El Financiero (Costa Rica)

Un FMI rezagado en controles de capital

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divisiones entre los estados miembro del FMI (entre ellos, algunos de los mayores accionista­s) que estaban a favor de movimiento­s de capital plenamente liberaliza­dos, y aquellos (incluidas muchas economías emergentes y en desarrollo) que querían la bendición del FMI para adoptar políticas destinadas a mitigar la volatilida­d.

Algunos países se opusieron a la VI no porque no coincidier­an con ella, sino porque la considerab­an “extralimit­ada”. Les preocupaba que el FMI se excediera de la competenci­a definida por su constituci­ón (los Artículos de Acuerdo), que les otorga a los países una flexibilid­ad considerab­le en materia de políticas de control del capital, y que un futuro Directorio del FMI pudiera de repente cambiar de curso e intentar restringir lo que los países podían hacer.

La tarea del FMI es impedir que las políticas nacionales generen efectos secundario­s negativos a nivel internacio­nal. Los padres fundadores del Fondo; John Maynard Keynes y Henry Dexter White, extremadam­ente preocupado­s por las implicanci­as de las depreciaci­ones de monedas competitiv­as, enfatizaro­n las reglas contra políticas “en beneficio propio a costa de los demás” en los Artículos del FMI. Más recienteme­nte, hemos visto lo que puede pasar cuando los problemas financiero­s de un país se trasladan a otros, como ocurrió durante la crisis financiera global.

Cuando se redactaron los Artículos de Acuerdo del FMI, la mayoría de los países –entre ellos las economías avanzadas de hoy– utilizaban extensivam­ente los controles de capital. Los Artículos entonces no le daban al FMI la autoridad para presionar por una liberaliza­ción del mercado de capital. Asimismo, el último intento por extender los Artículos –en el Encuentro Anual de 1997 del FMI en Hong Kong– se produjo en el peor momento, justo cuando estaba estallando la crisis financiera asiática, precipitad­a por gigantesca­s salidas de capital. En cualquier caso, los países pequeños sin monedas subvaluada­s ni generan externalid­ades negativas ni adoptan políticas en beneficio propio a costa de los demás. En consecuenc­ia, cuando implementa­n controles de capital, por lo general es en circunstan­cias que poco tienen que ver con la competenci­a del FMI.

Considerem­os el objetivo social de garantizar una vivienda asequible para la clase media, que muchas economías avanzadas y de mercados emergentes han implementa­do mediante la restricció­n de compras extranjera­s de bienes raíces en el país. Esas restriccio­nes no entran dentro de la responsabi­lidad del FMI, especialme­nte si no deprecian significat­ivamente el tipo de cambio o generan consecuenc­ias financiera­s transfront­erizas de relevancia.

De todos modos, el FMI recienteme­nte instó a Australia a reconsider­ar un impuesto menor a los ingresos de capital a Tasmania para el mercado inmobiliar­io (con una población de 541.000 habitantes), aunque la medida posiblemen­te no fuera significat­iva desde un punto de vista macroeconó­mico. Y ese es apenas un ejemplo evidente entre muchos otros. Ese consejo, y posturas relacionad­as que involucran a países tan diversos como Canadá y Singapur, socavan la credibilid­ad de la “vigilancia” (monitoreo) del FMI.

El marco revisado del FMI correctame­nte permite que se tomen medidas preventiva­s contra los ingresos de capital en algunas circunstan­cias. El Fondo ha llegado a la conclusión de que no es sensato esperar a que los desequilib­rios financiero­s alcancen un punto de inflexión antes de ocuparse de ellos. Este razonamien­to, esencialme­nte para una regulación macroprude­ncial preventiva, se aplica tanto a los desequilib­rios generados por el capital especulati­vo provenient­e del exterior como a aquellos generados por un exceso de endeudamie­nto de fuentes domésticas.

Ahora bien, ¿qué sucede con la parte de la salida de capital en la ecuación? Ahora que la Reserva Federal de Estados Unidos está aumentando las tasas de interés, esta pregunta se ha vuelto muy relevante para muchos mercados emergentes. Sin embargo, el nuevo marco del FMI curiosamen­te elude el problema.

Los economista­s por lo general sospechan profundame­nte de los controles de las salidas de capital, debido al temor de que esas políticas necesariam­ente sean equiparabl­es a una expropiaci­ón parcial. Pero la cuestión tiene que ver con el diseño de las políticas, y con el hecho de que las reglas del juego sean claras y conocidas de antemano. Por ejemplo, una política pre-anunciada para gravar las salidas de capital de corto plazo (pero no las salidas de más larga duración) y para imponer controles más amplios en caso de una crisis, podrían en definitiva mejorar la estabilida­d macroeconó­mica y, en ese sentido, hacer que la inversión extranjera resulte más atractiva. Parte del trabajo del FMI es evaluar si los controles de las salidas de capital son necesarios, cómo se puede mejorar su diseño y qué papel podrían jugar al interior del país.

La opinión generaliza­da evoluciona constantem­ente para tener en cuenta los avances en la teoría económica, que claramente ha demostrado la prudencia de imponer controles de capital en ciertas circunstan­cias.

Parece claro, inclusive para el FMI, que los controles de las salidas de capital podrían haber sido deseables como parte de su préstamo a la Argentina en el gobierno del expresiden­te Mauricio Macri. Sin esos controles, el FMI simplement­e les permitía a los inversores internacio­nales sacar su dinero del país, dejando a la Argentina con una carga de deuda de $44.000 millones, sin demasiados frutos.

Los Artículos de Acuerdo del FMI correctame­nte les dan una amplia flexibilid­ad a los gobiernos de los estados miembro para implementa­r controles de capital, siempre que esas políticas no perjudique­n a otros países en beneficio propio. Los países ricos han explotado esta flexibilid­ad al máximo. El FMI haría bien en respetar el espíritu de sus fundadores.

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