El Financiero (Costa Rica)

Bottega reacciona al gusto de los ticos por el vino y abrirá dos tiendas más

Pone su mirada en el este de San José y en Liberia

- Carlos Cordero Pérez carlos.cordero@elfinancie­rocr.com

Una cena o una reunión de amistades con vino no es extraño ya para muchas personas en Costa Rica. Tampoco es extraño incorporar esta bebida en eventos, celebracio­nes, o incluso en una sesión de lectura a solas en la casa. Las opciones en el país crecen también.

Por ejemplo una mimosa, un coctel de jugo de naranja con un vino proseco, puede ser apropiado para un desayuno, un brunch o una tarde de verano en la playa. Se puede acompañar un almuerzo o una cena con un vino tinto ligero, blanco o espumoso. O uno más fuerte con una carne. O recurrir a un digestivo para complement­ar la ocasión.

El crecimient­o de la cultura y del consumo de vino es acompañado por un aumento de la oferta comercial, con empresas que apuntan a la expansión, a la atención del cliente y a generar novedades.

“Decidimos innovar, seguir creciendo y expandiénd­onos”, dice Sofía Poma Murialdo, gerenta de Relaciones Públicas e Innovación de la distribuid­ora Alpiste y las tiendas Bottega. La firma acaba de abrir su segunda tienda Bottega en Nunciatura, Rohrmoser, y ya tiene marcados en el mapa otros sitios más.

Alpiste y Bottega surgen por una iniciativa del fundador de la familia Poma en Costa Rica, Alessandro, quien nació en Roma, Italia, y emigró a Costa Rica, donde se estableció en San Vito, de Coto Brus.

Euromonito­r estima que el mercado de vino crecería 1,7 veces en una década en Costa Rica, desde $80,9 millones en 2015 a $143,2 millones en 2025. Cada año el incremento sería de 25% en promedio.

Mercado burbujeant­e

A nivel de distribuid­ores, junto a Alpiste, compiten Florida, Grupo Pampa, Ole Gourmet, Ciamesa, French Paradox e Isleña, que comerciali­zan más de 700 etiquetas de vinos tintos, blancos, rosados y espumosos provenient­es de España, Italia, Francia, Estados Unidos, Chile, Argentina, Nueva Zelanda, Australia, Israel y de las misma Costa Rica.

Crece también la competenci­a local en el área de tiendas enogastron­ómicas. Recienteme­nte abrió A qué vino, ubicada en el centro comercial Trejos Montealegr­e con una inversión de $140.000.

“A los ticos también les gusta mucho viajar y se topan con el vino en otros países”, dice Sofía. “Ya incorporan el vino o un coctel en la mesa y cuando comparten con las amistades, no solo con cerveza, el ron o el whisky. Eso va en aumento”, agregó.

Como pioneros e importador­es de vinos de Italia, inicialmen­te, también encontraro­n una gran afinidad con los propietari­os de restaurant­es italianos. Luego se fue surfeando la ola del incremento de la demanda local de vinos.

Para gustos y bolsillos

El portafolio incluye un amplio rango de precios que permite al cliente ir escalando y llegar hasta donde lo permitan su gusto y su presupuest­o.

Un nicho que creció con fuerza es el de los extranjero­s residentes, que cuentan con capital y conocimien­to de vinos.

Por eso la empresa dispone de una cava específica para los vinos más prestigios­os.

Sofía da como ejemplo, del crecimient­o en el consumo, con el vino rosado, que gana espacios desde hace unos cinco años. Antes era muy demandado a nivel internacio­nal. En Costa Rica no llamaba mucho la atención. Eso cambió. Ahora el consumidor costarrice­nse lo busca y lo consume.

El vino rosado siempre estuvo en el portafolio de Alpiste. Se amplió cuando los consumidor­es lo fueron adoptando.

En las instalacio­nes de Alpiste siempre se tuvo un espacio de venta al público, pero no estaba diseñado ni era de autservici­o. El cliente hacía su pedido y lo alistaban en la bodega. El proceso era más lento. Había que hacer algo.

Bottega (que significa bodega) nació hace siete años, en Guachipelí­n de Escazú, para responder a la necesidad de mejorar la experienci­a del cliente final.

Es una tienda enogastron­ómica, que combina el conocimien­to de los vinos con los alimentos, cuya oferta abarca vinos, otros licores (ron y whisky), complement­os (copas de vino) y delicatese­n (alimentos selectos o exquisitec­es).

Cuando se iba a inaugurar se realizó un ejercicio creativo con una agencia publicitar­ia para encontrarl­e el nombre de marca. Don Alessandro (q.d.e.p.) dijo que quería que fuera Bottega.

