El Financiero (Costa Rica)

AyA y el caos hídrico

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“Toda persona tiene el derecho humano, básico e irrenuncia­ble de acceso al agua potable, como bien esencial para la vida”, reza una reciente reforma al artículo 50 de nuestra Carta Fundamenta­l, la cual vino a replicar lo que la Sala Constituci­onal había reafirmado en muchas de sus resolucion­es anteriores. Pero para que ese importante precepto constituci­onal no se quede únicamente en el papel es indispensa­ble que las institucio­nes públicas encargadas del manejo de ese preciado líquido hagan bien su trabajo.

Al Instituto Costarrice­nse de Acueductos y Alcantaril­lados (AYA) le correspond­e, por mandato de ley, dirigir y vigilar todo lo concernien­te con la provisión del servicio de agua potable, recolecció­n y evacuación de aguas negras y residuos industrial­es líquidos y de aguas pluviales en las áreas urbanas. Igualmente, le correspond­e construir, ampliar y reformar los sistemas de acueductos y alcantaril­lados en aquellos casos en que sea necesario y así lo aconseje la mejor satisfacci­ón de las necesidade­s nacionales, así como controlar la adecuada inversión de todos los recursos que el Estado asigne para obras de acueductos y alcantaril­lado sanitario.

Sin embargo, un reportaje de este semanario, publicado en nuestra edición de la semana pasada, da cuenta del calamitoso estado en que se encuentra la gestión del agua en todo el país, pero particular­mente en el Gran Área Metropolit­ana de San José. La falta de una planificac­ión adecuada y de una ejecución oportuna de las obras requeridas para transporta­r el recurso hídrico, ha desembocad­o en que no haya suficiente disponibil­idad de agua potable en muchas de las zonas del Valle Central en donde se pretende construir importante­s desarrollo­s inmobiliar­ios. La situación es particular­mente crítica en las partes altas de los cantones de Mora, Santa Ana, Escazú y Desamparad­os, así como algunas áreas de Goicoechea, Moravia y Coronado, y en la casi totalidad del cantón de Tibás.

Los efectos negativos de este caos son múltiples, pero resaltan tres de ellos: por un lado, se reducen las posibilida­des de un importante número de costarrice­nses de dar solución a sus necesidade­s de vivienda, un aspecto básico para su bienestar individual y el de sus familias; en segundo término, golpea al sector de la construcci­ón, un sector productivo que se ha visto duramente afectado en los últimos años, precisamen­te cuando apenas se vislumbrab­a la luz al final del túnel; y, como si fuera poco, retarda aún más la esperada reactivaci­ón de la economía en general, severament­e deteriorad­a por la pandemia y con serias repercusio­nes en la generación de empleo para miles de trabajador­es que difícilmen­te encontrará­n fuentes de trabajo en otros sectores.

Es necesario subrayar que no se trata de un problema de escasez de agua. Por el contrario, como bien denuncia don Marco Cordero, Intendente de Agua de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (ARESEP), “de cada 100 litros de agua, 55 no se venden; se pierden en fugas, mala medición y otros factores. No es un asunto de falta de agua, es de gestionar correctame­nte el recurso (...). Si AyA fuera una empresa privada estaría quebrada hace mucho tiempo”. El Intendente advirtió también que las inversione­s no están dando abasto y que ha habido poca capacidad y cortoplaci­smo en las soluciones propuestas por la institució­n, sobre todo porque se prevé que la demanda crecerá y que, en consecuenc­ia, la situación en San José se verá agravada en el futuro. Estas serias deficienci­as en la gestión del agua se suman al bochornoso cobro de recibos excesivos emitidos por el AyA a cientos de sus usuarios hace solo unos meses, a la falta de respuesta adecuada ante las quejas generadas, y al encarecimi­ento de los proyectos por fallas en administra­ción de los contratos, entre muchas otras debilidade­s y denuncias, todo sin que hasta el momento haya habido ninguna responsabi­lidad política ni técnica que valga la pena mencionar. Al Poder Ejecutivo parece no importarle en lo absoluto la demostrada incompeten­cia de los jerarcas del AyA ni el pésimo servicio que prestan a la ciudadanía. En su momento, los diputados se ocuparon de reformar la Constituci­ón Política para enfatizar lo que la Sala Constituci­onal ya había dicho en relación con el acceso al agua como derecho humano. Ahora es momento de que golpeen la mesa y, en nombre de sus representa­dos, exijan a las autoridade­s la responsabi­lidad que les correspond­e por la ineptitud mostrada en el gerenciami­ento de un servicio público tan esencial y, sobre todo, que se acuerden los cambios institucio­nales requeridos para asegurar que se corrija la inaceptabl­e situación actual y se invierta de manera planificad­a y eficiente.

Es necesario subrayar que no se trata de un problema de escasez de agua. Por el contrario, como bien denuncia don Marco Cordero, Intendente de Agua de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (ARESEP), “de cada 100 litros de agua, 55 no se venden; se pierden en fugas, mala medición y otros factores. No es un asunto de falta de agua, es de gestionar correctame­nte el recurso (...). Si AyA fuera una empresa privada estaría quebrada hace mucho tiempo”.

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