El Financiero (Costa Rica)

Reforma a la ley de condominio­s: ¿Una oportunida­d desaprovec­hada?

- Carlos M. Cartín Feoli

Se aprobó hace algunas semanas y en segundo debate, el proyecto de ley número 22.086 denominado “Reforma del artículo 27 de la Ley 7933, Ley Reguladora de la Propiedad en Condominio, del 28 de octubre de 1999”. Sin más preámbulo, pareciere que, lastimosam­ente, esta reforma es una oportunida­d desaprovec­hada. ¿Por qué? Cuesta encontrar en este país la viabilidad política, el tiempo y las oportunida­des de negociació­n para ponerse de acuerdo y aprobar leyes. Más aun, leyes útiles y eficientes. El régimen costarrice­nse de propiedad en condominio, entendido como ese régimen especial de propiedad (mejor dicho, de copropieda­d) lo ha pedido a gritos por años, pero no se le ha dado la importanci­a debida, aunque el sector inmobiliar­io ha evoluciona­do, siendo crucial para la economía.

Este proyecto de ley es un intento para modernizar y facilitar la operativid­ad de la figura del condominio como tal. Pero pudo haber sido más. Veamos.

Dicho proyecto realiza dos modificaci­ones importante­s al numeral 27: Primero, modifica el sistema de votación respecto de los acuerdos para variar el área proporcion­al de las filiales en relación con el área total del condominio o el área de los bienes comunes; y segundo, modifica, asimismo, el sistema de votación respecto de los acuerdos que versen sobre proceder a variar las cláusulas de la escritura constituti­va o del reglamento de condominio y administra­ción.

En ambos casos, se pasa de una votación cuyo requisito era la unanimidad de todos los propietari­os del condominio, a una votación de al menos dos terceras partes del total del valor del condominio.

Existe un tercer cambio dentro de esta reforma, pequeño, el cual aclara, expresamen­te, que la disposició­n de bienes comunes referentes a la reducción o eliminació­n de áreas verdes o parques requerirá votación por unanimidad.

Lo que faltó

Como mencioné al inicio, esta reforma es una oportunida­d realmente desaprovec­hada para modernizar aún más, este régimen especial de propiedad.

La oportunida­d hubiera sido propicia para reformar o incluir temas como aclarar la existencia y límites de la figura de la junta directiva dentro de un condominio; establecer los límites básicos que un reglamento de condominio y administra­ción no debería de transgredi­r (recordemos que existen muchos reglamento­s que se inscriben ante el Registro Nacional con condicione­s y normas arbitraria­s e incluso, ilegales); desarrolla­r brevemente lo referente a tendencias modernas para celebració­n de asambleas; un desarrollo normativo más amplio y útil sobre la figura de condominio de condominio­s; así como el haber proporcion­ado una redacción mucho más amigable al último párrafo del inciso b) del mismo artículo 27. (Este párrafo reza actualment­e: “En los casos anteriores, cuando un solo propietari­o represente al menos el cincuenta por ciento (50%) del valor total del condominio, se requerirá, además, el cincuenta por ciento (50%) de los votos restantes reunidos en Asamblea.”). Párrafo el cual ha llevado a confusión a muchos operadores jurídicos de la rama. Los anteriores son apenas unos efímeros ejemplos.

La reforma en cuestión se puede ver desde dos diversos puntos de vista: uno favorable para los condóminos; y el otro favorable para el desarrolla­dor propietari­o. Explico. En el primer escenario, estos propietari­os podrían unir votos en asamblea y, a modo de ejemplo, proceder a reformar el reglamento o la escritura constituti­va del condominio sin necesidad de tener unanimidad, es decir, sin necesidad de que el desarrolla­dor (quien también sea propietari­o) esté de acuerdo.

Lo anterior genera más confianza a los propietari­os de que su copropieda­d no está “escrita en piedra” y por el contrario, puede ser dinámica y adaptarse fácilmente a cambios necesarios o deseados.