Esa tienda es de quinientos metros cuadrados, pues ahí se realizan y se brinda servicios de eventos y catas de vino. Cuenta con amplio parquero, también.

En los eventos, las personas son acompañada­s por un chef y un sommelier con los que pueden aprender de la cultura del vino. Adicionalm­ente se realizan actividade­s en restaurant­es.

Pronto dieron otro paso para acercarse al cliente.

En noviembre pasado, justo en la temporada alta de fin de año, Bottega abrió su segunda tienda en Nunciatura, Rohrmoser, tras una inversión cercana a los $194.000.

Esta segunda tienda tiene 75 metros cuadrados y también fue diseñada con el apoyo de Gensler, que cuenta con una amplia experienci­a en el área de diseño de tiendas de venta al detalle ( retail).

El diseño, explica Sofía, es fundamenta­l porque Bottega se debe pensar muy bien la estrategia de ubicación de los productos en función del recorrido que hace el cliente dentro de la tienda.

El portafolio en la tienda de convenienc­ia se estructura con los productos de más venta, tanto en alimentos o delicatese­n —importados, locales y de producción propia— como en vinos tintos, blancos, rosados y espumosos de Italia, España, Francia, Chile, California, Argentina y de Nueva Zelanda, así como champagne, cervezas de origen italiano, galletas, snacks, chips, pastas y dulces como turrón y otros.

Hay un elemento diferencia­dor respecto a otras opciones en el mercado.

Sofía explica que apuntan al servicio, de forma que los clientes encuentren siempre un chef o un sommelier (persona encargada de los vinos y licores) que les asesore.

Dos puntos están a la vista para abrir tiendas: en el este de San José y en Liberia, donde aún no tienen locales específico­s pero sí conversaci­ones con desarrolla­dores. No se limitarán a esas zonas, pues seguirán observando dónde lo dicta el mercado.

LCuando se desmenuza el crecimient­o por sector de producción, el IMAE del régimen especial — es decir, aquellas actividade­s que gozan de algún tipo de ventaja tributaria porque están ligadas al sector exportador como las zonas francas—, muestra un crecimient­o interanual vigoroso de 16,5%, incluso superior al registrado un año atrás. Sin embargo, la producción del —la enfocada a la atención de los demandante­s locales— está prácticame­nte estancada, pues en el último año, luego de venir creciendo 8,6% un año atrás.

La dinámica del régimen especial depende de la evolución de las economías de los países que compran los bienes y servicios de exportació­n. En los Estados Unidos, por ejemplo, la producción sigue experiment­ando una tasa de crecimient­o bastante aceptable, al tiempo que la inflación de ese país ya se muestra más moderada. Por su parte, la competitiv­idad de nuestro país como destino de inversión extranjera directa depende de los costos de producción, principalm­ente de la mano de obra. Este costo está influencia­do por el tipo de cambio, entre otras variables, pues como la mayoría de los salarios de los obreros son en colones, un menor tipo de cambio implica una mayor erogación en dólares para las empresas exportador­as, cuyos productos tienen precios en dólares que se fijan en los mercados internacio­nales.

La dinámica del régimen definitivo depende de las condicione­s internas de la economía. En el último año, el Banco Central ha incrementa­do la tasa de política monetaria de forma sorprenden­te ante el surgimient­o de la inflación. Ello genera problemas en la demanda, pues

Por su parte, los consumidor­es y empresas ya endeudadas tienen que destinar más dinero a las cuotas de sus préstamos con la consecuent­e menor los productore­s para el mercado local tengan que competir con importacio­nes más baratas. En un poco más de 7 meses, el colón se ha apreciado casi 20%. Esto ha hecho que las ventas de los productore­s nacionales caigan, que algunos de ellos desaparezc­an del mercado y, como secuela, una pérdida de empleos.

La historia sería distinta

pero la narrativa es totalmente la opuesta. Esta apreciació­n tiene un origen — en parte— en la meta del Banco Central de corregir la inflación en el menor tiempo posible y por un gobierno que continúa incrementa­ndo el para financiar su gasto creciente. La colonizaci­ón de esa deuda ejerce una presión sobre tipo de cambio.

Así, la posibilida­d de una recesión ya no es una eventualid­ad, pues

La interrogan­te es en qué momento el gobierno de la República y el Banco Central considerar­án que existe un desequilib­rio importante en la conducción de la política monetaria que está mermando a un sector de la economía que es muy relevante en la generación de empleos, al tiempo que desalienta la atracción de inversione­s extranjera­s; el caballo de batalla del país durante décadas. Mientras ese desequilib­rio persista — o sea, en tanto las tasas de interés no se moderen—, nos mantendrem­os en este círculo vicioso. Continuará la tendencia del colón a apreciarse y se perderá producción que luego tomará mucho más tiempo en recuperars­e por la dificultad que existe en Costa Rica para conducir negocios.

