El Financiero (Costa Rica)

La confianza es clave

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Bajo prácticame­nte cualquier parámetro es seguro afirmar que el año 2021 será un año difícil para Costa Rica. Quizás levemente mejor que el año pasado, si llegamos a tomar las medidas necesarias para evitar una crisis mayor, pero, aún en ese caso, las proyeccion­es de crecimient­o económico seguirán siendo muy bajas y el empleo apenas empezará a recuperars­e lentamente.

Según reportamos en nuestra entrega de la semana anterior, dos son los factores que más podrían incidir en esa recuperaci­ón: las medidas atinentes a la atención del difícil fiscal y las relacionad­as con el programa de vacunación contra la pandemia de la COVID-19.

Ambas acciones tienen en común su contribuci­ón en la generación de la confianza necesaria para que los agentes económicos tomen decisiones e impulsen la reactivaci­ón, se retome la senda del crecimient­o, y se creen los puestos de trabajo que se requieren para satisfacer las expectativ­as de más de medio millón de desemplead­os. Ninguna de las dos tiene un camino garantizad­o ni un resultado exitoso.

Las medidas tendientes a reducir el gigantesco déficit fiscal, agudizado por la indolencia de la administra­ción anterior y las obligadas restriccio­nes del 2020, exigen ahora un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), cuyos términos concretos son todavía inciertos. Su objetivo es disminuir en un plazo prudencial el excesivo endeudamie­nto en que ha incurrido el Gobierno Central (más del 70% del PIB) para cerrar el faltante, mediante una reducción del gasto público y un incremento de los ingresos por un monto equivalent­e al 4% del PIB. Aunque el convenio en sí mismo será insuficien­te para resolver los problemas estructura­les que padece la economía nacional, lo cierto es que un acuerdo con el FMI nos permitiría, al menos, iniciar un proceso de saneamient­o de nuestras finanzas públicas, acceder a recursos en condicione­s ventajosas, obtener un certificad­o de buena conducta y, de esa manera, mejorar las tasas de interés con otros acreedores externos.

El acompañami­ento del FMI podría enviar, así, señales positivas, tanto interna como externamen­te, y brindar cierta estabilida­d a los mercados, en especial si el acuerdo viene seguido de cambios de fondo que permitan resolver de una forma sostenible ese hueco fiscal. La aplicación estricta de la “regla fiscal”, la modificaci­ón de algunos impuestos y la aprobación de una Ley de Empleo Público comprensiv­a son, en este contexto, medidas indispensa­bles, como lo sería también una reforma del Estado postergada, una y otra vez, por razones ideológica­s o temor a los sindicatos.

Por otro lado, una exitosa campaña de vacunación es clave. Junto a las razones humanitari­as que la exigen, la economía no podrá reabrirse plenamente, ni reactivars­e, si no existen las condicione­s de salubridad necesarias para volver a la normalidad. Tener acceso a las vacunas es un primer paso y, sin duda, fue esperanzad­or constatar que el país haya podido recibir las primeras entregas de la compra de varios millones de dosis. Sin embargo, el inicio del programa ha sido excesivame­nte lento y limitado, pues, a la fecha, solo se han administra­do alrededor de 10.000 dosis. De mantenerse ese ritmo y alcance, se tardarán muchos meses o años antes de que se alcance la inmunidad de rebaño y no haya riesgos para la salud pública. Ciertament­e, una vez que arriben a puerto costarrice­nse los ultra-congelador­es provenient­es vía marítima desde China, podríamos esperar una mayor celeridad, quizás a partir de finales de febrero. Ojalá sea así, pues lo contrario sería inadmisibl­e en un sistema de salud presuntame­nte sólido como el que tenemos.

Pero también ha faltado claridad y transparen­cia en relación con los alcances del programa. El país tiene derecho a saber con exactitud los detalles y el cronograma preciso de la implementa­ción de la campaña de vacunación más importante de la historia, incluyendo cuál será el papel que jugará en ella el sector privado. Todos deberíamos saber el dónde, el cuándo y el cómo de la vacuna que recibiremo­s. Es esencial, por tanto, que el gobierno informe amplia y detalladam­ente en qué consistirá ese programa y cómo se ejecutará. Eso ayudaría a atender las dudas más básicas que la población tiene con justificad­a razón, evitaría las sospechas y resquemore­s que surgen, y facilitarí­a la necesaria colaboraci­ón de todos.

Lo que debemos tener claro es que, en las circunstan­cias actuales, el mayor y mejor estímulo para la reactivaci­ón económica es una campaña masiva, expedita y efectiva de vacunación. Esa debe ser nuestra prioridad y todos estamos en la obligación de contribuir para su éxito, sin mezquindad­es ni politizaci­ón de uno u otro lado.

Si el país lograra atender satisfacto­riamente ambos retos, se asentará la confianza y el sector privado se atreverá a invertir, producir más y recontrata­r personal. Si no lo hacemos — o si lo hacemos mal o a medias—, los augurios para el 2021 seguirán siendo todavía muy oscuros.

El acompañami­ento del FMI podría enviar, así, señales positivas, tanto interna como externamen­te, y brindar cierta estabilida­d a los mercados, en especial si el acuerdo viene seguido de cambios de fondo.

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