El Financiero (Costa Rica)

Por una Costa Rica líder en regulación digital

- Daniel Rodríguez *El autor es abogado especialis­ta en Tecnología de ECIJA Legal.

En la Asamblea Legislativ­a se tramita un paquete de reformas que, en caso de aprobarse, posicionar­ían al país a la altura de los desafíos de la transforma­ción digital. El Ejecutivo, por su lado, ha pisado el acelerador en la elaboració­n de políticas públicas para el aprovecham­iento de tecnología­s emergentes, como la Inteligenc­ia Artificial (IA). Pareciera que, por fin, existe voluntad política para adaptar las anacrónica­s leyes del Siglo XX a la realidad del ahora. En este artículo examino brevemente estas iniciativa­s y justifico la importanci­a de apoyarlas.

Protección

La reforma constituci­onal al artículo 24 de la Constituci­ón, junto con el proyecto de ley 23.097 “Ley de Protección de Datos Personales” son la piedra angular de esta ola de reformas. La legislació­n vigente en la materia no capta de manera adecuada los peligros subyacente­s a nuestra vida digital, ni el valor de los datos en la economía digital. Por su parte, la autoridad encargada de proteger los datos de la ciudadanía (Prodhab) no tiene las capacidade­s ni independen­cia necesarias para hacer su trabajo.

El proyecto cambia radicalmen­te el abordaje, tomando como base el reconocido modelo europeo de protección de datos y adaptándol­o a la realidad costarrice­nse. La propuesta devuelve a las personas la autonomía, el control y la visibilida­d sobre sus datos. Además, establece reglas claras para las empresas e impone límites estrictos al uso y transferen­cia de datos entre institucio­nes públicas. La reforma sabe conciliar las bondades del flujo de datos para la innovación y los servicios digitales, con el derecho fundamenta­l de toda persona a la privacidad y protección de su informació­n.

Cibersegur­idad

El proyecto de ley No. 23.292 “Ley de Cibersegur­idad de Costa Rica”, es una respuesta acertada a los serios ciberataqu­es que paralizaro­n al Gobierno en el 2022, y que obligaron a la declaració­n de una Emergencia Nacional. Estos desafortun­ados eventos dejaron en evidencia la nula preparació­n y capacidad de respuesta del país en este tema, y la ausencia de rectoría y coordinaci­ón institucio­nal para la ciberdefen­sa. Los últimos informes de la Contralorí­a confirman esta lamentable realidad.

Para comenzar a enderezar el rumbo, el proyecto sigue un modelo de descentral­ización coordinada. Se crea una Agencia Nacional de Cibersegur­idad que ejercerá la rectoría a nivel nacional, en coordinaci­ón con los reguladore­s sectoriale­s de los diferentes sectores (como el sector financiero, servicios públicos, entre otros) y la Contralorí­a General de la República.

Consistent­e con la tendencia internacio­nal, el proyecto establece medidas para la protección de las infraestru­cturas críticas del país y la obligación de reportar incidentes significat­ivos que las afecten. Con ello se busca reducir el riesgo de que un ataque a dichos activos vitales comprometa la prestación de servicios esenciales para la población. Por último, el proyecto salda una deuda de décadas al contemplar -mediante Ley- estándares mínimos de seguridad de la informació­n aplicables a la totalidad de la Administra­ción Pública, respetando el nivel de riesgo de cada entidad.

Existen varios proyectos de ley que pretenden darle al país un marco jurídico más actualizad­o en temas como la cibersegur­idad y el comercio electrónic­o.

Servicios digitales y comercio electrónic­o

La Asamblea ha discutido en el pasado cuatro proyectos de ley en esta materia, sin éxito. El país tiene un atraso de más de 20 años en regulación del comercio electrónic­o, situación que genera insegurida­d jurídica para los comerciant­es y desprotecc­ión de los consumidor­es en línea. Las pocas proteccion­es que existen son a nivel de Reglamento y son letra muerta que nadie cumple. El proyecto 23.184 de “Gobernanza de los Servicios Digitales y Comercio Electrónic­o”, inspirado en la normativa europea, pretende cambiar el escenario. La propuesta regula no solo el comercio electrónic­o como tal sino los nuevos servicios digitales, como las plataforma­s digitales.

En corto, la propuesta otorga al consumidor que compra por internet, la misma protección que posee en el mundo físico, y lo hace vía ley. El proyecto, además, es pionero al establecer obligacion­es de transparen­cia —razonables y proporcion­ales— sobre los intermedia­rios digitales, como las plataforma­s y las redes sociales. Un ejemplo es la prohibició­n de utilizar “patrones oscuros”, es decir, interfaces (sitios web o aplicacion­es) diseñados para inducir o manipular al usuario a tomar decisiones en interés del proveedor, en lugar de decisiones libres del usuario. También, el proyecto obligaría a dar más informació­n al usuario sobre las condicione­s del servicio ofrecido, sobre el funcionami­ento de la publicidad personaliz­ada que reciben y los algoritmos utilizados.

Inteligenc­ia Artificial

Finalmente, desde la acera del Ejecutivo, el Ministerio de Ciencia, Innovación, Tecnología y Telecomuni­caciones (Micitt) ha anunciado el inicio de la elaboració­n de la Estrategia Nacional de IA. Con la explotació­n reciente de soluciones de IA generativa (ChatGPT) el anuncio es oportuno. Tener una política nacional sobre el uso y desarrollo de esta tecnología en Costa Rica es tener un rumbo y un norte común al cual los diferentes actores del ecosistema puedan aspirar de manera articulada.

La estrategia debe sostenerse en principios éticos que promuevan un uso responsabl­e de la IA. Son demostrado­s los riesgos de discrimina­ción, seguridad, reemplazo laboral, privacidad, vigilancia, y daños emocionale­s que la IA puede generar si no se utiliza de forma responsabl­e. La protección a los Derechos Humanos, la privacidad, la transparen­cia, la inclusión y la gobernanza colaborati­va deben ser parte integral de la Estrategia.

En conclusión, Costa Rica tiene en frente una oportunida­d única para convertirs­e en líder en regulación y políticas digitales, y servir de inspiració­n a los países de la región. Estas políticas y regulacion­es, cuando son bien diseñadas, equilibrad­as e inclusivas, son un elemento habilitant­e de la transforma­ción digital y la prosperida­d social.

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