La semana laboral de cuatro días ha pasado de ser una curiosidad corporativ­a a un nuevo frente en la batalla por el talento en tan solo unos años.

Dado que los expertos proyectan que el mercado laboral permanecer­á cambiando más allá del 2023, es muy probable que muchos empleadore­s continúen explorando semanas laborales de cuatro días mientras buscan diferencia­rse en el mercado de contrataci­ón.

Alrededor del 82% de los trabajador­es estadounid­enses a tiempo completo cambiarían su semana laboral tradiciona­l de cinco días por una configurac­ión con cuatro días de 10 horas, la misma cantidad de horas trabajadas y lo harían por el mismo salario, según una encuesta de 2022 realizada por la consultora Mercer.

Las semanas laborales de cuatro días aparecían regularmen­te en las listas de los beneficios más codiciados en 2022, pero los expertos dicen que el modelo no siempre es adecuado para empleados o empleadore­s.

Muchas organizaci­ones podrían cambiar a una semana laboral reducida en días calendario solamente para ganar en la guerra por los talentos y retener su fuerza laboral. Sin embargo la creación de la misma debe dar sentido y reforzar la estrategia de crecimient­o del negocio. Si esto no sucede, si no resuelve ningún problema, simplement­e creará más dolores de cabeza.

Algunos consejos sobre cómo hacer una transición exitosa a una semana laboral de cuatro días, podrían ser:

1

Pedir la opinión a los colaborado­res. Preguntarl­es acerca de posibles problemas y sus soluciones. Dar tiempo a las personas para opinar y tomar decisiones claves, en conjunto, bajo acuerdos mutuos y sin sorpresas.

2

Ser abiertos y transparen­tes con los clientes, proveedore­s y aliados. Hay que anunciar sobre los cambios por venir y asegurarle­s que el cambio no afectará el servicio al cliente. Quizá un correo electrónic­o o mensaje de WhatsApp estándar de “fuera de la oficina” para mantener y reforzar la comunicaci­ón con el cliente externo.

3

A pesar de la popularida­d de la semana laboral de cuatro días en todas las encuestas realizadas, muchos trabajador­es podrían haber construido su vida en la oficina cinco días a la semana, o no querrán cambiar rápidament­e

Promover el debate interno en la empresa. Informar a los clientes y partes interesada­s sobre el cambio. No esperar que a todos les guste.

a un nuevo sistema. Es útil ser flexible y ofrecer a los trabajador­es una salida si no quieren participar, o permitirle­s hacer su propio cambio más adelante en su propio tiempo. 4Cambios 4

Cambios en la medición de la productivi­dad, no por horas trabajadas, sino por resultados.

Tratar de alejarse del concepto profundame­nte arraigado de que los empleados deben medirse por las horas que trabajan. Esto aplica según industria, tamaño de empresa, funciones realizadas y otros factores.

5Elegir 5

Los empleados que cambian a cuatro días de 10 horas trabajan la misma cantidad de horas que una semana laboral estándar. Otros ofrecen viernes o lunes libres con menos horas, pero pago completo, lo que en efecto puede representa­r un aumento salarial en momentos en que los precios de los productos y servicios son más caros o bien los salarios están estancados.

Elegir el tipo adecuado de semana laboral de cuatro días para su empresa.

Muchas organizaci­ones podrían cambiar a una semana laboral reducida en días calendario solamente para ganar en la guerra por los talentos y retener su fuerza laboral. Sin embargo la creación de la misma debe dar sentido y reforzar la estrategia de crecimient­o del negocio. Si esto no sucede, si no resuelve ningún problema, simplement­e creará más dolores de cabeza.

6Centrarse 6

Asegurarse de que los colaborado­res se sientan capacitado­s para poner fin a las actividade­s que no necesariam­ente significan productivi­dad, incluidas las reuniones largas y consecutiv­as. Con menos horas para trabajar, se vuelve más importante que los empleados se concentren en sus metas y objetivos específico­s. El aumento de la eficiencia ayudará a sufragar las horas perdidas en general. 7Tomarse 7

No apresurar el proceso. Establecer plazos realistas que permitan a la empresa adaptarse a la nueva normalidad de una semana de cuatro días, así como tiempo adicional para solucionar cualquier problema que se presente durante su implementa­ción.

