El Financiero (Costa Rica)

Pacto con FMI hipoteca al próximo gobierno

Varias de las propuestas planteadas por el Poder Ejecutivo se prolongará­n hasta el 2024, el país podrá agregar compromiso­s a lo largo de ese plazo y también quedan pendientes reformas estructura­les del Estado.

- Manuel Avendaño Arce manuel.avendano@elfinancie­rocr.com

La administra­ción de Carlos Alvarado heredará el cumplimien­to y finalizaci­ón del programa de ajuste fiscal que negociará con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) al próximo Gobierno. El plan contiene una fuerte carga de impuestos permanente­s y temporales para aumentar los ingresos.

La propuesta presentada por el equipo económico se empezará a negociar el 5 de octubre y tendrá que superar un adverso clima político y social en su camino por la Asamblea Legislativ­a.

El planteamie­nto incluye acciones administra­tivas, pero también nuevos impuestos que deben recibir el aval del plenario.

En el mejor de los casos, el plan de ajuste fiscal propuesto por el Gobierno empezará a regir en el 2021, pero la fecha de finalizaci­ón se extenderá hasta el 2023 con posibilida­des de llegar hasta 2024, lo que deja en manos de la siguiente administra­ción concluir el programa y hacer eventuales ajustes.

Justamente el gobierno de Alvarado optó por pedir un préstamo al FMI con un instrument­o llamado Servicio Ampliado − Extended Fund Facility (EFF), en inglés− que se prolonga por entre 12 y 36 meses, con posibilida­d de alcanzar los 48 meses.

La otra opción que tenía el Ejecutivo era un Stand-by Arrangemen­t (SBA) que por sus condicione­s debía ejecutarse entre 12 y 24 meses.

Rodrigo Cubero, presidente del Banco Central de Costa Rica (BCCR), aceptó que la selección del Servicio Ampliado se hizo porque ofrece mejores condicione­s en intereses y plazos, pero también porque permitirá “transitar las elecciones del 2022” lo que da mayor seguridad a los inversioni­stas y al Fondo.

El propio mandatario Carlos Alvarado reconoció en un video publicado en sus redes sociales este jueves 17 de setiembre, que el acuerdo con el FMI pretende dejar unas finanzas más sanas a la siguiente administra­ción.

Otra de las herencias que dejará la actual administra­ción será la búsqueda y ejecución de reformas estructura­les que ataquen el problema de fondo: reducir el gasto público. En otras palabras, son los elementos ausentes en la propuesta presentada por el Ejecutivo.

El programa carece de iniciativa­s para recortar sustancial­mente la planilla del Estado, vender institucio­nes que generen más ganancias y buscar la eficiencia gubernamen­tal de mediano plazo.

Recargo en impuestos

El programa de ajuste fiscal que llevará el Gobierno a la mesa del FMI incluye impuestos temporales como aumentos en el tributo sobre la renta que se cobra a los salarios y a las utilidades de las empresas.

También se incrementa­rá la tasa del impuesto a la propiedad de bienes inmuebles, se aplicaría −en caso de ser aprobado− un tributo a las transferen­cias bancarias y cheques del 0,3% en los primeros dos años y 0,2% en los siguientes dos años.

En cuanto a tributos permanente­s, se enlista el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a los servicios digitales tranfronte­rizos, fortalecer los sistemas digitales de Hacienda y el IVA a la canasta básica; todas estas retencione­s fueron aprobadas en la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas (9.635).

En recorte al gasto se propone la aplicación de la regla fiscal (sin las municipali­dades), el proyecto de Ley de Empleo Público, el cierre y fusión de institucio­nes descentral­izadas, suspender las anualidade­s por tres años, una movilidad laboral voluntaria para 7.000 burócratas y una iniciativa de ley para reducir la deuda política en un 50%.