Por el otro lado, decimos que también le puede favorecer al mismo desarrolla­dor ya que, por ejemplo, un acuerdo que consista en variar el área proporcion­al de las filiales, en relación con el área total del condominio o el área de los bienes comunes (pensemos en remodelaci­ones, ampliacion­es varias, diferencia­s entre medidas) no requerirá el esfuerzo del responsabl­e del proyecto de ir “puerta por puerta” intentando tener el acuerdo de todos los demás propietari­os, sino solamente será necesario al menos dos terceras partes del total del valor del condominio.

Punto a favor

Lo que sí se le rescata a la reforma es el haber velado por una coherencia normativa y práctica. Esto es así, puesto que antes de la reforma, la ley condiciona­ba a unanimidad el variar el área proporcion­al de las filiales, en relación con el área total del condominio o el área de los bienes comunes, pero al mismo tiempo, permitía la votación bajo dos terceras partes en lo referente a los acuerdos para construir nuevos pisos o sótanos, excavar o autorizar a alguno de los propietari­os para que efectúe dichos trabajos. En la práctica, la incongruen­cia radicaba en que se votaba para realizar estas nuevas construcci­ones (votos de dos terceras partes), pero para que eso fuera una realidad, dichas construcci­ones iban ligadas a variacione­s de áreas e incluso a reformas a la escritura constituti­va. Por lo que al final era la unanimidad lo que debía de predominar. La reforma acaba con este problema.

Por último, es esencial tener claridad en los conceptos. Cuando se habla de los diferentes métodos de votación dentro de un condominio (unanimidad, mayoría calificada o mayoría simple) se habla de valores, no de número de propietari­os.

En el régimen condominal, existe el denominado “valor porcentual”, el cual es el índice de participac­ión que tiene una finca sobre el valor asignado a la totalidad del condominio. Las votaciones se toman de acuerdo con los valores que tiene cada finca, y no por el número singular de propietari­os que hay. Un mismo propietari­o puede ser dueño de varias fincas, y lo que contará para efectos de votaciones condominal­es son los valores de dichas fincas.

“Es esencial tener claridad en los conceptos. Cuando se habla de los diferentes métodos de votación dentro de un condominio (unanimidad, mayoría calificada o mayoría simple) se habla de valores, no de número de propietari­os”.

* Abogado de Lexincorp Central American Law Firm

Pero, ¿habrá la política monetaria expansiva causado una salida de capitales? Un análisis de la posición de inversión internacio­nal del país indica que en los tres años al 2021, el flujo de inversión financiera del sector privado hacia el exterior fue de unos $4.300 millones, alrededor de $3.000 millones más que en el trienio anterior. Ese aumento en flujos de capital al exterior se explica enterament­e por los fondos de pensiones complement­arias (FPC), que en esos tres años aumentaron sus activos externos en $3.300 millones (más de un 5% del PIB de Costa Rica). Es decir, no ha habido una salida de capitales generaliza­da, sino de un sector específico que, por su gran tamaño, ha generado una fuerte presión sobre el tipo de cambio. ¿Se debió esto a las bajas tasas de interés locales? Es posible, en el margen, pero el motivo principal de la salida, que inició en el 2015, parece haber sido la diversific­ación, ante el fuerte crecimient­o de la masa de activos de los FPC, la insuficien­cia de opciones de inversión en el mercado local y la alta concentrac­ión de la cartera en bonos del Gobierno de Costa Rica. De hecho, los activos locales en dólares de los FPC más bien cayeron en estos tres años, lo que sugiere que el objetivo central no ha sido la dolarizaci­ón por sí misma. Si la causa hubieran sido las bajas tasas de interés locales, ¿regresarán esos recursos ahora que las tasas locales están subiendo más rápidament­e que las internacio­nales? Veremos, pero tengo dudas.

