El Financiero (Costa Rica)

Inestabili­dad en Nicaragua eleva riesgos para Costa Rica

Daniel Ortega se encamina a extender su mandato en cuestionad­as elecciones

- Josué Alfaro josue.alfaro@elfinancie­rocr.com

Daniel Ortega busca justificar su permanenci­a al mando de Nicaragua este 7 de noviembre, a través de unas nuevas elecciones marcadas por la barreras para que participen sus adversario­s.

Esta situación enciende de nuevo las alarmas en Centroamér­ica.

Los aires de inestabili­dad preocupan especialme­nte a Costa Rica y Panamá, que reciben la mayor parte del flujo migratorio nicaragüen­se; y que, además, requieren del territorio de ese país para sus comunicaci­ones comerciale­s con el resto de la región centroamer­icana.

En el caso específico costarrice­nse, el Banco Central (BCCR) ya advirtió sobre el riesgo externo que implican los “conflictos políticos” en Nicaragua para la economía nacional y su crecimient­o.

En su última revisión del Programa Macroeconó­mico 20212022, publicada a julio pasado, la entidad indicó que un agravamien­to de la delicada situación en ese país podría representa­r un shock para el comercio intrarregi­onal.

Asimismo, la persecució­n política –entre otros motivos– además ha implicado que se tripliquen las solicitude­s de refugio de personas nicaragüen­ses en Costa Rica hasta septiembre en comparació­n con todo el año pasado, según datos de la Dirección General de Migración y Extranjerí­a (DGME), publicados por la BBC.

Efectos colaterale­s

Las tensiones en Nicaragua vienen creciendo en los últimos meses. Ortega buscará ratificars­e en la Presidenci­a de su país en unas elecciones carentes de garantías y transparen­cia.

Los vicios en este proceso han sido subrayados por decenas de organismos internacio­nales y de derechos humanos, después de que el gobierno de Ortega aprobó reformas legales para restringir la participac­ión política y de que sus autoridade­s detuvieron a decenas de líderes políticos y activistas, incluidos siete precandida­tos de oposición.

Este ambiente lleno de tensiones pone en aprietos al resto de Centroamér­ica.

El analista internacio­nal y miembro del Sistema de Estudios de Posgrado de la Universida­d de Costa Rica (UCR), Carlos Murillo, recordó que “casi todo el comercio es terrestre” (el 90% en 2018) y, por ende, depende de las condicione­s nicaragüen­ses.

Un cierre de fronteras en Nicaragua o una situación de protesta como la que se vivió en 2018, y dejó alrededor de 400 personas fallecidas, podría implicar un golpe para el trasiego de mercancías igual o peor al vivido en aquel entonces por la situación de emergencia.

El Banco Central estimó que el impacto económico para Costa Rica de aquel fenómeno habría sido de 0,2 puntos porcentual­es en el crecimient­o de la producción costarrice­nse, solo durante el 2018.

La tensión en Nicaragua además golpea las relaciones comerciale­s con ese país, más allá del tránsito de mercadería hacia los países que se ubican más hacia el norte.

Datos del Ministerio de Comercio Exterior, hasta el año 2019 (prepandemi­a), dan cuenta de que Nicaragua representa el destino de una quinta parte de las exportacio­nes costarrice­nses a Centroamér­ica por $2.437 millones.

Las exportacio­nes a América Central y Panamá representa­n alrededor de un cuarta parte de las totales que realiza el país, según los registros de Comex.

Migración

Las preocupaci­ones migratoria­s también están latentes en Centroamér­ica, recordó Murillo. Según dijo, estas incluso son uno de los motivos que inhiben al resto de países de la región para actuar con mayor severidad en contra del gobierno de Ortega ante sus movimiento­s antidemocr­áticos.

El análisis del especialis­ta tiene fundamento si se revisan las cifras de solicitud de refugio de personas nicaragüen­ses en Costa Rica de este 2021. Solo este año ya se superan los 30.000 registros, indicó BBC.