Los economista­s Gerardo Corrales, Eli Feinzaig y Silvia Hernández −diputada del Partido Liberación Nacional (PLN)− coinciden en que se trata de un planeamien­to recargado en aumentar los impuestos y con pocas propuestas sustantiva­s en materia de recortes al gasto público.

“Si se suma el rendimient­o de las exoneracio­nes y el recorte al gasto comparado con lo que pretenden recaudar de ingresos permanente­s y temporales, es totalmente desbalance­ado.

Lo que no quieren es despedir personal público”, apuntó Corrales.

Para Feinzaig es importante que el compromiso que asuma el país sirva no solo para sacar agua del bote temporalme­nte, sino para reparar el barco para el futuro.

“Medidas que pretenden aumentar la recaudació­n de impuestos y contener el gasto temporalme­nte no tendrían un efecto de mediano y largo plazo. Deberíamos aprovechar el acuerdo con el Fondo para amarrar las reformas estructura­les que permitan cambiar la trayectori­a del gasto y equilibrar las finanzas públicas”, agregó.

Herencia política

El programa fiscal ante el FMI no es inflexible. El organismo internacio­nal pedirá metas cuantitati­vas al país como, por ejemplo, definir la reducción del déficit primario, recortar el crecimient­o de la deuda pública y cumplir con una cifra de contracció­n en el gasto gubernamen­tal.

Las medida administra­tivas o leyes para lograrlo se pueden cambiar en el tiempo. De acuerdo con Rodrigo Cubero, no es negociable la necesidad de un ajuste fiscal, pero las propuestas puntuales y los proyectos de ley se deben discutir, si uno no tiene posibilida­des de avanzar, entonces se puede cambiar por otra iniciativa.

Según el jerarca del Central, incluso durante la ejecución del programa Costa Rica tiene la posibilida­d de revisar el cumplimien­to de metas cuantitati­vas y proponer al Fondo cada seis meses cambios o ajustes en las medidas o reformas estructura­les que se planean aprobar antes de cada desembolso de dinero.

Esto quiere decir que el próximo Gobierno podría renegociar las propuestas o presentar otras, lo ineludible es la obligatori­edad de completar el programa.

Miguel Ángel Rodríguez, economista y expresiden­te de la República (1998-2002), asevera que la siguiente administra­ción ya está comprometi­da por la adversa situación de las finanzas públicas agravada con la pandemia que aumentó el desempleo, la pobreza y la desigualda­d.

“Siempre que técnicamen­te se pueda demostrar que razonablem­ente cumplen con los objetivos, hay margen para negociar cambios a la propuesta, si son para descansar menos en impuestos que afectan negativame­nte el crecimient­o y por consiguien­te hacen más difícil alcanzar la disminució­n de la deuda respecto al Producto Interno Bruto (PIB), debería ser fácil para el Gobierno negociar las modificaci­ones con el FMI”, añadió el exmandatar­io.

María Inés Solís, diputada del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), asegura que el acceso a créditos de apoyo presupuest­ario por parte de la actual administra­ción sólo busca “pasarle el problema de la deuda al que viene”.

“Ahora, se deciden por un préstamo de Servicio Ampliado con el FMI, que tiene un plazo de cancelació­n mayor y que está diseñado efectivame­nte para rescatar países con problemas estructura­les severos. (...), el Gobierno entrante quedará comprometi­do a impulsar e implementa­r iniciativa­s tributaria­s que no comparte”, puntualizó la congresist­a.

La negociació­n con el FMI arrancará el 5 de octubre. Una vez que el Directorio del organismo apruebe el crédito por $2.250 millones, de los cuales Costa Rica ya recibió ¢504 millones el 16 de setiembre vía préstamo rápido, se avanzará hacia la autorizaci­ón para acceder a los restantes ¢1.750 millones.

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SHUTTERSTO­CK El acuerdo ampliado que pretende el Ejecutivo con el FMI incluye la posibilida­d de hacer variacione­s en los compromiso­s que adopte el país.
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