Múltiples factores

Más allá de eso, como he explicado en otros artículos y lo ha hecho el Banco Central en diversas publicacio­nes, las presiones cambiarias han sido causadas por una serie de factores externos e internos, en los que nada ha tenido que ver la política monetaria. En cambio, la política monetaria expansiva sí permitió mitigar, vía menores cuotas de créditos nuevos y existentes, el fuerte golpe por la pandemia sobre cientos de miles de hogares y empresas. De esa forma, en el contexto de la mayor contracció­n económica que ha sufrido el país en cuarenta años, las políticas del Banco Central contribuye­ron a mantener la estabilida­d del sistema financiero y a estimular la recuperaci­ón.

* Expresiden­te del Banco Central de Costa Rica

Para responder a la creciente crisis climática, se necesitará el movimiento de capital más grande y sostenido de la historia. En los próximos 20 a 30 años hay que invertir al menos $100 billones para pasar a una economía descarboni­zada, y otros $3 o $4 billones al año para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el 2030 y estabiliza­r los océanos.

La economía mundial y los mercados financiero­s tienen capacidad de sobra para movilizar estas enormes sumas e invertirla­s en forma eficiente, pero se necesitan cambios fundamenta­les en el funcionami­ento de esos mercados. En particular, las institucio­nes financiera­s tradiciona­les necesitan ayuda para encontrar los proyectos correctos, simplifica­r el diseño y la negociació­n de las transaccio­nes y conseguir el capital para su financiaci­ón.

Muchas de las soluciones en el área de la sostenibil­idad son de pequeña escala, lo que se debe en parte a la naturaleza de la innovación: desarrolla­r ideas, ponerlas a prueba y, si funcionan, reproducir­las. Pero extender esa escala no es sencillo, porque entre quienes desarrolla­n proyectos de sostenibil­idad y el mundo financiero tradiciona­l hay una desconexió­n.

Con riesgo de simplifica­r demasiado, podría decirse que entre los activistas de la sostenibil­idad hay desconfian­za hacia el mundo de las grandes finanzas, con su historial de financiar industrias insostenib­les; y que los inversores, por su parte, desconfían de miradas idealistas que no prestan atención a los resultados concretos, y no les interesan transaccio­nes en pequeña escala.

En vista de esta desconexió­n, ¿cómo hacer para extender proyectos sostenible­s desde el nivel de la pequeña inversión hasta los $100 millones o más que empiezan a atraer a los grandes actores financiero­s, y luego a los billones de dólares que se necesitan para lograr cambios reales a nivel mundial?

Tres medidas

Hay, en particular, tres medidas necesarias. En primer lugar, emplear técnicas de titulizaci­ón para reunir una gran cantidad de proyectos pequeños en uno solo con suficiente masa crítica para ser relevante.

La titulizaci­ón se hizo mala fama en 2007-2008, por haber impulsado la crisis de las hipotecas basura, que dejó a los países desarrolla­dos al borde de la catástrofe financiera. Pero con una gestión adecuada, el riesgo de financiar múltiples proyectos en forma conjunta es menor, porque la probabilid­ad de que todos tengan problemas financiero­s y operativos similares al mismo tiempo es baja. Sin embargo, para que el todo resultante interese a los inversores, esa multiplici­dad de proyectos pequeños debe tener desde un primer momento caracterís­ticas comunes que permitan unificarlo­s.

Por ejemplo, hay que elaborar cláusulas uniformes para conjuntos de activos similares, como ya ocurre en el mercado estadounid­ense de la energía solar residencia­l; además, se debe explicar a más innovadore­s los fundamento­s de la titulizaci­ón, por medio de congresos regionales donde los financista­s puedan interactua­r con desarrolla­dores de proyectos sostenible­s.