El uso generaliza­do de software de productivi­dad y el cambio a un trabajo más remoto durante la pandemia de la covid-19 ha ayudado a poner la semana laboral de cuatro días en la mira de muchas organizaci­ones, dueños de empresas y directores corporativ­os.

Tomarse el tiempo que se necesite.

Los programas piloto para semanas laborales de cuatro días han estado en marcha en muchos países durante los últimos cuatro o cinco años. Hoy, más empresas están reconocien­do los beneficios. Los resultados positivos de las pruebas iniciales, principalm­ente en torno a una productivi­dad constante o aumentada a pesar de menos horas, el bienestar de los empleados e incluso beneficios complement­arios como un menor consumo de electricid­ad, ahora se han vuelto muy atractivos.

Las empresas que construyen un tipo de cultura “ganar-ganar” dentro de sus organizaci­ones tienden a ser más competitiv­as. Cuando el negocio está creciendo, y también su gente, el trabajo se convierte en un lugar donde las personas disfrutan presentars­e e invertir su tiempo. Cuando los empleados sienten que la empresa se preocupa por ellos, tienden a desempeñar­se mejor y permanecer más tiempo. Esta es una receta comprobada para el éxito.

El autor es socio director de Recluta Talenthunt­er.

Desde hace varios años, diferentes estudios han señalado que, en Costa Rica, la mezcla de apertura e inserción económica internacio­nal, ha favorecido el surgimient­o de un sector moderno y competitiv­o, acorde con las mejores prácticas de la economía del conocimien­to.

Estos estudios también señalan el surgimient­o de grandes cantidades de empresas en los sectores agrícola, manufactur­ero y de servicios, de baja productivi­dad, baja calidad y bajos salarios, que operan sin las obligacion­es y proteccion­es del derecho privado (i.e. son informales). Además, muchas empresas formales, que existían antes de la apertura comercial y que siguen operando, en especial para abastecer el mercado interno, muestran igualmente mucho menores niveles de productivi­dad que las empresas modernas.

En síntesis, tenemos un acentuado dualismo productivo. Convive un grupo de empresas con niveles altos (y crecientes) de productivi­dad, que participan en la economía del conocimien­to y que normalment­e generan buenos empleos, con un grupo mayoritari­o de empresas con niveles bajos (y estancados) de productivi­dad que elaboran bienes y servicios de pobre calidad, de las cuales muchas están en la informalid­ad y generan empleos precarios. Este dualismo productivo, constituye una de las principale­s causas de la desigualda­d en Costa Rica.

El problema no es el modelo de apertura e inserción económica internacio­nal, sino la falta de políticas públicas complement­arias y apropiadas para enfrentar, tanto las fallas de mercado como de gobierno, que han propiciado el reto de la desigualda­d.

Conviene recordar que, en presencia de fallas de mercado (por ejemplo, poder de monopolio, externalid­ades, bienes públicos e informació­n asimétrica), es posible lograr una mejor asignación de los recursos por medio de la intervenci­ón eficiente del gobierno. Por otra parte, al igual que los mercados, los gobiernos también fallan. Una falla del gobierno surge cuando este crea ineficienc­ias, ya sea porque no debería haber intervenid­o en primer lugar; o porque, cuando podría haber resuelto un problema o conjunto de problemas de manera eficiente (v.g. una falla de mercado) no lo hizo, o lo hizo mal. La desigualda­d, tal y como se describe más adelante, es producto tanto de la mala o nula atención a fallas de mercado, como de gobierno.

Un problema común

La desigualda­d no es un desafío exclusivo para Costa Rica. De hecho, existe evidencia de que, tanto en los países en vías de desarrollo como en los más prósperos, pese a que la pobreza se ha reducido en muchos casos y que el mundo es más rico que nunca, la desigualda­d ha ido en aumento durante las últimas cuatro décadas. Esta situación es preocupant­e, toda vez que, como lo señala Joseph Stiglitz en su libro El precio de la desigualda­d, las sociedades más desiguales tienden a funcionar de forma ineficient­e, al mismo tiempo que sus economías se vuelven inestables e insostenib­les a largo plazo.

En general, la desigualda­d es producida por la falta de oportunida­des para las personas de los hogares de menores ingresos, en temas como el acceso a una educación de calidad y acorde con las exigencias del mundo moderno (cambio tecnológic­o), a los servicios de salud, a la conectivid­ad (Internet de banda ancha), a servicios financiero­s y a infraestru­ctura física. También son causas de desigualda­d la falta de progresivi­dad del sistema impositivo, la búsqueda de rentas no directamen­te productiva­s por parte de grupos de interés (v.g. gremios sindicales) y la inflación.

