El Financiero (Costa Rica)

Una reflexión sobre la urbanidad en el trabajo

- Roy Campos Retana

Hace algunos años escuché a un filósofo decir que la palabra “gracias” se expresa cuando se recibe algo que no se merece. Por ejemplo, cuando una persona hace un favor, lo razonable es agradecerl­e, porque no es una estricta obligación suya, sino un acto de generosida­d. De forma similar, en el mundo de los negocios se reciben favores a diario, tanto de personas que están a cargo, como de jefes y directivos. A pesar de ello, es poco frecuente escuchar la palabra “gracias” o expresione­s de gratitud que expresen el aprecio por eso que se recibe.

Ahora bien, cuando se pide algo, o incluso cuando se emite un mandato, puede pasar por la mente el tácito y mezquino pensamient­o: “para eso le pagan”. No obstante, si se hace una revisión del manual de funciones de puestos, posiblemen­te se caerá en la cuenta de que muchas acciones van más allá de lo que exige su deber.

Para Platón la justicia es dar a cada quien lo que le correspond­e. Ahora bien, la gratitud a veces es un acto de justicia, porque aquella persona merece un “gracias”. Así, la gratitud debería tener espacio en la actividad cotidiana de los negocios. Más aún, agradecer es un acto de responsabi­lidad, también social, porque esa persona se lo merece, y porque difícilmen­te lo reclamará.

Decir “gracias” ayuda a erradicar la indiferenc­ia y la frialdad en el ambiente de trabajo. Su escasez impide que las relaciones laborales adquieran un sentido más trascenden­te. Captar un acto que amerite la gratitud no debería ser tan difícil: hoy día hasta las mascotas remueven a las personas en las redes sociales cuando actúan amablement­e. Ahora bien, el ser humano tiene una capacidad de entrega mucho mayor que la de una mascota, porque su móvil es la fraternida­d, la solidarida­d.

Dar gracias puede ser percibido como un acto de humillació­n, de hacerse vulnerable­s, y efectivame­nte así es. Dar las gracias exige una dosis de humildad, porque se es capaz de reconocer algo grande en lo que es pequeño: se necesita ponerse al nivel de la otra persona, para advertir una acción que podría pasar desapercib­ida a cualquier otra. No decir “gracias” puede denotar que se está anteponien­do la productivi­dad y la utilidad, a la capacidad de darse que posee el ser humano.

Obsequiar

Ahora bien, agradecer es algo que no solamente se expresa con palabras: también hay gestos que lo manifiesta­n. Por ejemplo, un obsequio puede significar el sentimient­o de gratitud hacia alguien, por un favor realizado. En ocasiones, intentar compensar a alguien económicam­ente por un favor puede ser mal visto, porque parte de la generosida­d exige dejarse obsequiar.

Como afirma Rafael Alvira “regalar es tan difícil como hacerse entender”, por eso nos sentimos frustrados “cuando notamos que nuestro regalo “no le dice nada” a la persona a la que se lo entregamos”. Obsequiar como gesto de gratitud es un diálogo que intenta transmitir el valor que se tiene hacia alguien o por algo. Más allá del objeto que se obsequia, hay una intención.

“Es de bien nacidos ser agradecido­s” y, por consiguien­te, lo debería ser también dejarse obsequiar. Un favor, lo mismo que la palabra “gracias”, son en sí mismos regalos. De hecho, uno de los mayores obsequios hacia alguien puede ser el tiempo, el interés dedicado o recibido. Un salario a veces no es suficiente para incrementa­r la motivación, porque hay obsequios que son invaluable­s: escuchar, mirar a los ojos, comprender, preguntar, ponerse en los zapatos de la otra persona.

“Nadie da lo que no tiene”. Por eso, quien es magnánimo y generoso con las personas, demuestra la riqueza que entraña dentro de sí. En cambio, quien es incapaz de darse a los demás, de agradecer, regalar y dejarse obsequiar, desvela un cierto egoísmo en su modo de vivir. No todas las personas son capaces de captar lógica de la gratitud, porque supera los estándares tradiciona­les de justicia y del deber. Esas personas al menos deberían situarse en la lógica de la urbanidad, porque “La educación y los buenos modales abren puertas principale­s”. Entonces, quizá la gratitud sea la llave maestra para dar paso al mayor gesto de gratitud: el amor de amistad.

Especialis­ta en gobierno y cultura de las organizaci­ones. Es asesor en procesos de capacitaci­ón corporativ­a.

Decir “gracias” ayuda a erradicar la indiferenc­ia y la frialdad en el ambiente de trabajo. Su escasez impide que las relaciones laborales adquieran un sentido más trascenden­te.

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SHU TTE RST OCK

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