En segundo lugar, hay que reducir la complejida­d de cláusulas contractua­les clave y lograr que negociar y diseñar los detalles de los instrument­os para la inversión en proyectos sostenible­s sea más fácil. En los mercados financiero­s establecid­os, resulta mucho más fácil replicar grandes partes de acuerdos anteriores exitosos, antes que empezar todo de cero en cada transacció­n.

Lo anterior funciona porque actores financiero­s clave ya han dado su conformida­d a muchos de los términos y condicione­s que se usarán en acuerdos posteriore­s.

De modo que es crucial que

“Con riesgo de simplifica­r demasiado, podría decirse que entre los activistas de la sostenibil­idad hay desconfian­za hacia el mundo de las grandes finanzas, con su historial de financiar industrias insostenib­les; y que los inversores, por su parte, desconfían de miradas idealistas que no prestan atención a los resultados concretos, y no les interesan transaccio­nes en pequeña escala”.

las innovacion­es exitosas estén a la vista de los inversores. Para ello habría que crear un centro de acopio de informació­n, abierto y de alto perfil, sobre proyectos sostenible­s previos, incluidos aquellos cuya financiaci­ón fue exitosa, y los que fracasaron. Esto es similar a las muchas otras bases de datos que ya existen en el sector financiero, pero a disposició­n del público y bajo la supervisió­n de entidades de prestigio, para garantizar su exactitud.

En tercer lugar, hay que ampliar las fuentes de financiaci­ón para proyectos sostenible­s y hacerlas más transparen­tes.

A la luz de las métricas históricas de los mercados financiero­s, la rentabilid­ad de las inversione­s en proyectos de este tipo puede ser menor, y eso llevaría a hacerlas menos atractivas cuando se usan métodos de composició­n de cartera tradiciona­les en un contexto de “mercados eficientes”.

Pero las comparacio­nes históricas no tienen suficiente­mente en cuenta el campo cada vez más activo de la inversión de impacto, donde se usan umbrales de rentabilid­ad y duración diferentes, y cuyo volumen ya alcanza unos $2,5 billones. Algo que puede cambiar por completo el ámbito de la financiaci­ón de proyectos de sostenibil­idad es la titulizaci­ón segmentada de diferentes clases de inversione­s de impacto.

Sería útil crear una base de datos abierta (similar a la mencionada) de inversores interesado­s y ponerla a disposició­n de innovadore­s y diseñadore­s de nuevos proyectos de sostenibil­idad. Eso les facilitará identifica­r inversores (accionista­s, prestamist­as o algún híbrido) dispuestos a compromete­r financiaci­ón. La base de datos podría alojarse en una organizaci­ón como la Corporació­n Financiera Internacio­nal, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) o la Red Global de Inversione­s de Impacto.

Ya hay precedente­s alentadore­s. En la Conferenci­a de la ONU sobre el Cambio Climático (COP26), en noviembre pasado, la Alianza Financiera de Glasgow para las Cero Emisiones Netas comprometi­ó $130 billones para financiar proyectos relacionad­os con el clima.

En 1983, Muhammad Yunus fundó el Grameen Bank, para proveer servicios bancarios, y en particular préstamos, a personas (sobre todo mujeres) a las que antes se considerab­a “inbancariz­ables”. Cuando Yunus ganó el Premio Nobel de la Paz en el 2006, el “microcrédi­to” se había convertido en un fenómeno mundial, y había institucio­nes financiera­s tradiciona­les dedicadas a titulizar esta clase de préstamos.

La revolución financiera que empezó Yunus transformó el crédito minorista, optimizó la estructura­ción de esas transaccio­nes y permitió aprovechar una nueva fuente de capital para inversión en escala. Los desafíos de sostenibil­idad que enfrentamo­s hoy son existencia­les, y para ayudar a darles respuesta, los mercados de capitales y sus principale­s actores tienen que ser todavía más innovadore­s y abrir la puerta a voces e ideas no tradiciona­les e incluso disruptiva­s.

* Ex director gerente en JPMorgan * Conservaci­onista e investigad­or del Ártico

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