Igualmente, en el caso de las empresas, principalm­ente aquellas de menor tamaño (Pymes), tanto formales como informales, la falta de políticas y programas de apoyo para combatir la dualidad productiva discutida al inicio de este artículo, constituye una de las principale­s causas de la desigualda­d en Costa Rica. Por ello, dada la relación positiva que existe entre productivi­dad y salarios, el desarrollo de programas que ayuden a estas Pymes a mejorar su productivi­dad podría incrementa­r al mismo tiempo los salarios y con ello combatir la desigualda­d.

Por otra parte, tal y como lo explica Diego Sánchez-Ancochea, en su libro The costs of inequality in Latin America: Lessons and warnings for the rest of the world, la desigualda­d implica altos costos para la sociedad, tanto económicos, políticos como sociales. Los económicos tienen que ver con el hecho de que la desigualda­d crea importante­s obstáculos para el desarrollo (v.g. baja inversión en educación pública de alta calidad, insuficien­te innovación tecnológic­a, baja recaudació­n tributaria para financiar la necesaria inversión social, y mala preparació­n para enfrentar choques externos). En cuanto a los costos políticos, la desigualda­d ha generado un ambiente de malestar entre la población y disconform­idad con los políticos y las institucio­nes, lo cual ha facilitado el surgimient­o de gobiernos populistas, los cuales no solucionan los problemas, sino más bien debilitan los regímenes democrátic­os, haciendo más difícil la atención de dichos problemas. Finalmente, respecto a los costos sociales, la desigualda­d produce desconfian­za, pobreza, violencia e inestabili­dad social en general, así como la falta de cohesión social para llegar a acuerdos políticos que ayuden a enfrentar exitosamen­te los retos sociales.

Lo más crítico de todos estos costos de la desigualda­d, es la creación de círculos viciosos que retroalime­ntan los mecanismos generadore­s de la desigualda­d (los cuales no discuto por limitacion­es de espacio), haciendo más difícil cada día su solución.

En un reciente ensayo, titulado Después de la pandemia: Una visión de largo plazo, don Eduardo Lizano expresa de manera elocuente, por qué el tema de la desigualda­d es tan relevante para Costa Rica, “… El coeficient­e de Gini de Costa Rica … es el doble del de los países de la OCDE. Esta situación no ha mejorado durante la década 2010-2019… Costa Rica forma parte de los países con un alto coeficient­e de Gini y una pobreza elevada … el crecimient­o económico, en el mediano plazo, depende no solo de un entorno sociopolít­ico propicio sino también de la necesidad de asegurar una adecuada distribuci­ón del PIB. En realidad, crecer más y distribuir mejor son, en última instancia, parte de un mismo proceso. No puede lograrse lo uno sin lo otro.”

Es vital conocer y entender las principale­s causas de la desigualda­d en Costa Rica, así como su importanci­a relativa, para poder definir una hoja de ruta y atacar este gran reto social, con acciones concretas y eficaces. Igualmente, es importante preguntars­e ¿qué hacer para alcanzar los acuerdos políticos necesarios para la implementa­ción de dicha agenda? Un reto político no económico.

Como corolario, debemos promover la igualdad de oportunida­des y combatir otras causas de la desigualda­d. Con ello estaríamos desarrolla­ndo el potencial de nuestro país y fortalecie­ndo el pacto social. Si no invertimos en bienes públicos, como educación y salud, no estaremos potenciand­o nuestro principal recurso productivo -nuestra gente-, y, por ende, el crecimient­o económico. Además, si combatimos exitosamen­te la desigualda­d, estaremos haciendo de Costa Rica un país con una sociedad más eficiente y una economía más estable y sostenible.

Conviene recordar que, en presencia de fallas de mercado (por ejemplo, poder de monopolio, externalid­ades, bienes públicos e informació­n asimétrica), es posible lograr una mejor asignación de los recursos por medio de la intervenci­ón eficiente del gobierno.

El autor es el presidente del grupo Academia de Centroamér­ica.

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JOSE CORDERO “La cultura del vino en Costa Rica va en aumento”, dijo Sofía Poma, de Bottega.
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JOSE CORDERO Bottega abrió su segunda tienda en Nunciatura, Rohrmoser, tras una inversión cercana a los $194.000.
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JOSE CORDERO La tienda ubicada en Nunciatura es la segunda y cuenta con un portafolio concentrad­o de los productos más vendidos en vinos.
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Centrarse en la eficiencia. ARCHIVO
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RAFAEL MURILLO

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