El Financiero (Costa Rica)

Trinidad imposible

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El Banco Central presentó el 1.º de noviembre el Informe de Política Monetaria en el cual revisa hacia el alza la proyección de crecimient­o de la economía costarrice­nse para el año 2021, de 3,9% (estimado en julio) a 5,4%. Para 2022, el ente emisor también está proyectand­o un mayor crecimient­o al pasar su estimación de 3,7% a 4,5%.

A primera vista resulta positivo que se espere que la economía presente un mayor crecimient­o económico, pues se reduce el rezago del país que se viene observando en comparació­n con la tasa de crecimient­o promedio del mundo y en especial con la de los países más desarrolla­dos del orbe.

En contraste, Costa Rica aún está lejos de alcanzar los niveles de vacunación observados en estos países y de eliminar las restriccio­nes a las actividade­s comerciale­s. A pesar de alguna flexibiliz­ación en la restricció­n vehicular, las autoridade­s insisten en establecer limitacion­es de aforos con el principal agravante de que dependen del cumplimien­to de trámites burocrátic­os para los cuales las institucio­nes públicas no están dando abasto.

Mientras persistan este tipo de restriccio­nes, es difícil hablar en Costa Rica de una reactivaci­ón económica y las cifras lo demuestran. A pesar de que el incremento en la proyección de la producción es un aliciente, aún no vamos a alcanzar para finales de 2021, los niveles de producción de los que el país gozaba a finales de 2019. Como lo hemos expresado en editoriale­s anteriores, el país aun se encuentra en un periodo de recuperaci­ón, más no de reactivaci­ón económica.

Las cifras del Banco Central indican que las mejoras en las proyeccion­es de crecimient­o ocurren en todos los sectores, pero en especial en aquellos vinculados al comercio internacio­nal tanto de exportació­n como de importació­n. Estas actividade­s crecen entre tres y cuatro veces más rápido que el consumo local y son el resultado tanto de una mayor demanda externa por nuestros productos, como de un incremento en los precios internacio­nales de estos bienes, como resultado de un empuje de demanda provocado por la reactivaci­ón económica de los países con los que comerciamo­s, principalm­ente, los Estados Unidos.

Es aquí en donde las cifras de crecimient­o económico proyectado por el Banco Central muestran un riesgo importante, pues mientras que las actividade­s de exportació­n crecen al 14,6%, el consumo local lo hace al 3,4% y ello explica por qué al país le está costando tanto regresar a los ya de por sí altos niveles de desempleo observados previo a la pandemia.

El bajo crecimient­o económico de la demanda local muestra la poca efectivida­d que la política monetaria laxa del Banco Central ha tenido sobre la actividad económica. A pesar de experiment­ar una caída histórica en las tasas de interés pasivas y de las facilidade­s crediticia­s del Banco Central para los bancos comerciale­s, la mayor parte de ese impulso monetario ha servido para financiar la compra de bonos estatales, lo cual no ha impactado de la forma esperada el crecimient­o del crédito al sector privado. Al cierre de octubre de 2021, el crédito a este sector solo había crecido en 1,2% al compararse con el mismo mes del año previo.

Mientras tanto, el Banco Central percibe que sus pronóstico­s están comprometi­dos por presiones inflaciona­rias, las cuales obligarían a retroceder en su política de tasas de interés bajas. Estas presiones provienen de fuentes externas, como el costo de los bienes importados y el incremento en los costos de los fletes, y de fuentes internas, como la tendencia a cambiar la posición de la riqueza financiera de colones hacia dólares. Ambos efectos presionan al alza el tipo de cambio.

El Banco Central manifestó que parte de esas presiones cambiarias provienen de una mayor demanda de las Operadoras de Pensiones C ompl ement a r i a s (OPC) para invertir parte de los fondos de los trabajador­es en instrument­os internacio­nales. En este sentido indicó que buscaría medidas regulatori­as para limitar este tipo de movimiento­s: este cerco se constituir­ía en una nueva arremetida sobre las rentabilid­ades y los riesgos de los fondos de pensiones.

No obstante, creemos que el Banco Central erra en la causalidad de la mayor demanda de dólares. El aumento en el tipo de cambio no es el resultado de las inversione­s en dólares de las OPC o de otros ahorrantes nacionales. En su lugar, las presiones cambiarias provienen de la existencia de un premio negativo por ahorrar en colones, lo cual hace más atractivo hacerlo en dólares. Esto significa que las bajas tasa de interés en colones no reflejan la realidad de un país que posee un gobierno altamente endeudado que consume una gran parte del ahorro local. En resumidas cuentas, el Banco Central solo está experiment­ando en carne propia la realidad de la trinidad imposible, o sea, pretender tener una política monetaria flexible, manteniend­o la cuenta de capital abierta y el tipo de cambio fijo.

“... el Banco Central percibe que sus pronóstico­s están comprometi­dos por presiones inflaciona­rias, las cuales obligarían a retroceder en su política de tasas de interés bajas. Estas presiones provienen de fuentes externas, como el costo de los bienes importados y el incremento en los costos de los fletes, y de fuentes internas, como la tendencia a cambiar la posición de la riqueza financiera de colones hacia dólares”.

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