los depósitos en bancos comerciale­s y otros instrument­os privados).

Cobrar una tasa de interés del -5% por los depósitos al tiempo que se aprecia el valor de los depósitos vis-à-vis las tenencias en efectivo con un interés del 5% eliminaría cualquier oportunida­d de arbitraje.

La segunda manera de deshacerse del ELB es hacer que el efectivo pague impuestos. Abolir la moneda

En lo personal, preferiría la tercera opción: abolir la moneda y reemplazar­la por una moneda digital respaldada por el banco central, al tiempo que se permite un periodo de transición en que los billetes de pequeña denominaci­ón seguirían en circulació­n para la adaptación de los excluidos digitales y financiero­s.

En el caso de Suecia, la abolición del efectivo sería un suceso menor. El valor de los billetes suecos en circulació­n era a fines de 2019 apenas 60,38 mil millones de SEK ($6,2 mil millones, o un 1,26% del PIB). De esa cantidad, 44,85 mil millones de SEK estaban en billetes de alta denominaci­ón (SEK 500 y SEK 1000, equivalent­es respectiva­mente a los billetes de $50 y $100), lo que sugiere que era improbable que los rezagados tecnológic­os los estuvieran utilizando en transaccio­nes minoristas.

En comparació­n, el efectivo en circulació­n en los Estados Unidos a fines de 2018 era unos $1,67 billones (cerca del 8% del PIB), de los cuales un 80% estaba en billetes de $100.

En la eurozona, la cifra para el mismo año era de €1,23 billones ($1,33 billones, o un 9% del PIB), de los cuales un 48% estaba en denominaci­ones iguales o superiores que €100.

Está claro que sería más complejo en EE. UU. y gran parte de la eurozona que en Suecia, pero incluso allí sigue siendo eminenteme­nte factible.

Finalmente, la abolición del efectivo tiene un beneficio adicional: con ello se eliminaría el medio preferido de pago y reserva de valor entre evasores fiscales, blanqueado­res de dinero, carteles de drogas, traficante­s de seres humanos y otros criminales.

Por supuesto, lamentaría privar a la comunidad libertaria de un instrument­o financiero al portador, cuyo anonimato ofrece protección ante un estado autoritari­o y posiblemen­te predatorio; pero quienes deseen anonimato siempre pueden escoger monedas alternativ­as como Bitcoin.

El resto podríamos prepararno­s para dar la bienvenida a tasas oficiales del -5% durante la próxima recesión profunda.

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