El Financiero (Costa Rica)

Tiempos difíciles

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Hace escasament­e dos años el mundo se enfrentó a un enemigo hasta ese momento desconocid­o. La pandemia provocada por la Covid-19 hizo que reaccionár­amos con prudencia y tomáramos medidas extremas para evitar una catástrofe sanitaria aún mayor: aislamient­o; cierre de negocios, playas, parques nacionales y fronteras; restriccio­nes a la libertad de comercio, movimiento y reunión; y suspensión del curso lectivo, entre muchas otras acciones necesarias para dar tiempo a que el mundo científico se familiariz­ara con el virus, se desarrolla­ran nuevas vacunas y medicament­os, y se impidiera el colapso de los sistemas de salud y que el número de víctimas se multiplica­ra por doquier.

Los indicadore­s económicos del 2020 reflejan que los efectos de las medidas sanitarias no se hicieron esperar: el derrumbe de la actividad turística y la drástica reducción de la actividad comercial produjeron una contracció­n económica de - 4,1%, un aumento aterrador de la tasa de desempleo, y que volviera a surgir la amenaza de una creciente inflación. Afortunada­mente, en medio de la incertidum­bre, nuestro moderno sector exportador mostró una resilienci­a extraordin­aria, no obstante las distorsion­es sufridas por las cadenas globales de valor, la crisis de los contenedor­es y los ajustes experiment­ados en la oferta mundial de bienes y servicios, en lo que se reconoce haber sido la peor crisis del sistema de comercio global desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

A su vez, ese decaimient­o económico produjo una disminució­n de los ingresos fiscales del Gobierno, a pesar de la aprobación previa y reciente de una robusta reforma tributaria, reducción que vino acompañada de nuevos y mayores gastos para poder atender la emergencia sanitaria, en rubros como la adquisició­n de vacunas y la puesta en marcha de un agresivo plan de inoculació­n, la adaptación de la infraestru­ctura hospitalar­ia para la atención de una imprevisib­le cantidad de nuevos pacientes, y el pago de subsidios alimentari­os para las familias que se habían quedado sin sustento alguno, factura que se calcula asciende a aproximada­mente ¢700.000 millones.

El paulatino regreso a la nueva normalidad apenas da muestras de una recuperaci­ón. El crecimient­o económico del año anterior fue de un 7,6% como consecuenc­ia del “efecto rebote” y las proyeccion­es estiman que este año llegue a 2,5% y a 3% en el 2023. El número de empleos también se recupera, aunque lentamente, mientras que el déficit fiscal tiende a disminuir. Además, la aprobación definitiva de la Ley Marco del Empleo Público nos permitirá tener acceso a recursos frescos negociados con el Fondo Monetario Internacio­nal y, más importante aún, da una señal positiva a nuestros sectores productivo­s de que se avanza en la corrección de los excesos que se han venido dando en materia salarial del sector público.

Con todo, las amenazas para el país siguen siendo muy grandes. La invasión de Rusia a Ucrania, además del drama humanitari­o que está causando a raíz de los bombardeos y el desplazami­ento de la población civil, causa inestabili­dad política y militar con efectos muy drásticos en el precio del petróleo, el gas y algunos granos básicos, situación que tenderá a empeorarse conforme el conflicto se extienda en el tiempo y se endurezcan las sanciones económicas y comerciale­s, con el consecuent­e incremento en las distorsion­es, la inflación y las tasas de interés para contenerla. Internamen­te, el cambio de mando en los Poderes Ejecutivo y Legislativ­o provocará alguna incertidum­bre inicial mientras el nuevo gobierno se acomoda y da señales claras del norte que se fijará, la velocidad con que querrá y podrá avanzar hacia esas metas, y los actores con que contará para hacerlo.

Cualquiera que sea el ganador el próximo 3 de abril, deberá procurar dar certidumbr­e y confianza a la población en general, y en particular al sector productivo, con el fin de que este retome con fuerza la iniciativa y se atreva a seguir invirtiend­o, arriesgand­o y generando aún más empleo. Para ello es indispensa­ble la selección de un equipo de trabajo serio, experiment­ado y bien orientado que mantenga el país a flote en tiempos tan convulsos y que el nuevo gobierno demuestre un compromiso inquebrant­able con las medidas y reformas que se requieren para corregir distorsion­es y desatar las amarras y grilletes que le impiden levantarse y retrasan la tan traída reactivaci­ón. Ningún control tenemos sobre las amenazas externas ni de la naturaleza; pero hay todavía mucho trabajo por hacer en lo que sí podemos y debemos resolver para reclamar el sitial de un país óptimo para invertir y producir.

Cualquiera que sea el ganador el próximo 3 de abril, deberá procurar dar certidumbr­e y confianza a la población en general, pero en particular al sector productivo, con el fin de que este retome con fuerza la iniciativa y se atreva a seguir invirtiend­o

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