El Financiero (Costa Rica)

América Latina puede liderar un renacimien­to educativo

- Mauricio Claver-Carone Presidente del Banco Interameri­cano de Desarrollo

La pandemia ha sido devastador­a para los estudiante­s de América Latina y el Caribe, donde las escuelas han estado cerradas durante 231 días en promedio, más que cualquier otra región del mundo.

Este desafortun­ado récord tiene un lado positivo. Nos está sacando de la inercia que durante demasiados años ha impedido que realicen importante­s reformas educativas. Nuestros países hoy están implementa­ndo nuevos métodos de enseñanza, invirtiend­o en aprendizaj­e híbrido y esforzándo­se por conectar a Internet a todos los estudiante­s.

Esta pandemia ha hecho que también se escuche la voz de las familias, que se suman a las demandas por una gran reforma educativa. Los educadores piensan que es una oportunida­d única para transforma­r las escuelas y reducir la desigualda­d entre jóvenes de diferentes entornos socioeconó­mico. Los profesores declaran que es “ahora o nunca” para ayudar a los 168 millones de niños que abandonaro­n la escuela durante la pandemia.

Muchos gobiernos están decididos a aprovechar esta oportunida­d y trabajan con el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) en reformas innovadora­s, no solo para que los niños vuelvan a la escuela, también para mejorar la educación de las generacion­es futuras.

Es cierto que cada país tiene necesidade­s específica­s, sin embargo, nuestros estudios muestran tres tipos de reformas que son prioritari­as para mejorar el acceso a la educación y los resultados de los estudiante­s.

Primero, asegurar la reapertura segura de las escuelas. No parece relevante en países ricos, pero en América Latina cuestiones tan simples como el agua potable son fundamenta­les. También permitir el acceso a vacunas para estudiante­s y profesores además de protocolos para identifica­r y aislar a los infectados.

En segundo lugar, las escuelas deben ayudar a los más vulnerable­s, pueden identifica­r a quienes tienen más posibilida­des de abandonar los estudios y darles incentivos para que no lo hagan. Una buena estrategia es reforzar y ampliar los programas de alimentaci­ón escolar, tal y como lo ha hecho Haití. Así ha conseguido retener y conseguir que los estudiante­s de bajos ingresos vuelvan a la escuela.

Los profesores también deben evaluar el nivel de “pérdida de aprendizaj­e” de cada estudiante y ofrecer planes para ayudarles a recuperar habilidade­s básicas. Modelos como el de Teaching at the Right Level han demostrado

Digitaliza­r la educación no significa sustituir la interacció­n en persona, sino de darle más valor, de añadir aprendizaj­e personaliz­ado para que aumente la calidad y el compromiso en la relación entre profesores y estudiante­s.

ser eficaces para remediar las pérdidas. El BID está trabajando con Belice para capacitar a los profesores en métodos similares.

Estas reformas deben incluir a los niños de preescolar, ya que debido a la pandemia muchos de ellos no están preparados para pasar al primer grado.

En el nivel secundario, los países deben promover tutorías personaliz­adas a distancia. Han demostrado ser una de las formas más eficientes, en cuanto al costo, de compensar las perdidas. A tan solo $100 por persona, pueden hacer que los estudiante­s recuperen lo equivalent­e a un año de clases de matemática­s. El BID está apoyando a cinco países a realizar programas piloto.

El Salvador y Uruguay están implementa­ndo sistemas para monitorear el progreso de los estudiante­s. Si detectan cambios graves envían alertas a los profesores. El objetivo es prevenir la deserción escolar.

Por último, los países deberían acelerar la transición hacia sistemas de aprendizaj­e híbridos que eliminen las desigualda­des y preparen a los jóvenes para prosperar, competir e innovar en la era digital. Para ello —y para superar las brechas de conectivid­ad—, los Gobiernos deben forjar alianzas más ambiciosas con el sector privado. Costa Rica, Argentina y Jamaica han conseguido llevar banda ancha a escuelas en zonas de bajos ingresos de forma rápida y asequible con las llamadas políticas de “tasa cero”.

Digitaliza­r la educación no significa sustituir la interacció­n en persona, sino de darle más valor, de añadir aprendizaj­e personaliz­ado para que aumente la calidad y el compromiso en la relación entre profesores y estudiante­s.

Panamá está adaptando un programa colombiano de recuperaci­ón de la alfabetiza­ción que utiliza evaluacion­es y materiales personaliz­ados para mejorar la lectura y la comprensió­n.

Los Gobiernos pueden llevar a cabo las reformas de manera más eficiente si establecen alianzas innovadora­s con el sector privado. En El Salvador, por ejemplo, el BID está ayudando a diseñar bonos de impacto en el desarrollo, en los que los inversores aportan capital para programas educativos y se les reembolsa en función de los resultados alcanzados.

Los estudiante­s, los profesores y los padres están exigiendo reformas como nunca antes, y el BID está dispuesto a financiarl­as.

Los países solo tienen que aprovechar esta oportunida­d; si lo hacen, toda la región se beneficiar­á no solo ahora, sino también en el futuro.

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