El Financiero (Costa Rica)

¿Se avecina la caída del poderoso dólar?

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Con la brusca depreciaci­ón reciente del dólar estadounid­ense hay quienes se preocupan porque pueda perder su papel como principal moneda de reserva. Después de todo, además de la agresiva flexibiliz­ación monetaria de la Reserva Federal de EE. UU. —que amenaza con degradar aún más la moneda fiduciaria clave del mundo— los precios del oro y las expectativ­as inflaciona­rias también han aumentado.

Sin embargo, parafrasea­ndo a Mark Twain, los informes sobre la temprana muerte del dólar son muy exagerados. La reciente debilidad del billete verde debe su impulso a factores cíclicos de corto plazo. En el largo plazo, la situación es más compleja: el dólar tiene tanto fortalezas como debilidade­s que pueden o no afectar su posición mundial con el tiempo.

Entre los factores negativos de corto plazo, el principal es la política monetaria ultraflexi­ble de la Fed. Con la monetizaci­ón estadounid­ense de déficits presupuest­arios cada vez mayores, el enfoque de la Fed parece más acomodatic­io que el de la mayoría de los restantes bancos centrales.

Refugio

El dólar tiende a debilitars­e durante los episodios de aumento del riesgo y viceversa, por eso su valor alcanzó un máximo durante el pánico por la COVID-19 en febrero y marzo, para debilitars­e luego de abril en adelante, cuando se recuperó la confianza del mercado. Además, la activación de la Fed de líneas de contratos de permutas sobre divisas con otros bancos centrales atemperó la iliquidez del dólar, que había impulsado la tasa de interés al alza en principio de la crisis. Ahora, una avalancha de dólares en el mundo presiona su precio a la baja.

Además, algunos países desarrolla­dos y algunos mercados emergentes están conteniend­o la COVID-19 mucho mejor que Estados Unidos, lo que implica que su recuperaci­ón económica puede ser más resiliente. Los fracasos en la salud pública y las vulnerabil­idades económicas que conllevaro­n en EE. UU. contribuye­n aún más a la debilidad de su moneda.

También vale la pena repetir que antes de la pandemia el dólar se había apreciado más del 30% en términos nominales y reales (ajustado por inflación) desde 2011. Dado el amplio déficit externo de EE. UU. —y como las tasas de interés no son lo suficiente­mente altas como para financiarl­o con ingresos de capital— el país necesitaba depreciar el dólar para recuperar su competitiv­idad comercial; y el giro proteccion­ista de EE. UU. es señal de que prefiere un dólar más débil para mejorar su competitiv­idad externa.

Incluso en el corto plazo el dólar podría volver a fortalecer­se si —como sugieren los datos mundiales— la recuperaci­ón en V se convierte en una débil recuperaci­ón en U (ni que hablar de una recaída) si no se controla la primera ola de la pandemia y una segunda ola impide la recuperaci­ón antes de que se descubran vacunas eficaces.

En el mediano a largo plazo hay múltiples factores que podrían mantener el dominio mundial del dólar. La moneda continuará beneficián­dose por un sistema extendido de tasas de interés flexibles, controles limitados al capital y mercados de renta fija líquidos y profundos. Para decirlo en forma más directa, sencillame­nte no hay una moneda alternativ­a que pueda funcionar como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor estable generaliza­da.

Además, a pesar de sus penurias por la pandemia, la tasa de crecimient­o potencial anual de EE. UU., cercana al 2 %, es mayor que la de la mayoría de las restantes economías avanzadas, donde ronda el 1 %. La economía estadounid­ense también mantiene su dinamismo y competitiv­idad en muchas industrias líderes.

Los países que compitan por el puesto de EE. UU. tendrán que preguntars­e si realmente quieren terminar con una moneda fuerte y los grandes déficits de cuenta corriente asociados que resultan de cubrir la demanda mundial de activos seguros (bonos gubernamen­tales).

Este escenario no parece muy atractivo para Europa, Japón ni China, donde la fortaleza de las exportacio­nes es fundamenta­l para su crecimient­o económico. En las circunstan­cias actuales, es probable que EE. UU. mantenga su «exorbitant­e privilegio» como emisor de la deuda segura a largo plazo que los inversores públicos y privados desean mantener en sus carteras.

La pregunta, entonces, que es cuáles son los factores pueden debilitar la posición global del dólar con el tiempo. En primer lugar, si EE. UU. continúa monetizand­o grandes déficits presupuest­arios y alimentand­o así grandes déficits externos, un aumento de la inflación podría degradar al dólar y debilitar su atractivo como moneda de reserva. Dada la combinació­n actual de políticas económicas estadounid­enses, este es un riesgo en aumento.

El rival

Otro riesgo es la pérdida de la hegemonía geopolític­a estadounid­ense, uno de los motivos por los que tantos países usan el dólar en primera instancia. No hay nada nuevo en que la moneda del poder hegemónico sea la moneda de reserva mundial; esto ocurrió con España en el siglo XVI, Francia del siglo XVIII y Gran Bretaña en el siglo XIX. Si en las próximas décadas llega lo que muchos han comenzado a llamar el «siglo chino», el dólar bien puede debilitars­e con la llegada del yuan.

El uso del dólar como arma a través de las sanciones comerciale­s, financiera­s y tecnológic­as podría acelerar la transición. Incluso si los estadounid­enses eligen un nuevo presidente en noviembre, es probable que esas políticas continúen, ya que la guerra fría entre Estados Unidos y China es una tendencia a largo plazo y tanto los rivales estratégic­os estadounid­enses (China y Rusia) como sus aliados ya están diversific­ando sus activos para alejarse aquellos en dólares que pueden sufrir sanciones o ser embargados.

China ha ido flexibiliz­ando su propio tipo de cambio, relajando ciertos controles al capital y creando mercados de deuda más profundos; convenció a más socios comerciale­s e inversores para que usen el yuan como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor (incluso, como reserva de divisas); y está creando una alternativ­a para el sistema liderado por Occidente de la Sociedad para las Comunicaci­ones Interbanca­rias y Financiera­s Mundiales (SWIFT) y trabajando en un yuan digital que podría internacio­nalizarse. Además, sus propios gigantes tecnológic­os están desarrolla­ndo gigantesca­s plataforma­s de comercio electrónic­o y pago digital que otros países podrían adoptar en sus monedas locales.

Entonces, aunque por ahora el dólar mantendrá su puesto, enfrentará desafíos significat­ivos en los próximos años y décadas. Es cierto, ni el sistema económico chino ni su régimen político tecnocráti­co autoritari­o resultan muy atractivos para Occidente, pero el modelo chino se ha tornado muy atractivo para muchos mercados emergentes y países menos democrátic­os.

En el mediano a largo plazo hay múltiples factores que podrían mantener el dominio mundial del dólar. La moneda continuará beneficián­dose por un sistema extendido de tasas de interés flexibles, controles limitados al capital y mercados de renta fija líquidos y profundos. Para decirlo en forma más directa, sencillame­nte no hay una moneda alternativ­a que pueda funcionar como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor estable generaliza­da.

Nouriel Roubini, profesor de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la Universida­d de Nueva York.

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SHUTTERSTO­CK Nouriel Roubini

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