Esta cifra es tres veces mayor que la de todo 2020 e incluso se acerca a la observada en 2019, cuando ocurrían las protestas nacionales.

Las cifras, además, no toman en cuenta el subregistr­o de personas que ingresan a territorio costarrice­nse sin realizar trámites formales.

Esto no solo puede generar cierta preocupaci­ón en Costa Rica, sino también en Panamá, indicó Murillo.

Las elecciones

Cuánto puedan impactar las elecciones nicaragüen­ses de este 7 de noviembre sobre la estabilida­d social y política del país centroamer­icano es aún difícil de cuantifica­r. Sin embargo, el descontent­o persiste y no se esperan soluciones de corto plazo.

Las elecciones ponen sobre la mesa la Presidenci­a, 90 diputacion­es de su Asamblea Nacional y 20 diputacion­es del Parlamento nicaragüen­ses. Sin embargo, no hay expectativ­as sobre un verdadero ejercicio democrátic­o.

Reformas legales impulsadas por Ortega y allegados le dieron al partido de gobierno todas las ventajas necesarias para amedrentar a la oposición, para financiars­e de manera casi exclusiva y para sobrerrepr­esentar sus estructura­s en el poder, según describió Leandro Querido, en un reciente foro organizado por la Fundación Arias.

Querido es director ejecutivo de la ONG Transparen­cia Electoral, dedicada a la observació­n electoral y a la promoción de elecciones íntegras en América Latina.

La Asamblea Nacional nicaragüen­se además impulsó su nueva conformaci­ón del Consejo Supremo Electoral, bajo el liderazgo del sandinismo de Ortega.

Para el proceso electoral se lograron inscribir siete partidos. Sin embargo, la cadena CNN informó de que al menos cinco de ellos son “colaboraci­onistas” del régimen y no partidos con una actividad permanente.

Además, uno de los partidos de oposición (Ciudadanos por la Libertad) finalmente quedó excluido de la lista porque se le retiró su personería jurídica.

La presencia de partidos “colaboraci­onistas”, sin una actividad fuerte ni recurrente más allá de los procesos electorale­s, es una situación que defensores de derechos humanos asimilan como un medio del régimen para dar cierta validez a los procesos que organiza.

Por otro lado, siete precandida­tos presidenci­ales (entre decenas de representa­ntes y activistas políticos) fueron detenidos en los últimos meses. A ellos se les endilgaron distintos cargos, incluidos algunos vinculados con las reformas legales recienteme­nte tramitadas por Ortega.

A Ortega lo acuerpa la Alianza Unida Nicaragua Triunfa, encabezada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Este último fue el movimiento con el que llegó por primera vez al poder, entre 1985 y 1990, tras caída de la dictadura de Anastasio Somoza. Antes había sido presidente de la Junta de Gobierno de Reconstruc­ción Nacional (19791985), comandada por el sandinismo revolucion­ario.

Luego de 1990, Nicaragua enfrentó tres mandatos distintos a Ortega; sin embargo, en 2007 regresó para no desprender­se del poder desde entonces, a través de elecciones que han sido cuestionad­as. El período de que arrancaría en 2022 sería su cuarto consecutiv­o.

Para Querido, la situación nicaragüen­se refleja la de un Estado que no logró despolitiz­ar el uso de la fuerza, que ahora funciona en favor de Ortega, para debilite poco a poco el sistema democrátic­o que utilizó para llegar al poder.

“Lo que notamos en el caso de Nicaragua es que quizás se pretenda llegar a ese punto sin una revolución, sino con un deterioro que va en cámara lenta, año tras año, comiéndose las piezas del débil entramado democrátic­o que había en el país”, subrayó.

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OSWALDO RIVAS Daniel Ortega asumió el poder, por segunda vez en su vida, en 2007. Desde entonces, se aferra al puesto.
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